La condena histórica de la Línea 12 del Metro.
Por Miguel Valencia Mulkay
Marcelo Ebrard se topa por primera vez con Tláhuac en 2004, por los linchamientos en el pueblo de San Juan Ixtayopan: lo destituye Vicente Fox como titular de la Secretaría de Seguridad Pública del DF. En adelante no olvidará a esta delegación. En 2007 hace público su proyecto de Línea 12 del Metro a Tláhuac y desata las primeras reacciones de los ejidatarios de esa delegación que tiene una importante población campesina y muy viejas tradiciones comunitarias y de nuestra Red, ECOMUNIDADES, vieja opositora a las grandes infraestructuras de transporte y a los megaproyectos. El anuncio de la construcción de la Línea 12 a Tláhuac nos sorprendió mucho: la información que teníamos en 2007, al respecto del costo de las líneas del Metro, señalaba que eran el tipo de inversiones prohibitivas en ciudades tan empobrecidas como la ciudad de México; era ya excesivo su costo para un país muy endeudado como México. Había pasado la época en la que México podía darse el lujo de construir líneas de Metro. Por otra parte, el Metrobus había demostrado ya, no sólo que podían construirse cinco o siete kilómetros de transporte masivo de este tipo, por cada kilómetro de Metro, sino que el transporte público en la superficie de la calle es preferido por el usuario de la ciudad de México.
Desde hace décadas, el Metro confirma su fracaso en la Cuenca del Valle de México: impulsa la urbanización de muy lejanos territorios, a más de 20-30 kilómetros de sus terminales; para la gran mayoría de los usuarios del Metro, el viaje diario en este tipo de transporte es sólo una de sus tres o cuatro etapas. Esta urbanización, cada día más lejana, produce un continuo aumento en los tiempos promedio diarios de transporte y en las distancias promedio diarias recorridas (ahora, más de cuatro horas diarias promedio, para la clase trabajadora); también, genera el despoblamiento de las delegaciones centrales del DF, la degradación urbana del Centro Histórico del DF y de los pueblos antiguos de esta cuenca, y el aumento continuo en el uso del auto, microbuses y autobuses que alimentan al Metro. El continuo alejamiento de las viviendas provocado por el Metro, aumenta el consumo de gasolina y electricidad (y por lo mismo, la contaminación del aire), destruye los bosques y campos de cultivo periurbanos (fundamentales para la permanencia de la ciudad y sus emergencias), concentra demasiada urbanización, industrialización y habitantes en la cuenca del Valle de México, proporciona el soporte o la estructura a la ecocida y genocida megalópolis del Valle de México.
En 2008, la Línea 12 fue denunciada en la Procuraduría Ambiental y de Ordenamiento Territorial del DF, PAOT: la construcción de su terminal a la mitad de un campo de cultivo( el ejido de San Francisco Tlaltenco), tiene el propósito de elevar el precio de los terrenos en los territorios campesinos de Tláhuac, Milpalta, Chalco y otros municipios en las sierras Chichinautzin y Nevada (Popo e Ixtaccíhuatl); esta elevación de los precios provoca el cambio a usos urbanos, en el uso del suelo de zonas agrícolas o de protección ecológica, en beneficio de grandes inversionistas ligados al gobierno del DF. La terminal de Tláhuac está en línea recta a solo 40km de Yautepec, Morelos. El proyecto de la Línea 12 del Metro involucra una gran especulación con terrenos localizados en vastos territorios en el sur de la cuenca del Valle de México y el norte del estado de Morelos, y la eliminación de las reservas ecológicas y la vida campesina en estos territorios. Entre los objetivos principales de la línea 12 del Metro está la construcción de centros comerciales, grandes bodegas, industrias, hospitales, unidades habitacionales, instalaciones para la incineración de basura, cuarteles policiacos y sobre todo, de nuevas vías rápidas que unan los municipios del estado de México y del Estado de Morelos, con el Distrito Federal. Se trata de un proyecto para crear en los próximos años una nueva gran conurbación sur, tipo Ecatepec, sobre reservas ecológicas y montañas que sirven para la recarga de acuíferos y la existencia de una rica biodiversidad. La PAOT fue incapaz de pronunciarse contra este megaproyecto.
La línea 12 se impone con gran violencia: se utilizan miles de policías y granaderos, para sofocar las protestas de los ejidatarios; se emplean cientos de agentes gubernamentales, para hostigar, manipular, desinformar a los afectados por la obra; se usan entidades públicas y privadas, expertos, comunicadores, para avalar y alabar los beneficios y ventajas de este megaproyecto. La secretaría del Medio Ambiente del DF(la ambientalista Martha Delgado), aprueba una Manifestación de Impacto Ambiental de esta línea que supera los niveles habituales de mentira, falsa ciencia y falta de ética en este tipo de documentos. Los delegados en Tláhuac, diputados locales y militantes del PRD-DF intervienen para dividir a los ejidatarios y desalentar las protestas. La justicia del DF se pone a favor del proyecto y contra los derechos humanos. Se producen encarcelamientos de ejidatarios en resistencia e inclusive asesinatos (Manuel Cadena). No es para menos: se trata de una gran expoliación de tierras campesinas: se ofrecen pagos insignificantes por las tierras ocupadas por la Línea 12 del Metro; tierras que ya han duplicado o triplicado sus precios originales. En toda esta violencia se aprecia un gran desprecio por la vida campesina, de parte del gobierno del DF, del gobierno federal, de los legisladores y jueces de todos los niveles: del Estado mexicano. En Marcelo Ebrard destaca su odio contra los campesinos de Tláhuac.
Las fallas detectadas en el funcionamiento de la Línea 12 sólo vienen a confirmar la naturaleza corrupta, autoritaria, extravagante, desmesurada, de este proyecto: es evidente que fue necesario aprobar diseños y ahorros indebidos para lograr su inauguración antes de la salida de Ebrard. Se recurrió a proveedores españoles (CAF) de poco prestigio internacional. La ambición presidencialista de Ebrard está en el origen de este proyecto desastroso. Hay que reconocer que la opinión pública acepta este proyecto debido a la gran desinformación que existe en las universidades y en la sociedad, sobre los efectos perversos del transporte en las comunidades y en el Medio Ambiente, y debido a la vigencia de ese gran mito creado por intelectuales de izquierda que atribuyen grandes virtudes a ese concepto caduco de transporte que llamamos Metro, que no es una buena alternativa al uso del automóvil. Marcelo Ebrard se salió con la suya al construir la Línea 12 del Metro. Esperamos que la historia condene la destrucción que hace este megaproyecto, de la vida campesina del DF, de los campos de cultivo y de los bosques del suroriente de la Cuenca del Valle de México, así como de la vida de tantos usuarios del transporte público de la ciudad de México que gracias a la Línea 12 viajaran más de cuatro horas diarias para ir a trabajar. No lo olvidaremos nunca.
México DF, 10 de abril de 2014
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