Más
allá de los límites del crecimiento y el cambio climático
Rafael
Huacuz
Primera
Parte
A
lo largo de las últimas décadas, la humanidad se ha enfrentado a
diferentes crisis de toda índole: poblacional; energética;
económica, alimenticia; de seguridad biológica; ambiental;
etcétera. La mayoría de estas crisis, forman un ciclo continuo que
acorta su recurrencia y las profundiza en el tiempo1.
Los intentos de solución para cualquiera de ellas, provienen de
acciones aisladas o locales, como si cada una de éstas fuera en
apariencia independientes entre si.
La postura general de este ensayo es
mostrar una serie de argumentos que incidan en denunciar estas crisis
como un síndrome del fenómeno del crecimiento económico mundial,
modelo que se ha sostenido bajo el argumento de distintas propuestas
desarrollistas --tanto planificadas como liberales-- que prometieron
el bienestar social con modelos como el desarrollo focalizado; el
autocentrado; el desarrollo endógeno; el participativo; el
comunitario; el desarrollo autónomo y popular; el equitativo; el
local; o del micro-desarrollo, del etno-desarrollo hasta llegar a la
propuesta actual de desarrollo
sostenible o sustentable. Este
último, dogma cumbre de las propuestas planteadas a lo largo de la
historia2,
es decir, argumentos que promovían los aspectos cualitativos del
“desarrollo” y los aspectos cuantitativos del crecimiento
económico impuesto por occidente.
Bajo este escenario, la política
gubernamental de privatizaciones, liberación y desregulación de los
mercados, así como los avances técnicos de las comunicaciones
durante las últimas décadas, han producido un cambio en el poder
sin precedentes, en donde los estados nacionales han perdido su
capacidad de autogestión, quedando a merced de intereses económicos
de grandes corporaciones internacionales o de sus respectivos
representantes de capital nacional, quienes a toda costa intentan
buscan el control de los recursos energéticos, por ser estos, la
base de su riqueza y los medios de producción, distribución y
consumo de los bienes y servicios que ofrecen (Hertz, 2002).
Los gobiernos por su parte, están
convencidos de que su cometido principal es crear un clima en donde
se facilite la prosperidad de los negocios para obtener una cuota de
mercado, su principal interés consiste en proteger el sistema
mundial de libre comercio y en abastecer a las empresas de
infraestructura, recursos energéticos y servicios públicos, para
apoyar su crecimiento, incluso a costa del empobrecimiento social y
del deterioro ambiental. Por otro lado, la desregulación y
desarticulación del Estado ha producido una lucha frontal contra las
prestaciones sociales y sus representantes (como los sindicatos). Se
han debilitado las redes sociales y las estructuras de bienestar
social.
La historia del modelo de desarrollo
capitalista, profundiza el abismo que separa a los que tienen algo de
los que no tienen nada; irónicamente bajo las propuestas de
crecimiento económico, encabezadas por los economistas del aparato
de estado, se ha incrementado la desigualdad social aumentando por
millones el número de excluidos y fracasados dentro de las
contradicciones del propio sistema3.
En esta cruzada moderna por el libre mercado mundial, quedo vencida
la justicia, la equidad y principalmente el medioambiente.
El capitalismo como sistema dominante
ha triunfado4,
se proclama cómo última etapa de la historia, pero no todos se
benefician del botín obtenido de los recursos de la naturaleza, este
botín queda restringido para unos pocos, sus efectos perversos son
ignorados por los gobiernos de distintos partidos e ideologías
políticas que, gracias a las medidas legales que ellos mismos
introducen, son cada día incapaces de enfrentarse a las
consecuencias perversas del sistema, el cual se descompone,
agravándose sus contradicciones internas.
Por ejemplo, actualmente existen no
más de cien corporaciones multinacionales que dominan un 20% de las
propiedades extranjeras en el mundo; de las cien mayores economías
del planeta, 51 son empresas y las 49 restantes pertenecen
parcialmente a los estados nacionales. Las cifras de ventas de Ford y
General Motors supera el PIB de todo África subsahariana; el
patrimonio de IBM y General Electric aventaja el poder económico de
muchas naciones en el mundo; los ingresos económicos de Wal-Mart
sobrepasan los de la mayor parte de los Estados del Este y Centro de
Europa. Además, el tamaño de las empresas no deja de aumentar, cada
fusión aventaja a la anterior y los gobiernos difícilmente ponen
obstáculos a estos macro-monopolios, todos los productos que
empleamos o compramos –gasolina, medicinas, transporte, cultivos,
agua,- dependen cada vez más de una gran empresa que puede decidir
alimentarnos o asfixiarnos, los gobiernos tienen las manos atadas y
nuestra dependencia de estas corporaciones aumenta día a día. El
mundo de los negocios entre las empresas, lleva las riendas de la
política internacional, sus bolsas de valores establecen las reglas
del juego, mientras que los gobiernos del llamado “mundo libre”
se limitan a cumplir las leyes impuestas por este escenario de
crecimiento económico.
El crecimiento como base ideológica
es aceptado por su connotación positiva y difícilmente se establece
una conexión entre este crecimiento y el límite natural del planeta
y sus recursos. Del mismo modo, tampoco se reconoce la conexión
entre la producción de todo tipo de bienes y servicios y su enorme
huella ecológica, por ejemplo, en la Zona Metropolitana del Valle de
México (ZMVM) se generan más de cuatro millones de toneladas de
contaminantes atmosféricos anuales y millones de kilogramos de
basura al día (Semarnat, 2007). Estas sumas de residuos
contaminantes, son reflejo fiel de nuestra capacidad de producción y
consumo y de nuestra capacidad para enfilarnos al ecocidio global,
contaminando el aire que respiramos, el agua que bebemos y los suelos
en donde vivimos.
Diversos estudios han mostrado claros
límites a varios de estos recursos como el de los combustibles
fósiles. Sin embargo, los intentos por imponer un límite al
crecimiento, son detractados por los propios comités que patrocinan
la investigación sobre el tema5
con todo tipo de argumentos, por ejemplo, el pretexto que intentó
diferenciar el crecimiento
dinámico exponencial nocivo
a todas luces, de un tipo de crecimiento
orgánico especializado,
bajo la premisa de que el crecimiento exponencial se sale de control
y el segundo presenta características de interdependencia funcional
entre sus partes constitutivas y que puede ser la solución a estas
diversas crisis, este supuesto crecimiento especializado inventó el
concepto de “desarrollo sostenible” con la trillada frase por
todos conocida.
Bajo este tipo de premisas ideológicas
funciona el libre mercado y no da lugar para la crítica, a pesar de
conocerse los efectos perversos que se presentan bajo el modelo de
desarrollo capitalista (a saber pobreza, exclusión, desigualdad,
hambre, guerra, degradación del ambiente, por citar los
principales).
El pensamiento desarrollista fincó
sus cimientos en el pensamiento
cornucopiano o de cuerno de
abundancia, ideología que siglos atrás planteaba la idea de
ilimitada capacidad de la naturaleza por proveer de recursos al
hombre, está idea fue antiguamente arraigada y extiende sus raíces
en la influencia del pensamiento judío-cristiano y cobra fuerza con
la influencia de la
ideología del progreso6.
Por su parte, la ideología
del progreso es un
planteamiento que recurre al argumento de que los avances
tecnológicos y científicos son la solución para alcanzar niveles
preestablecidos de “armonía con la naturaleza” y “ampliación
del bienestar humano” en tanto se continúen desarrollando las
fuerzas productivas. Ambos argumentos han sido duramente cuestionados
por el movimiento ecologista y por diversos pensadores sociales ha lo
largo de la historia7,
sin que hasta el momento cobren mayor importancia en el colectivo
social, quizá porque los instrumentos ideológicos del poder8
funcionan cabalmente.
A
pesar de las advertencias planteadas por estos actores sociales y las
señales de alerta que manda el planeta, la propuesta de imponer un
límite al crecimiento parece opacada por la evidente tendencia de
mantener un crecimiento en el consumo de recursos. Lo anterior puede
ser comprobado cuando revisamos las cifras en el consumo de la
mayoría de los productos de uso diario en nuestra sociedad, por
ejemplo, en la ZMVM la tasa de crecimiento vehicular paso de cerca de
un millón en el año 2000, a más de 4 millones el el año 2007; y
se espera un crecimiento de 5.4 millones para el año 2010. Para
mitigar este impacto, se aplican políticas urbanas de más
crecimiento: más vialidades, más puentes vehiculares, más túneles
viales, etcétera. Así mismo, se calcula que en esta región (la
menos transparente del país) se consumen 40 millones de litros de
hidrocarburos al día, repartidos en gas domestico e industrial,
gasolinas y diesel para transporte público y privado y combustibles
para la industria (Molina, 2007).
Este
ejemplo desproporcionado del consumo energético de combustibles
fósiles, plantea una serie de interrogantes sobre la inminente
necesidad de imponer un límite del crecimiento.
Segunda
parte
PROPUESTAS
PARA EL DESCRECIMIENTO
Los
distintos argumentos que se han planteado en el Senado sobre la
reforma de PEMEX, dejan ver a este recurso sólo como una utilidad
para incrementar la riqueza del grupo social que lo controla, riqueza
que poco ha servido para reducir la desigualdad social y la pobreza
de los mexicanos.
El
tema energético en México de pronto perece crucial, cuando se
olvida que la historia de PEMEX es tan negra y viscosa como el
petróleo mismo que produce, los únicos mexicanos que han disfrutado
de los beneficios de esta industria, han sido de una reducida
oligarquía política que lo controla y que ha operado con prácticas
mafiosas en contra de sus detractores (por ejemplo el crimen cometido
en contra del periodista michoacano Manual Buendía).
No
obstante PEMEX con o sin reforma, en el mediano y largo plazo, no
garantizará mecanismos para reducir el impacto de los distintos
escenarios de crisis energética y de recursos que el actual modelo
de desarrollo económico nos plantea, urge por lo tanto pensar en la
conveniencia de los siguientes postulados que fueron planteados por
el grupo de descrecimiento aquí presente:
1.
La reducción paulatina pero sustantiva de la extracción de
petróleo en México.
Cuando
brotó en 1908 el pozo petrolero de Dos Vocas Veracruz; éste se
incendió durante dos meses levantando una caldera de llamas de más
de 600 metros de altura, se calcula que se consumieron más de 100
mil barriles de petróleo diarios antes de que el agua salada de una
la laguna cercana lo extinguiera (Pazos, 1979: 22), las consecuencias
del desastre ecológico que este hecho ocasionó, tienen efectos
nocivos hasta nuestros días y; no obstante, seguimos contaminando
directa o indirectamente con cada nueva extracción de este recurso.
2.
Cero exportaciones de petróleo a mediano plazo.
El
17 de octubre de 1973 fue el Pearl Harbor de la energía (Mieres,
1979; Pazos, 1979; Buendía; 1980), pero en lugar de arrogar bombas
sobre propiedad estadounidense, un puñado de naciones árabes, ricas
en petróleo, cerro unas cuantas válvulas y produjo una conmoción
en la civilización industrial ligada a los países del G8, es decir,
Estados Unidos, Europa Occidental y Japón, quienes mantenían (y aun
mantienen) altos niveles de consumo energético. Al principio pocos
advirtieron que se trataba de la antesala de una crisis energética
de bastas proporciones, pero en el invierno de ese año se produjo
una drástica escasez de gasolina, en las estaciones de estos países,
inmensas colas de consumidores enloquecieron por obtener unos cuantos
galones de combustible para sus vehículos, se impusieron
restricciones en la calefacción y en la iluminación de varias
ciudades, poniendo en evidencia la crisis capitalista por la crisis
energética, en lo subsiguiente se produjeron diversos boicots sobre
los precios y se generaron diversas guerras por el control de este
recurso, guerras que se han extendido hasta nuestros días. Por lo
anterior cabe la pregunta: ¿Debemos seguir alimentando con este
recurso el motor del desarrollo capitalista?
3.-
Reducción radical del consumo interno de petróleo.
Mientras
el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) considera
necesaria una reducción de entre un 60 u 80 por ciento de las
emisiones de gases de efecto invernadero para reducir el riesgo de
catástrofes climáticas mundiales por el calentamiento global; en
contraste, el Consejo Mundial de Energía (WEC por sus siglas en
inglés) predice un incremento de un 50 a 70 por ciento en la demanda
energética mundial para el año 2020, esta incompatibilidad entre el
IPCC y el WEC expone la contradicción interna del sistema económico
actual, el cual intenta a toda costa mantener políticas
macroeconómicas que incrementen el PIB mundial; por ello la
pertinencia del pensamiento anti–crecimiento o descrecimiento.
Así
como es urgente para el ejecutivo federal la reforma energética de
PEMEX, también es urgente para nuestra sociedad cuadruplicar el
presupuesto asignado a la política ambiental de este país, así el
tema no sólo queda en buenos deseos o buenas intenciones. En
especial, es urgente fortalecer con recursos económicos a las
organizaciones ecologistas y ambientalistas, urge fortalecer la
participación social con investigación en el tema, varias
propuestas sociales plantean no sólo una reforma energética, sino
toda una revolución con base en el incremento de la eficacia en el
consumo energético actual y la transición hacia fuentes alternas de
energía renovable como la solar, eólica, geotérmica, entre otras.
Para
concluir cabe cuestionarnos si los instrumentos institucionales con
los que contamos garantizan las mejores condiciones sociales, si la
política pública en materia energética garantiza la salvaguarda
del ambiente, bajo mis argumentos planteados ¿es la democracia
representativa el mejor ejercicio democrático con el que contamos?
El
Estado mexicano, creó la Comisión Nacional de Derechos Humanos para
salvaguardar los derechos civiles de los ciudadanos, a pesar de
contar con instituciones de procuración de justicia. De la misma
forma, para garantizar el derecho a un ambiente sano, se debería
crear una Comisión Nacional de los Derechos al Ambiente, bajo el
auspicio de la figura de un “Obusman del ambiente”, o como se le
quiera llamar, lo que importa es que vele por garantizar 1) la
justicia ambiental; 2) el derecho de información; y 3) la democracia
ecológica, entendida bajo el supuesto de un incremento en la
participación social en el tema, fortalece los nuevos paradigmas que
nacen ante la crisis, sin este fortalecimiento social la regulación
entre el Estado y el capital, se corre el riesgo de que paradigmas
como el descrecimiento
se enfrenten
a ser absorbidos por viejas practicas institucionales, lo que puede
socavar las buenas intenciones de estas propuestas, condenando sus
viabilidad paradigmática.
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1
Al respecto véase el texto de Ernest Mandel sobre la interpretación
marxista de las ondas largas del capital (Mandel, 1973).
2
Por definición del concepto de desarrollo me inscribo en la
propuesta por Sergue Latouche en el sentido de que éste no es otra
cosa que la colonización del mundo por Occidente, la guerra
económica y el saqueo de la naturaleza (Latouche, 2002).
3
Por ejemplo para el año 2003, sólo 250 personas ganaban tanto
dinero comparado con el 65 por ciento de la población mundial (Jean
Robert y Valentina Borremans, 2006: 18).
4
Al respecto Adam Przeworski (1998) ha señalado que por primera vez
en la historia el capitalismo se adopta como la aplicación de una
doctrina y no como un proceso de evolución histórica ya que la
ideología neoliberal difundida por Estados Unidos y sus agencias
multinacionales mantienen la creencia de las virtudes de los
mercados y la propiedad privada en donde se pone a la eficiencia por
encima de la distribución, a las consideraciones económicas por
encima de las sociales y cualquier oposición es minimizada por
egoísta o populista sin dar oportunidad a nuevas propuestas de
democracia (Przeworski, 1998: 13).
5
Al respecto véase los informes del grupo Forrester y Meadows sobre
límites del crecimiento (1972) y más allá de los límites del
crecimiento (1992) y el Segundo Informe del Club de Roma de
Mesarovic y Pestel sobre Mankind at the turning point. (1974).
6
Este pensamiento remonta sus orígenes a los filósofos Francis
Bacon y René Descartes, quienes suponían que el desarrollo de las
tecnologías surgidas de la ciencia serían la clave para el
bienestar y grandeza del género humano.
7
Este pensamiento ha tenido sus detractores en la historia, desde
Thomas Maltus hasta John Stuart Mill, más reciente Iván Illich,
Ignacy Sachs, René Dumont; E.F. Schumacher, por citar algunos.
8
Sobre el tema de los instrumentos ideológicos del poder me refiero
a los argumentos de Nicos Poulanzas sobre el tema de las
instituciones del Estado para el control social como la iglesia, la
escuela, la televisión entre y ahora el Internet entre otros.
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