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miércoles, 19 de diciembre de 2012

El descrecimiento como consigna política ::: Miguel Valencia,

El descrecimiento como consigna política

Miguel Valencia

Presentación en el Encuentro Intercultural El humanismo radical de Ivan Illich. Mesa 6
Cuernavaca, Morelos, 14 de diciembre de 2012

Un movimiento muy ligado al pensamiento de Ivan Illich se extiende rápidamente por
países latinos de Europa (Francia, Italia, España, Portugal) y por algunos otros, como
Dinamarca, Polonia, Inglaterra. También, avanza en Canadá, Australia, Japón, México
y Brasil. Este movimiento emerge en Francia en 2003, a partir de la publicación del
artículo de Serge Latouche, Pour une societe de decroissance (Por una sociedad de
descrecimiento) en Le Monde Diplomatique que desata un movimiento social en Francia:
La decroissance. En 2004 el ecologista Francois Schneider recorre Francia en un burro y
consigue la creación de grupos de decroissance en varias provincias; se funda en Lyon el
periódico La decroissance, luego, el Partido de la decroissance, y más tarde, la Asociación
de la decroissance. En su libro Le pari de la decroissance, Fayard, 2006 (La apuesta por el
descrecimiento), Serge Latouche nos advierte: La decroissance (el descrecimiento, como
lo llamamos en México) no es un concepto, tampoco es una teoría del decrecimiento,
es una consigna política con implicaciones teóricas; es una bandera bajo la cual nos
agrupamos aquellos que hemos procedido a hacer una crítica radical del desarrollo y que
queremos esbozar los contornos de un proyecto alternativo para una política de post
desarrollo.

Como lo advierte Latouche, este movimiento internacional tiene su sustento en la labor
de una pequeña "Internacional" anti o post desarrollo, en la filiación de Ivan Illich,
Jacques Ellul y Francois Partant que desde los años 60 analiza y denuncia las calamidades
producidas por el desarrollo en los países subdesarrollados o del Sur y que permanece
en Francia de manera casi subterránea hasta 2002, el año del famoso coloquio de la
UNESCO en Paris Deshacer el desarrollo, Rehacer el mundo. En este coloquio convergen
los seguidores del pensamiento de Ivan Illich, él mismo estuvo presente (fue su última
aparición antes de morir en Bremen, en diciembre de ese año), de Nicholas Georgescu
Roeguen y de Corneluis Castoriadis. Estas tres grandes corrientes de pensamiento se
unifican en torno a la denuncia del crecimiento como valor central del mundo de nuestros
días. El coloquio de 2002 en Paris anticipa claramente la crisis de la sociedad de mercado
mundializada y propone un salida positiva: la construcción de una sociedad autónoma,
participativa y ecológica: la sociedad de descrecimiento. Esta corriente de pensamiento
no sitúa el corazón del problema en el neo o ultraliberalismo o en la economía formal,
sino en la lógica del crecimiento percibida como esencia de la economicidad. No se
trata de sustituir una mala economía por una buena economía o un buen desarrollo,
pintándolos de verde o de sociales o de equitativos, con una dosis más o menos fuerte

de regulación estatal o de hibridación por la lógica del regalo o la solidaridad; se trata de
salir de la economía, como quien abandona una religión, pues esa es su naturaleza hoy
en día; abandonar el corsé de la escasez, el delirio productivista, el imaginario económico
capitalista, los axiomas de la economía. El movimiento por el descrecimiento considera
que el crecimiento económico de los últimos 30 años ha sido en gran medida financiero;
sabemos que no hay relación entre riqueza económica y bienestar social; sabemos del
contenido polisémico de la palabra riqueza y pobreza. El movimiento rechaza, también, el
llamado desarrollo sustentable al que denuncia como una tentativa de engaño para salvar
al crecimiento económico; lo denuncia como un oxímoron y como un pleonasmo. Por otra
parte, nos tememos mucho que tanto el Final del Petróleo Barato y el desorden climático
provocan ya un decrecimiento sostenido de la economía mundial; parece que vamos a
tener que educarnos por medio de catástrofes; el decrecimiento es ya casi inevitable, tal
como lo predijo Georgescu Roeguen. Como alternativa al desastre institucional mundial,
Latouche propone descrecer serenamente; Aries propone descrecer equitativamente;
Ecomunidades propone descrecer colectivamente. El descrecimiento debe ser una
decisión colectiva de las comunidades y pueblos y también, si se quiere, una decisión ética
individual, no impuesta por el espíritu competitivo.

Serge Latouche propone como primer paso la descolonización del imaginario (eliminar
la intoxicación mental creada por la escuela, los medios y el consumismo); preconiza
el descrecimiento, no como una alternativa concreta sino como una matriz que
autoriza el fortalecimiento de alternativas: propone esquemáticamente, como guía:
8 Rs: la Revalorización de los dones de la Naturaleza y de la convivencia humana.
Reconceptualizar el trabajo, el empleo, el consumo, la ciudad, la comunidad;
Reestructurar: cambiar las relaciones de producción (rechazo al productivismo),
distribución y consumo; Redistribuir la riqueza, el acceso al patrimonio natural entre el
Norte y el Sur y en el seno de la sociedad; redistribuir la tierra y el trabajo. Relocalizar la
política y la economía; proceso de reenclavar-reclavar que favorezca la autoproducción;
reducir radicalmente el uso del transporte; Reducir los consumos de agua, energía y otros
dones de la Naturaleza, hasta conseguir la huella ecológica adecuada (los estadounidenses
tendrían que reducir hasta diez veces sus consumos per cápita, los europeos entre cinco
y siete veces, para llegar a la sustentabilidad); reducir las horas de trabajo y el uso de
transportes. Reusar y Reciclar.

Paul Aries, otro de los referentes de este movimiento francés, señala el descrecimiento
no es el descrecimiento de todo y para todos, concierne a los que han crecido mucho:
los ricos y los países opulentos; propone las siguientes canteras del descrecimiento:
terminar con la ideología del progreso o el culto a la ciencia y la tecnología; liberarse de la
Megamáquina; acabar con la sociedad de consumo; terminar con la sociedad del trabajo;

realizar una relocalización generalizada; reaprender la gratuidad y nuestras relaciones
con la Naturaleza, lo que incluye nuestras relaciones con nosotros mismos; reencontrar la
autenticidad de la vida o del saber vivir, saber hacer; y saber distinguir los umbrales con la
técnica; una vida en la que dejamos de ser espectadores; re significar nuestro cuerpo; re
significar el tiempo y el territorio. Reestablecer la convivialidad con el fortalecimiento de
la autonomía. Resimbolizar la sociedad; construir un movimiento para el descrecimiento;
para terminar con lo imposible: el descrecimiento. La Apuesta por el Descrecimiento, es
pues una propuesta para reabrir la creatividad, asfixiada por el totalitarismo economicista,
desarrollista, progresista, por el pensamiento único creado por le economía; es una
apuesta para reconstruir la convivencia humana y rehacer nuestras relaciones con la
Madre Tierra; es una apuesta para recuperar la Buena Vida o el Buen Vivir.

El movimiento iniciado en Francia se extiende a Italia y España a partir de 2005, por
los libros de Mauro Bonaiuti de la Universidad de Torino, Maurizio Pallante, ecologista
histórico de Italia y Joan Martínez Alier de la Universidad Autónoma de Barcelona.
En México, por la iniciativa de Ecomunidades, Red Ecologista Autónoma de la Cuenca
de México, el 18 de octubre de 2007 se inicia en la Procuraduría Ambiental y de
Ordenamiento Territorial del DF, PAOT el primer ciclo de coloquios de descrecimiento,
con la presencia de Jean Robert, Eduardo Vega, director de la Facultad de Economía de la
UNAM y Américo Saldívar, profesor emérito de esa facultad; este ciclo de coloquios (6) se
habría de prolongar hasta finales de 2008. El grupo ecologista mexicano, ECOMUNIDADES,
lanza la palabra descrecimiento, con una S, para oponerla a la palabra decrecimiento, muy
ligada al pensamiento matemático y económico (una palabra cercana al cientificismo,
al academicismo, a la tecnocracia). Con esta palabra queremos signficar o subrayar la
voluntad de un colectivo, una comunidad, un pueblo, una ecorregión o una nación, de
reducir el consumo despilfarrador, el trabajo en exceso y la inequidad en su territorio; de
realizar estos cambios colectivamente, serenamente, debido al deseo de gozar una buena
vida o un buen vivir.

El caracol, utilizado por Illich como ejemplo del crecimiento contenido en la naturaleza,
se convierte en el emblema del movimiento internacional por la decroissance en Francia,
la decrescita en Italia, el degrowth en los encuentros internacionales, el decrecimiento
en España, el descrecimiento en México y el decrescimento en Brasil; el caracol, también
ha sido adoptado por los gobiernos zapatistas de Chiapas y por el movimiento Slow
Food. Desde 2008, cuando se celebra en París la Primera Conferencia Internacional de
Degrowth, se celebran cada dos años conferencias internacionales de Degrowth en
Europa; la Segunda Conferencia fue en Barcelona, en 2010; la Tercera Conferencia fue en
Venecia, en septiembre de 2012, con la asistencia de más de 800 personas de 45 países.
En mayo de 2012, se celebra la Primera Conferencia Internacional de Degrowth en Las

Américas, en Montreal, Canadá, con el apoyo de cinco grandes universidades en esa
ciudad. En estos días se convoca a la presentación de propuestas de posibles ciudades
sede de la Cuarta Conferencia Internacional que tendrá lugar en 2014. La decisión sobre la
nueva sede será en marzo de 2013.

En las últimas tres décadas, no sólo se han deteriorado los mares, ríos, lagos, lagunas,
manglares, humedales, como nunca antes en la historia humana, también lo han sido
los acuíferos, los glaciares, las selvas, los bosques. La biodiversidad tiene un pérdida
que se ha acelerado en este periodo a un ritmo de 1,000 a 30,000 veces superior a las
hecatombes de los tiempos geológicos pasados (Francois Ramade, Le Grand Masacre.
L'Avenir des especes vivants. 1999). Mil trescientos expertos internacionales publican en
2005 un informe bajo la égida de la Naciones Unidas que confirma lo que ya sabíamos:
que más del 65% de los ecosistemas del mundo están severamente afectados (Paul
Aries). En el mundo, una gran parte de los ecosistemas de los cuales vivimos está al filo
del colapso. El informe del Dr. Dominique Belpomme, (Las enfermedades creadas por
el hombre) que atribuye los canceres a las contaminaciones y del profesor Narbonne,
toxicólogo renombrado, señala que el fin de la humanidad llegará más pronto, hacia 2060,
por la esterilidad generalizada del esperma masculino bajo el efecto de los pesticidas y
otro productos orgánicos persistentes, de los cuales los CMR- cancerígenos, mutagénicos
y reprotóxicos, con muchos son los más dañinos. Podríamos continuar con una larga lista
de los desastres ambientales de los últimos 30 años que establecieron marcas históricas
de categoría mundial, en los temas de energía, agua y residuos. En el tema energético, por
ejemplo, la podíamos empezar con los desastres nucleares de Fukushima y Chernobyl, el
reciente derrame petrolero de la plataforma Deepwater Horizon en el Golfo de México,
la muerte de la cuenca del Río Athabasca en Alberta Canadá, debido a la extracción de
petróleo de las arenas bituminosas (Ver H2Oil), los daños en el Amazonas del Ecuador
por la extracción petrolera, el aumento del hambre en el mundo por la producción de
agrocombustibles, mal llamados biocombustibles, la aceleración del cambio climático por
las fugas de metano en el Ártico y las producidas por la extracción gas shale con técnicas
de fracking.

En el tema del agua podríamos crear otra larga lista de desastres y empezarla, por
ejemplo, con la muerte de los mares y los ríos del mundo, debido a las descargas de los
drenajes urbanos e industriales, a la basura que se tira en ellos; con el agotamiento de
los acuíferos del mundo por la sobrexplotación. En el tema de los residuos podríamos
también hacer otra larga lista y empezarla, por ejemplo, con los "sarcófagos nucleares"
que se guardan en muchas centrales nucleares en pisos elevados y que fueron
despedazados en Fukushima, los "mares de plástico" que flotan en los océanos, o las
catástrofes ambientales en Somalia y otros países africanos que se han vuelto sumideros

de la basura de los países desarrollados.

Por otra parte, existen dos casos paradigmáticos de la devastación de los dones de la
Naturaleza engendrados por el crecimiento económico de los últimos 60 años: el Cambio
o Desorden Climático y el Final del Petróleo Barato, o Entrada en la Era del Petróleo
Extremo o de Alto Riesgo, o Peak Oil, o Petrocolapso, o Era de los Tres Dígitos (más de
100 dólares el barril), como se le conoce mundialmente a este parteaguas energético.
Hecho como los siguientes confirman que ya estamos en este trance histórico o umbral
petrolero: La guerra de Irak; el relanzamiento de la energía nuclear con Obama; las
grandes inversiones que se proyectan en la extracción de petróleo en aguas profundas
y en santuarios naturales, como el Ártico, el Amazonas, las costas de California; la
emergencia de Canadá, como la nueva Arabia Saudita; la construcción del gran oleoducto
Keystone X para traer el petróleo de arenas bituminosas de Alberta, Canadá, a las costas
del Golfo de México; la ingente producción de agrocombustibles; los ambiciosos proyectos
para extraer gas shale o gas de esquisto o pizarra, por medio de fracking en EUA y muchos
otros países incluyendo a México; la expansión de la industria eólica y solar. La gran
crisis financiera de 2008 se produce días después de un record histórico en los precios
del petróleo. Tan pronto sube la economía, el precio del petróleo se dispara y cae la
economía.

Climate Progress nos dice: septiembre pasado ha sido el mes más caliente en la historia
de los meses de septiembre. Virtualmente, ya no hay duda en el mundo científico de la
existencia del cambio climático, de su origen antropogénico y de que puede ocasionar
cambios abruptos e irreversibles y acelerarse en los próximos años. De acuerdo con
el Cuarto Informe del Grupo de Expertos Gubernamental sobre el Clima de 2007 y
su actualización de 2009, sabemos ya que rebasaremos los dos grados centígrados
de aumento de la temperatura antes del fin de este siglo; un umbral catastrófico que
significa muchas importantes zonas costeras bajo el agua, centenas o miles de millones
de refugiados ambientales, muy graves problemas alimentarios, una gran penuria de agua
potable, epidemias y pandemias; la desaparición de los corales. Tenemos ya encima el
mayor predicamento que haya enfrentado la humanidad: el Cambio Climático, creado por
el crecimiento económico del Siglo XX. EUA ha realizado su mejor esfuerzo para negar la
realidad o la magnitud de esta terrible amenaza que puede acabar con la humanidad en
este siglo. En EUA se localiza el epicentro del desastre climático.

El crecimiento económico ha sido defendido en los últimos 30 años por los gobiernos, muy
por encima de cualquier consideración ecológica y de respeto a las futuras generaciones;
en los 70 se introdujeron programas y proyectos de mucho mayor riesgo e impacto
ambiental y tecnologías, como la nuclear, los transgénicos, la nanotecnología, los

mercados de carbono los megaproyectos y los acuerdos de libre comercio que han
acelerado la crisis climática y ambiental. Todo indica que el crecimiento económico
que se instrumenta en estos días puede ser terminal. El científico mayor de la Gran
Bretaña, Martin Rees, titular de la cátedra de Newton en Cambridge, concede sólo un
50% de probabilidades a la sobrevivencia del ser humano en este siglo debido a las nuevas
tecnologías.

¿Ha servido el crecimiento económico para reducir la pobreza, las injusticias y el
bienestar o fortalecer los valores espirituales que permiten la Paz y la Buena Vida?

Como sucede en los asuntos ecológicos, el crecimiento económico de los últimos 30
años, ha sido enemigo de los pobres, de la justicia y del bienestar social, así como un
eficaz destructor de los valores y las mentes de los seres humanos. Sólo señalaré algunos
datos anteriores a la crisis económica desatada en 2008, ya que están a la vista los daños
ocasionados por esta crisis en Europa, EUA y otros países. En los últimos 30 años se han
casi cuadruplicado las diferencias entre los más pobres y los más ricos, y contamos ahora
con aproximadamente 1, 500 millones de personas que viven con menos de un dólar
diario y cerca de 3,500 millones de personas que viven con menos de dos dólares diarios,
mientras los poderosos gastan un millón doscientos mil millones (1.2 billones) de dólares
al año en armamento; el 1% de los más ricos tiene ingresos iguales a los ingresos del 66%
de los más pobres. Tres familias de las más ricas del planeta tienen un ingreso superior
al PIB total de más de 50 países más pobres; mas de 70 países son más pobres ahora
que en 1990. No cesan de aumentar en el mundo los indocumentados, los sin techo, los
sin derechos, los sin empleo, los sin estudios. El crecimiento económico es un proceso
generador de males sociales, de anomia: la maquina económica que produce la riqueza
es la misma que produce la pobreza y la miseria; la economía de mercado es un juego
suma cero: lo que unos ganan es lo que pierden los otros. La colocación de varios súper
millonarios en las listas de la revista Forbes coincidió exactamente con los años 80-90 en
los que fueron lanzados a la miseria muchos millones de mexicanos. No hay manera de
reducir la miseria sin reducir la riqueza extrema.

El colapso de la persona humana ocasionado por la sociedad de crecimiento es la
acusación más grave que se le puede hacer. ¿Cómo volverse humano en un mundo
devastado por la injusticia social y la contaminación? La pérdida de los sentidos, de la
sensibilidad, en las sociedades de crecimiento conduce a la proliferación de sujetos
frustrados que fácilmente se inclinan por las soluciones autoritarias que propician el
florecimiento de los integrismos sectarios, religiosos, políticos y económicos. El
totalitarismo económico requiere individuos totalitarios. El hombre capitalista está
enfermo físicamente y moralmente; la obesidad rampante en EUA y en el mundo no sólo

refleja el desastre alimentario creado por el crecimiento económico también simboliza la
bulimia del hombre creado por la sociedad consumista. Atragantada de productos
químicos, medicamentos, alimentos y diversiones basura,
la sociedad económica
multiplica las depresiones, los desordenes bipolares, las angustias, la esquizofrenia, las
sicosis, la toxicomanía (drogas, juegos de azar y de dinero), el stress, los desordenes
alimentarios, las sociopatías (automutilaciones, déficits de atención con o sin
hiperactividad, fobias), conductas de riesgo, deportes extremos, etc. Se requieren
descomunales cantidades de drogas para soportar el excesivo stress engendrado por las
condiciones de trabajo, los transportes, el medio ambiente de la sociedad de crecimiento
y para poder crecer aún más. Según la OMS, la cifra anual de suicidios llega al millón de
personas en el mundo en 2006, muy lejos de los homicidios (500,000) y las víctimas de
guerra (250,000). La OCDE estima que en los últimos 30 años la tasa de suicidios ha
aumentado en promedio al 10% anual. La escuela se ha vuelto uno de los lugares más
violentos y agresivos en los países desarrollados; la violencia contra los niños se ha
duplicado en sólo diez años; la sociedad entera se vuelve más violenta a través de su estilo
de vida, sus fantasmas, su ideología y por la violación de la intimidad que ella misma
organiza. En los países desarrollados, las violencias domesticas se convierten en la
primera causa de la muerte de mujeres entre 15 y 44 años, muy por arriba del cáncer y los
accidentes de tránsito; una mujer es asesinada en Francia por su conyugue cada semana
(Paul Aries). En el altar del crecimiento económico, las personas sacrifican hoy en día
porciones muy significativas de su vida familiar, social e íntima. La miseria moral de los
más ricos, si bien disfrazada por bellos ornamentos, y que por lo mismo es menos visible
en el exterior, es paradójicamente más perniciosa que la que golpea a los indigentes y a
los peores criminales. La riqueza extrema carece frecuentemente de clarividencia, virtud,
solidaridad, sentido de justicia social o compasión: mueren, según Hervé Martin de
"tristeza del alma". Según Latouche, en EUA, la proporción de personas en la soledad ha
pasado del 17% al 28% y nos dice "en una sociedad que hace de la vida un combate y de la
muerte un fracaso, el remedio a la depresión síquica es la excitación cuyo mejor ejemplo es
la especulación bursátil". La sociedad de crecimiento no es sostenible bajo ningún
concepto.

¿Por qué ha sido tan destructivo el crecimiento económico de los últimos 30 años?

Hacia la mitad de la década de los 70 terminan los llamados Treinta Años Gloriosos en los
que el crecimiento económico de la posguerra consiguió deslumbrar al mundo; habían
iniciado en los 40, con la muerte del Imperio Británico y el comienzo del predominio
estadounidense en los asuntos mundiales. En 1949, el presidente Truman, en su mensaje
a la Unión, lanza al mundo la doctrina del desarrollo, como un proceso económico y
político en el que todos los países del mundo deben tratar de imitar y acercarse a los

estilos de vida, las instituciones y las políticas de los países poderosos: en esa fecha el
mundo no occidentalizado queda devaluado al ser calificado de subdesarrollado. Inician
las nefastas décadas por el desarrollo en las que se impone la doctrina desarrollista: más
carreteras; más extracción de petróleo y generación de electricidad; más producción
de autos y electrodomésticos; más escuelas, clínicas y hospitales. Nace en esos días
la sociedad de consumo apoyada en la mercadotecnia, el crédito al consumo y la
obsolescencia programada que años después se convertirían en armas de destrucción
masiva de la ecología y de las mentes de grandes sectores de la sociedad; este
deslizamiento epistémico conduce en los 70 a unos años desagradables en los que el
petróleo se hace radicalmente más caro, despunta el desempleo, inician los rendimientos
decrecientes de las empresas, llega a su cenit la producción de petróleo en EUA, esplende
Japón. Los Treinta Años Gloriosos sentaron las bases del desastre ecológico, climático y
social que hemos vivido los últimos 30 años.

¿Cuál ha sido la reacción a la escandalosa barbarie económica de los Treinta Años
Gloriosos?

En esos años gloriosos nace en paralelo una poderosa reacción contra las
contaminaciones, el agotamiento de los dones de la Naturaleza, la atroz urbanización
e industrialización rampante, el consumismo, la creación de innecesaria de riesgos, el
culto a la ciencia y tecnología, la manipulación de las mentes, la concentración de la
riqueza en pocas manos, los efectos ecológicos y culturales del crecimiento económico,
apoyada sobre todo en los trabajos de Lewis Mumford, Jean Beaudrillard y Karl Polanyi.
A finales de los 50, grandes pensadores como Paul Goodman; Murray Bookchin y Jacques
Ellul, inician una severa crítica de la ciencia y la tecnología. Aparecen en esos años libros
tan exitosos como el publicado en 1962 por la señora Rachel Carson, La Primavera
Silenciosa, en el que describe la destrucción ecológica ocasionada por las fumigaciones
de pesticidas (DDT) en los campos de cultivo de Estados Unidos; el publicado por el gran
filósofo alemán Herbert Marcuse El Hombre Unidimensional en el que advierte cómo
la economía pretende hacer desaparecer las otras dimensiones humanas, ya que las
resiente como obstáculos a su supremacía; Guy Debord quien desnuda La Sociedad del
Espectáculo y fertiliza el 68 francés; el pensador serbio-austriaco, Ivan Illich, quien entre
1968 y 1976, desde Cuernavaca, escribe La Sociedad Desescolarizada, Energía y Equidad;
Némesis Médica, La Convivencialdad.

En 1972 se publica el libro que según ciertos autores fue el más subversivo del siglo XX:
Los Límites del Crecimiento, elaborado en el MIT, bajo la dirección de Dennis Meadows,
por encargo del Club de Roma, un informe que ellas mismas pagaron cimbra a las grandes
empresas transnacionales; se celebra en Estocolmo la primera Conferencia de las

Naciones Unidas por el Medio Ambiente; Sicco Mansholt , presidente de la Comisión
Europea, recomienda reflexionar sobre un escenario de "crecimiento negativo" y Giscard
d'Estaing le responde que él no será un "objetor del crecimiento". Mansholt comenta en
una entrevista posterior que "el crecimiento no es sino un objetivo político inmediato que
sirve a las minorías dominantes". Nace en ese año el movimiento ecologista en los países
desarrollados e inician las protestas contra la energía nuclear; en 1973 se publica Lo
Pequeño es Hermoso del inglés EF Schumacher, un vigoroso alegato contra una sociedad
distorsionada por el culto al crecimiento económico y se convierte en el libro más vendido
en Europa en esa década. En esos años despunta también una pequeña "Internacional"
anti o post desarrollo, en la filiación de Ivan Illich, Jacques Ellul y Francois Partant que
analiza y denuncia las calamidades producidas por el desarrollo en los países
subdesarrollados o del Sur y permanece en Francia de manera casi subterránea hasta
2002, (el año del coloquio de la UNESCO en Paris). Al inicio de los 70, el destacado
economista y matemático francés Jean Pierre Dupuy y el arquitecto suizo Jean Robert
vienen a México a conversar con Ivan Illich y luego publican conjuntamente en 1976 en
Paris La Trahison de l'Opulence (La Traición de la Opulencia) en el que estudian el
dislocamiento del tiempo y el espacio, por el efecto de los transportes; analizan la
contraproductividad de los transportes. Dupuy abandona su profesión de economista
para dedicarse plenamente a la crítica de la economía; adopta la teoría mimética de Rene
Girard y concluye que la economía no contiene la violencia: es la violencia misma. Jean
Robert decide radicar en México y publica en 1980 en París, Los Cronófagos, el tiempo
que nos roban, un estudio sobre la velocidad paralizante de los transportes; impulsa
ecotecnias, se nacionaliza mexicano y escribe libros muy importantes sobre el agua y el
hábitat.

En 1979 el gran matemático y economista rumano residente en Harvard, Nicholas
Georgescu Roeguen, publica en Francia, (por no poderlo publicar en lengua inglesa), su
libro Demain la Decroissance (Mañana el Descrecimiento). En el seno de la economía,
desarrolla el estudio de la cuestión ecológica al adoptar al segundo principio de la
termodinámica: la entropía, ignorado por la economía que pretende la reversibilidad de
las transformaciones de la energía y la materia. El proceso económico es de naturaleza
entrópica: opera en el seno de una biosfera y dentro de la flecha del tiempo. No puede
haber crecimiento infinito en un mundo finito. En la medida que las empresas son más
productivas, la naturaleza y la sociedad se vuelven menos productivas. En los 80, el
economista, sociólogo, y antropólogo, Alain Caillé estudia los fundamentos teóricos de
la economía y junto con otros antropólogos rechaza la tesis de que los hombres tratan de
sacar el mayor placer en sus intercambios. Lanza el manifiesto Crítica la Razón Utilitaria.
Si bien el interés existe en la acción de los pueblos antiguos, nos dice Caillé, no está en la
naturaleza humana el tratar de sacar el máximo beneficio material en sus intercambios

como lo pretende la economía; redescubre el Ensayo del Don de Marcel Mauss, publicado
en 1923, por este antropólogo sobrino de Durkheim. Mauss rechaza que los pueblos
antiguos actuaran con las motivaciones utilitarias que les atribuye la economía. En
esos pueblos dar, recibir y entregar son reglas fundamentales para evitar la violencia y
destrucción de la comunidad. Caillé crea en Francia el Movimiento Anti utilitarista en las
Ciencias Sociales, y la revista MAUSS, en honor a Mauss. Otros muy destacados autores,
como André Gorz, Wolfang Sachs, Vandana Shiva, Helen Norberg-Hodge, Mahid Rahnema,
Gilbert Rist, se unen desde los años 70 a las reflexiones de la pequeña "Internacional" anti o post
desarrollo, iniciada por el pensamiento de Ivan Illich, Jacques Ellul y Francois Partant.

Esta pléyade de pensadores anti o post desarrollo sirve de fundamento al movimiento
degrowth, o descrecimiento.

Miguel Valencia Mulkay de ECOMUNIDADES, Red Ecologista Autónoma de la Cuenca de
México

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