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lunes, 14 de mayo de 2012

Mercados de Carbono - La neoliberalización del clima

http://www.carbontradewatch.org/articles/mercados-de-carbono-la-neoliberalizacion-del-clima.html

(Hasta abajo esta el link para descargar las 500 páginas del libro)

Mercados de Carbono - La neoliberalización del clima

 Larry Lohmann   | Tuesday, 28 February 2012
 A modo de prólogo
 Entre las formas de vida contactadas con la naturaleza y aquellas contactadas
con el capital

 Esperanza Martínez*
 Alberto Acosta **

 Montecristi: una Constituyente renovadora y revolucionaria

 Cuando parecían agotarse los espacios físi­cos colonizables, la Naturaleza y
sus funciones se están convirtiendo en objeto de exóticos meca­nismos de
prosperidad del capital, reproducien­do nuevas formas de acumulación. A pesar
de esas tendencias, o justamente por ellas, la Cons­titución de Montecristi
incorporó elementos que marcarían rupturas epistemológicas a esas viejas y
nuevas formas de acumulación.

 Uno de esas rupturas es el reconocimiento de la Naturaleza como sujeto de
derechos. La liberación de la Naturaleza de la condición de sujeto sin
derechos o de simple objeto de propie­dad, permite, entre otras cosas,
cuestionar la nue­va tendencia que promueve la mercantilización de la
Naturaleza y que ha fomentado diferentes instrumentos de acumulación del
capital, como son los nuevos mercados, los sistemas de finan­ciamiento y
varios negocios a lo largo y ancho del planeta.

 El clima, además de ser un tema de preocu­pación global, es el escenario, la
excusa y el ins­trumento para desarrollar lo que se está consti­tuyendo en un
nuevo mercado financiero que reproduce, actualiza y profundiza las formas de
dominación. Por esto resulta vital comprender cómo se formaron estos mercados,
cómo funcio­nan y cuáles son sus impactos.

 Antes de abordar estos nuevos esquemas de colonización, recordemos que la
Constitución de Montecristi también propuso el sumak kawsay o Buen Vivir en
tanto cultura de la vida, para orga­nizar la sociedad –incluyendo por cierto
la eco­nomía– preservando la integridad de los proce­sos naturales,
garantizando los flujos de energía y de materiales en la biosfera y
protegiendo las expresiones de vida en comunidad. El Buen Vivir, concepto que
emana de las culturas ancestrales del Abya-Yala, forma parte de la larga
búsqueda de alternativas de vida fraguadas al calor de las luchas de la
Humanidad por la emancipación de los pueblos y por la defensa de la vida.

 La (pen)última frontera de la colonización capitalista

 El capitalismo, demostrando su asombroso y perverso ingenio para buscar y
encontrar nuevos espacios de explotación, está colonizando el cli­ma. Este
ejercicio neoliberal extremo, del cual no se libran los gobiernos
“progresistas” de la región, convierte la capacidad de la Madre Tierra en un
negocio para reciclar el carbono. Y lo que resul­ta indignante, la atmósfera
es transformada cada vez más en una nueva mercancía diseñada, regu­lada y
administrada por los mismos actores que provocaron la crisis climática y que
reciben ahora subsidios de los gobiernos con un complejo sis­tema financiero y
político, descrito en este libro. Este proceso de privatización del clima se
inició en la época neoliberal impulsado por el Banco Mundial, la Organización
Mundial del Comercio y otros tratados complementarios.

 La historia de los mercados de carbono arrancó con los esquemas de tope y
trueque de contaminación. (La expresión inglesa original es cap and trade. Aún
está en debate si tope y trueque es una traducción adecuada, especialmente
por­que en este caso no aplica la connotación positiva del trueque. Sin
embargo, esta traducción ya ha tenido cierta difusión y es la que utilizaremos
en adelante.) Los topes o supuestos límites que los gobiernos imponen a las
industrias contaminan­tes, lo hemos visto, lejos de ser una herramienta para
reducir la contaminación se han converti­do en un estímulo para incluso
contaminar más. Con serios antecedentes de tráfico de influencias, los
gobiernos distribuyen permisos de emisiones prácticamente de manera gratuita y
en muchos casos sobrepasando los límites reales de emisio­nes, con lo cual los
grandes contaminantes son premiados cuando tienen entre manos permisos
excedentes que pueden comercializar.

 Paralelamente se puso en marcha un com­plejo sistema financiero en el que se
estableció el valor de cambio del CO2. Así aparecieron los mer­cados de
carbono, creándose una serie de equiva­lencias falsas entre las emisiones
industriales y la absorción de carbono de los ecosistemas.

 Larry Lohmann, autor de este libro, nos dice ...el nuevo sistema sentó las
bases para que proyectos desplegados en países en desarrollo pudieran generar
créditos que, posteriormen­te, pudieran adquirir y utilizar los países
de­sarrollados para cumplir con sus obligaciones de reducción de emisiones. El
fondo fue trans­formado en un mecanismo de comercio, las sanciones se
transformaron en premios y un sistema jurídico se transformó en un mercado.

 A esto se suma que las cuotas o permisos de contaminación que se asignan lo
hicieron en base al récord histórico de las industrias. Se ha com­probado que
se repartieron demasiados derechos particularmente entre las industrias de
produc­ción de energía y calor, refinerías de petróleo, plantas metalúrgicas y
acería, fábricas de papel e industrias con alta intensidad energética.

 Lohmann se pregunta si este desfase fue real­mente un error o una prueba más
de la siempre creciente influencia del capital transnacional en el diseño de
mercados –incluso ficticios y por su­puesto inútiles– y de las políticas que
los alientan. Decimos inútiles, pues mientras el mercado del carbono florece,
la contaminación, en cambio, no mengua, con lo cual se evidencia una gran
con­tradicción con el objetivo de neutralizar el cam­bio climático.

 En realidad, alentados por la voracidad de acumulación del capital, los
mercados de car­bono siguen expandiéndose. Estos mercados adquieren la forma
de una burbuja, similar a aquella relacionada con las hipotecas subprime y que
llevó al reciente colapso financiero cuyas on­das se expandieron a nivel
planetario. Para Loh­mann, la clave de esta “nueva” burbuja es el hecho de que
en el centro de los mercados de carbono se encuentra un activo poco claro.

 En un sugerente ejercicio de comparación con la burbuja inmobiliaria nos dice
que
 el mercado de hipotecas de alto riesgo debía enriquecer a miles de personas;
al final, em­pobreció a millones. (.) En teoría, los merca­dos de carbono
deben mitigar el problema del calentamiento global; en la práctica, lo están
empeorando.

 Las formas dominantes de mirar los pro­blemas del cambio climático, que
privilegian el capital por sobre la vida, el mantenimiento de modelos
industriales depredadores aun a costa de la sobrevivencia de pueblos y
culturas, el con­sumismo sobre la sustentabilidad, en la práctica, inhiben la
aplicación de acciones que enfrenten las causas del calentamiento global. Por
el con­trario esta priorización favorece las evasivas para no encontrar
soluciones definitivas y por lo tanto ahondan los problemas.

 La soberanía constitucional amenazada

 Preocupado por la intromisión en la sobera­nía de los estados, Lohmann
introduce en su libro un análisis sobre los efectos “desreguladores” que
tienen los mercados de carbono especialmente sobre los marcos legales de
países subdesarrolla­dos, pues las sanciones legales por contaminar son
reemplazadas por precios y el “cumplimiento de la ley por mercados de
servicios ambientales”. Con razón afirma “sería difícil imaginar una
ex­presión más pura de la doctrina neoliberal”.

 Estas reflexiones son muy importantes para el Ecuador. En este país existen
varios programas estatales que se orientan por la lógica mercantili­zadora de
la Naturaleza, como los proyectos REDD (“Reducción de Emisiones por
Deforesta­ción y Degradación”), y su versión criolla: los proyectos Socio
Bosque y Socio Páramo.

 Este tipo de proyectos ha puesto sus esfuer­zos en estos cuestionados
procesos de mercanti­lización, en donde la tierra y los fondos públicos del
Sur global entran a jugar el papel de garantías cuando los “bonos verdes” que
el Sur genera son valorados, retaceados o combinados con otras “mercancías
climáticas” en un mercado maneja­do estrictamente por el Norte global.

 Este es un tema especialmente sensible en el marco de la Iniciativa
Yasuní-ITT. Esta iniciativa fue/es probablemente la mejor propuesta para
en­frentar el calentamiento global, las responsabilida­des comunes y
diferenciadas y la transición hacia un economía y fuente de energía no
petrolera. Frente a la (i)lógica de los mercados del carbono, la iniciativa
fue enfocarnos en el petróleo. Frente a los negocios del clima, en el marco
neoliberal del comercio de emisiones, se propuso un esquema cercano al
reconocimiento de la deuda ecológica, con los países industrializados como
deudores.

 Por lo tanto, apostar por REDD, en tanto op­ción mercantil, y no por la
Iniciativa Yasuní-ITT, introduciendo en el debate el ciclo del carbono,
constituye una declaración pública de ignorancia. No se puede comparar el
carbono del petróleo con el de los bosques. El primero es tiempo geológico, el
segundo tiempo biológico. Un REDD mercanti­lizado se centra en valorar el
carbono vegetal con­tenido en los bosques como parte de un modelo de
compra-venta de reservorios de carbono, tal como lo hacían los Mecanismos de
Desarrollo Limpio ligados a la absorción de emisiones.

 La Iniciativa Yasuní-ITT planteó no sola­mente evitar dichas emisiones, sino
que cuestio­nó en esencia la extracción del petróleo. Con esto criticó la
lógica de las políticas para proteger el clima, vigentes hasta ahora.

 Los proyectos REDD tienen impactos nega­tivos en las comunidades indígenas,
en sus terri­torios, en sus economías y en sus culturas, dan paso a la
monetarización de las responsabilida­des. Se lleva la conservación de los
bosques al te­rreno de los negocios. Se mercantiliza y privatiza el aire, los
bosques, los árboles y la tierra misma. Es finalmente un acto de ceguera
mercantil en torno a la urgencia de iniciar un giro hacia una civilización
post petrolera.

 La instrumentación de los proyectos REDD no evita la extracción masiva y
depredadora de recursos naturales, orientada al mercado mun­dial, causante no
solo del subdesarrollo, sino también de la crisis ambiental global. Al
contra­rio, estos proyectos REDD podrían actuar, en la práctica, como un
incentivo para que las comu­nidades permitan operaciones extractivistas, que
de otra manera serían rechazadas en sus territorios. REDD, en síntesis, recoge
el espíritu de los espejitos con los que los europeos iniciaron la conquista
de América.

 La Iniciativa Yasuní-ITT, construida desde la sociedad civil y que luego fue
asumida por el gobierno ecuatoriano, nos invita a ser audaces y creativos,
pero sobre todo responsables. Desde su primera formulación esta propuesta
convocó al debate internacional. Y ese es, quizás, hasta aho­ra, el mayor
aporte concreto de la misma.

 Desmercantilización de la Naturaleza, mandato de Montecristi

 La condición de sujeto de la Naturaleza, nos conmina a rechazar los mercados
ficticios e inefi­cientes, a desmercantilizar las funciones de la Na­turaleza
y a rechazar la perversidad de mecanismos que evaden las responsabilidades con
el clima.

 En la Constitución se incluyeron claras dispo­siciones para abordar la
cuestión climática. Así, en su artículo 414, se determinó que
 El Estado adoptará medidas adecuadas y transversales para la mitigación del
cambio climático, mediante la limitación de las emi­siones de gases de efecto
invernadero, de la deforestación y de la contaminación atmosfé­rica; tomará
medidas para la conservación de los bosques y la vegetación, y protegerá a la
población en riesgo.

 De eso se trata el Buen Vivir. Por otra parte el artículo 74 la Constitución
estableció dos temas centrales para prevenir e impedir que la Natura­leza sea
mercantilizada, y usada para evadir las responsabilidades frente al clima, así
se dice
 las personas, comunidades, pueblos y nacio­nalidades tendrán derecho a
beneficiarse del ambiente y de las riquezas naturales que les permitan el Buen
Vivir”, y en el mismo artí­culo se dispone que “los servicios ambientales no
serán susceptibles de apropiación; su pro­ducción, prestación, uso y
aprovechamiento serán regulados por el Estado.

 Es interesante anotar que la figura de “servi­cio ambiental” surgió para
explicar los servicios que el Estado debía otorgar en materia de sanea­miento
ambiental. Sin embargo, hay la tenden­cia, neoliberal por cierto, de utilizar
esta figura para mercantilizar las funciones de la Naturaleza, como son los
ciclos del agua y del carbono. Está claro que bajo cualquiera de las dos
acepciones esos servicios no pueden ser privatizados y el que el Estado deba
regularlos, no implica abrir la puerta para su comercialización.

 Para concluir, ante el fracaso manifiesto de la carrera detrás del fantasma
del desarrollo, emer­ge con fuerza el Buen Vivir en tanto alternativa al
desarrollo. Es decir de formas de organizar la vida fuera del desarrollo,
superando el desarrollo, en suma rechazando aquellos núcleos conceptua­les de
la idea de desarrollo convencional entendi­do como progreso lineal y
fundamentado en el culto al capital.

 *Miembro de Acción Ecológica y coordinadora para Sudamérica de la red Oilwatch.

 ** Economista ecuatoriano. Profesor e investigador de la FLACSO-Ecuador.
Ex-ministro de Energía y Minas. Ex-presidente de la Asamblea Constituyente.

 Otras publicaciones de la serie sobre el debate constituyente
 Editores Alberto Acosta y Esperanza Martínez

 El buen Vivir. Una vía para el desarrollo
 Varios autores

 Plurinacionalidad. Democracia en la diversidad
 Varios autores

 Derechos de la naturaleza. El futuro es ahora
 Varios autores

 El mandato ecológico. Derechos de la naturaleza y políticas ambientales en la
nueva Constitución
 Eduardo Gudynas

 Agua: un derecho fundamental
 Varios autores

 Soberanías. Una lectura plural
 Varios autores

 Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde una
epistemología del Sur
 Boaventura de Sousa Santos

 Mal desarrollo y mal vivir. Pobreza y violencia a escala mundial.
 José María Tortosa

 El neoconstitucionalismo transformador. El Estado y el derecho en la
Constitución de 2008
 Ramiro Ávila Santamaría

 La naturaleza con derechos: De la filosofía a la política

Varios autores

 Economía social y solidaria: El trabajo antes que el capital
 José Luis Corragio

 Mercados de Carbono. Neoliberalización del clima
 Larry Lohmann

 Editorial Abya-Yala
 Encuéntrelo en librería Abya-Yala (Av. 12 de octubre 1430 y Wilson, Quito) o
pídalo a  libreria@abyayala.org

---
 Dr. Samuel Immanuel Brugger Jakob
 Facultad de Economía, UNAM

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