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viernes, 8 de febrero de 2013

Torres, ciudad compacta y Miguel Ángel Mancera

Torres, ciudad compacta y Miguel Ángel Mancera

Las ciudades de los países poderosos (Los Ángeles, Chicago, Miami, París, Londres), en general se han extendido mucho por el territorio que las circundaba debido al uso del automóvil y los trenes de cercanías; a causa de las políticas de desarrollo urbano de los últimos 30 años. La urbanización del campo junto a la ciudad es en el mundo uno de los mayores negocios inmobiliarios; el cambio en el uso del suelo es generalmente el gran negocio inmobiliario. La suburbia es una creación de la postguerra, de los 30 años gloriosos(1945-1975), que resultó en una urbanización que consume demasiado tiempo social y energía (más de 4 horas diarias dedicadas a la movilidad y demasiada gasolina diaria). Esta dispersión urbana se ha reproducido también en las ciudades de los países subdesarrollados o emergentes, como la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey y otras, con efectos sociales y ambientales devastadores. La urbanización moderna se ha convertido en gran enemiga de la Ciudad, entendida ésta como un lugar de creación de cultura y de Buen Vivir.

El Final del Petróleo Barato (Peak Oil) y el Desastre Climático, han llevado a ciertos ecologistas y ambientalistas internacionales a plantear la urgencia de realizar un gran viraje en la política urbana hacia un modelo calificado como "ciudad compacta", con el propósito de frenar el crecimiento de la mancha urbana (el urban sprawl), y reducir el consumo de energía, las emisiones de gases o contaminaciones y el tiempo perdido diariamente en la movilidad urbana. Sin embargo, no hay algo que se parezca a un consenso internacional sobre cómo realizar este gran cambio en la política urbanizadora, con beneficio para el ambiente y los dones de la Naturaleza, ya que hay muchas maneras de compactar a una ciudad; no hay consenso amplio sobre cómo crear una Ecociudad aunque hay muchas organizaciones que lo pretenden. Hay formas de compactar que tienen afectaciones sociales y ambientales menores, y hay otras formas de compactar que tienen enormes afectaciones, como la construcción de grandes torres. El gran problema reside en que las compactaciones que tienen menos afectaciones sociales y ambientales (descrecimiento) no representan grandes negocios para los inversionistas mayores, por lo que tienden a prevalecer las compactaciones de muy alto impacto social y ambiental, sobre todo en los países emergentes.

En los últimos 20 años han dominado en la ciudad de México las propuestas de compactación que implican la prohibición de construir edificaciones mayores en las demarcaciones de la periferia (Bando 2 de López Obrador), sin embargo, en los últimos años han prosperado las propuestas de compactación que implican la construcción de torres de 30, 50, 80 pisos: la verticalización salvaje de la ciudad, tal como se ejecuta en China (Shanghai, Hong Kong y otras) o en Singapur, Canadá, EUA. En los 90, aparecieron: la Torre Águila (rechazada por los vecinos) y el proyecto Reichmann (más de 30 proyectos) que condujo a la construcción de la muy repudiada Torre Mayor. Luego, en este siglo, la Torre Bicentenario del Arq. Gamboa de Buen (Danhos) y ahora la "Ciudad Progresiva"en el Xoco, promovida por Marcelo Ebrard. La mundialización exige cada día más grandes torres en todas las ciudades, para "impulsar la competitividad". En efecto, las torres reportan a sus propietarios muy altos rendimientos financieros y resultan ideales para los inversionistas que no viven en la ciudad: los grandes inversionistas. La arrogancia financiera periódicamente le impone a la ciudad una nueva gran torre, emblemática de su poderío.

El gran inconveniente de las torres es que tienen un excesivo impacto urbano, social y ambiental debido al cambio radical que introducen en los valores inmobiliarios en la zona urbana donde se construyen (burbuja inmobiliaria); al elevarse radicalmente los precios de los terrenos en su cercanía inducen un"huracán urbano" que se refleja en un sostenido cambio en el uso del suelo en los siguientes lustros. El disparo en los valores inmobiliarios en la zona afectada tiene como resultado primario el de eliminar la vivienda y los servicios económicos; los antiguos residentes son deportados del barrio o colonia afectada, por el radical aumento en el costo de la vida; estos cambios provocan cíclicamente la construcción en la zona de nuevas torres y megaproyectos; los nuevos residentes y usuarios de la torre deben adoptar entonces un modo de vida despilfarradora, ya que implica muy elevados desperdicios de agua, energía y otros materiales. Los habitantes de la ciudad pierden el amor por su barrio o colonia y generalmente cambian en pocos años de lugar de residencia. Se aniquila el arraigo de los vecinos y se disparan las conductas inciviles o anti ecológicas; se dispara la inseguridad en la zona. Los usuarios de las torres de oficinas residen habitualmente, en promedio, a unos 20 km de la misma, lo que representa un enorme impacto en la movilidad urbana. La alteración urbana creada por las torres a su alrededor se degrada rápidamente después de unos 10-20 años (pico del huracán urbanizador), y requiere entonces de enormes subsidios municipales para su rescate. Los primeros 30 años de la Torre Latinoamericana coinciden con el período de mayor despoblamiento y degradación del Centro Histórico que registra más de 40 años de programas de rescate de esta zona. Las torres son enemigas de la vida dentro y fuera de ellas.

Estas edificaciones a gran altura tienen el efecto de una bomba atómica que explotara en cámara lenta a lo largo de una generación (20-30 años); son tan insostenibles que resultan en el mediano plazo el peor negocio para la ciudad, ya que los rendimientos que producen a sus propietarios tienen su origen en las muy severas afectaciones sociales y ambientales que deben pagar las futuras generaciones de la ciudad y los que no son propietarios de torres en esta ciudad (99.9999% de la población). La tesorería de la ciudad debe elevar frecuentemente los impuestos a todos los habitantes para poder solventar los enormes costos urbanos provocados por el funcionamiento de las torres y otros megaservicios. Ni siquiera con tasas que duplicaran las tasas catastrales de casas de lujo podrían llegarse a compensar los daños que ocasionan las torres al erario de la ciudad. El Final del Petróleo Barato (Peak Oil) y el Desastre Climático pueden convertir a estas infraestructuras en elefantes blancos en algunos lustros. La ciudad compacta que se podría crear en la Ciudad de México, por la construcción de torres de gran altura, podría implicar la construcción de tal vez algunas centenas de megaproyectos, mientras que la generada por acciones constructivas semi artesanales (remodelaciones de casas y edificios, con bajo impacto ambiental) podría implicar la realización de tal vez algunos cientos de miles de micro proyectos, con grandes beneficios sociales y ambientales.

Miguel Ángel Mancera y Simón Neumann, destacado empresario del ramo inmobiliario ahora en la titularidad de la secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda, SEDUVI, por lo visto quieren crear una ciudad compacta que beneficie sobre todo a la gran empresa constructora e inmobiliaria que utiliza obreros, técnicos y tecnologías mundializados, sin importar que tienen un excesivo impacto urbano, social y ambiental, como se ha demostrado en el mundo entero. El desarrollo sustentable del que hablan, consiste en el mismo viejo y sucio desarrollo de siempre, simplemente pintado de verde como cualquier microbús. No hay una ciudad de los países desarrollados que tenga bajos consumos per cápita de agua, energía o bajas emisiones de gases o humos o alta generación de empleos por capital invertido. Todo indica que se prepara una gran sorpresa para los vecinos de la ciudad de México.

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