Ecocidas, genocidas, las respuestas institucionales al agotamiento del petróleo barato.
Por Miguel Valencia Mulkay
Desde la preguerra mundial, los países que se autodenominan “desarrollados” buscan encarnizadamente alternativas al petróleo barato o convencional, excitados por la vieja distopía científica que busca el santo grial de la modernidad: la fuente de una “energía abundante, inacabable y muy barata” que haría muy poderoso al país y las empresas que la controlen. Explotar a los otros y a la naturaleza, científica y tecnológicamente, es la intención oculta de estos sueños de opio y de las ideas de progreso y desarrollo. Como lo expresa el insigne pintor español, Francisco de Goya y Lucientes, El sueño de la razón produce monstruos”(Los Caprichos). Obligados por los dogmas de la economía moderna, los tecnocientíficos de los países y empresas más poderosas del mundo producen entonces un conjunto de falsas soluciones al predicamento económico y político derivado del fin del petróleo convencional. Sin embargo, resulta que el petróleo barato no puede ser sustituido ventajosamente por el gas o petróleo shale de lutitas o esquistos, extraído por fracking, o el de aguas profundas; o por la energía nuclear, los biocombustibles o agrocombustibles, las grandes eólicas o solares: la violencia simbólica, ambiental, social, económica y política de estas falsas soluciones institucionales es al menos diez veces superior al petróleo barato; además, la densidad energética del petróleo hace muy apreciado su consumo en las tecnologías dominantes, creadas por el petróleo mismo, como: autos, aviones, trenes, tractores. El mundo que conocemos está hecho por y para el gas y petróleo barato.
Las falsas respuestas institucionales al fin del petróleo convencional: el gas y petróleo caro, no convencional o Petróleo Extremo (shale, aguas profundas), “la solución revolucionaria” de EUA y la UE, así como: la energía nuclear, los biocombustibles o agrocombustibles y las grandes eólicas o solares, difieren la solución del problema de fondo: son una fuga hacia adelante: crean amenazas y problemas muy superiores a los que ya tenemos, para los próximos años. Estos delirios tecnocientíficos-que representan pesadillas para las comunidades y los pueblos- no logran sustituir significativamente al petróleo, pero sí engendran un dantesco futuro próximo, en países como México, por sus efectos perversos sobre la sociedad y la ecología. Las instituciones desquiciadas por la finanza y la economía sólo pueden producir soluciones desquiciadas. Los experimentos científicos de los países “desarrollados” nos llevan al holocausto mundial. En otros artículos me ocupo en mayor detalle del gas y petróleo no convencional o Petróleo Extremo, pero ahora me ocupo de las otras falsas salidas del petróleo barato, las que no tienen que ver con la extracción de gas o petróleo y que son altamente subsidiadas por los gobiernos poderosos y sus seguidores como México.
La energía nuclear
Después de las lágrimas de Oppenheimer, vertidas por su responsabilidad en la creación de las bombas que arrasaron a Hiroshima y Nagasaki, el gobierno de EUA lava la imagen atómica, con el programa átomos para la paz, por medio de las centrales nucleares. A pesar de más de diez graves accidentes y las grandes protestas sociales acaecidas entre los 50 y los 70, la energía nuclear se impone en el mundo a raíz de la primera gran “crisis del petróleo”, en los 70, cuando inicia la muerte de los beneficios sociales de la posguerra y del pleno empleo. Los accidentes de Three Mile Island de Pennsylvania en 1979 y de Chernóbil en 1986 frenan abruptamente la construcción de centrales nucleares en el mundo hacia el final de los 80. Chernóbil cubre gran parte de Europa con altos niveles de radiación lo que provoca hasta 2004 cerca de 985,000 muertos (cánceres principalmente), según el estudio de la Academia de Ciencias de Nueva York. La segunda “gran crisis del petróleo”, desatada al inicio de este siglo, trae aparejado el renacimiento de la energía nuclear; además: la guerra de Irak, la llegada de Obama a la presidencia de EUA, impulsado por la fuerza política y económica de grandes operadores de centrales nucleares de Chicago; induce un muy cuestionable diferimiento del cierre de muchas viejas centrales nucleares y sobre todo, provoca la crisis financiera del 2008. En los últimos 10 años se multiplica la construcción de nuevas centrales nucleares, no sólo en EUA, también en China, India, Corea del Sur. El accidente de Fukushima del 11 de marzo de 2012 vuelve a frenar la energía nuclear. Alemania, con la mas grande sociedad informada en asuntos tecnocientíficos del mundo, rechaza definitivamente la energía nuclear en este siglo. Se confirma una vez más que la energía nuclear es la forma más costosa, insegura, contaminante y tiránica de producir energía eléctrica: no hay empresa ni gobierno alguno que se atreva a garantizar, así sea medianamente, los costos de un accidente nuclear mucho menor al de Chernóbil o de Fukushima; el costo se reparte entre todos los países del mundo. Los banqueros y grandes empresarios pronucleares ejercen una gran presión sobre las universidades y los gobiernos, con el propósito de bloquear y desalentar cualquier investigación o estudio sobre los peligros, riesgos y costos reales de la energía nuclear. El gobierno mexicano, la CFE, oculta el estudio de al menos cuatro grandes proyectos nucleares. La energía que se ha soñado “abundante, inacabable y barata” se niega a desaparecer en el basurero de la historia.
Los biocombustibles o agrocombustibles
El alza de los precios del petróleo en los últimos 15 años afecta mucho a ciertas industrias: aviación, autos y otras. Para salvarlas, los “desarrollados” recurren al viejo expediente: la producción de etanol a partir de cultivos diversos: caña de azúcar (Brasil), maíz (EUA), palma (Indonesia), jatropha (México) y otras plantas. Provocan así radicales aumentos en los precios de los alimentos- como el maíz-, un gran despojo de tierras campesinas- en estos momentos hay asesinatos de campesinos en Asia, por los cultivos de palmeras que devastan grandes selvas y llevan a la extinción a mamíferos y muchas otras especies-, y el aumento del hambre en el mundo; se da prioridad a las gasolinas de los aviones y los autos sobre el alimento de los pobres y se destruye la biodiversidad. Para ocultar o lavar el genocidio que implica la promoción institucional de los agrocombustibles, los gobiernos los etiquetan como biocombustibles, para denotar que son verdes o limpios o sustentables.
Las grandes eólicas o solares
Amenazante tecnología del fin de la fiesta energética de la posguerra, las grandes eólicas o solares constituyen una calamidad que condena a la desaparición a muchas especies de aves, insectos, entre otras; que despoja de sus tierras a sus antiguos propietarios: los pueblos indígenas y campesinos; que destruye paisajes y hábitats y que apoya al desfalleciente mundo del gas y el petróleo. Industria última, extrema, que tal vez anuncia el final de la industria moderna.
Las falsas soluciones institucionales al agotamiento del petróleo barato acarrean tales ecocidios y genocidios que obligan a buscar soluciones en otra parte, con otra mentalidad: en las mentes no institucionales, no estatales.
México DF 14 de marzo de 2014
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ECOMUNIDADES
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