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martes, 26 de noviembre de 2013

Propuestas para el descrecimiento sereno y convivencial

Propuestas para el descrecimiento sereno y convivencial

Por Miguel Valencia Mulkay

Ponencia presentada el 23 de noviembre de 2013 en la Segunda Reunión Preparatoria hacia un Encuentro Nacional de Descrecimiento, en la ciudad de Querétaro.

Hace más de medio siglo votamos resueltamente por el concreto, el plástico y el automóvil; votamos sin dudar por la Coca-Cola, el Pan Bimbo y los supermercados; votamos con desparpajo por la televisión, la publicidad y la mercadotecnia; votamos con entusiasmo por la industrialización del campo, la ciudad, la educación y la salud; pedimos a gritos que los bancos, el crédito al consumo y la obsolescencia programada controlaran nuestras vidas. Dejamos que la energía atómica, el petróleo y la química condujeran nuestros destinos. Aceptamos que la productividad, el consumismo y el desarrollo fueran nuestros dioses. Permitimos que el Estado y el Mercado definieran nuestras vidas. Nos dejamos seducir por los tractores, los rascacielos, las vías rápidas, la iluminación nocturna, los viajes en avión, las clínicas de especialidades, los títulos universitarios, las cirugías a corazón abierto, las minicomputadoras, los súper laboratorios científicos, los viajes espaciales, las nuevas tecnologías de guerra. Votamos mayoritariamente por el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). Nos volvimos fanáticos de un nuevo culto, del culto a la ciencia y la tecnología, y adoptamos una nueva religión, la religión de la economía. Nuestro imaginario se colonizó de ideas económicas, economicistas, cientificistas, academicistas, consumistas, productivistas, mercantilistas. El sistema económico nos atenazó con mayor fuerza, asfixió la creatividad y uniformizó nuestras mentes y nuestros modos de vida. Adoptamos el Pensamiento Único que oprime al mundo.

Hoy dependemos demasiado de los poderosos del mundo, una pequeña minoría que no representa sino la quinta parte del uno por ciento que denunció el Ocuppy Wall Street, y morimos por ello de angustia, depresión y terror, por la violencia y la creciente incertidumbre que nos rodea. Estamos a merced de unos pocos que en las cumbres mundiales destruyen en pocos años nuestra economía, nuestro país, nuestra ciudad, nuestro ambiente, nuestras vidas. Nos enfermamos y morimos por el aire que nos obligan a respirar, los alimentos que nos obligan a comer y las ideas que nos imponen arteramente los poderosos, por medio de la escuela, los medios y las nuevas tecnologías. Hoy empiezan a llegarnos las facturas sociales y ecológicas de más de 30 años de despiadado crecimiento económico; de más de 60 años de infames políticas de desarrollo; de más de cien años de grandes avances científicos y tecnológicos; de más de 100 años de consumo de petróleo; de más de 200 años de industrialización; de más de 500 años de tierras y bienes comunes cercados, amurallados, privatizados; de más de 800 años de perversas operaciones bancarias. Tenemos datos cada día más claros de que desaparecen en el mundo los acuíferos, suelos fértiles, glaciares, ríos, mares, lagos, lagunas, manantiales, arroyos, humedales, manglares, selvas, bosques antiguos, especies vegetales y animales. La mayor parte de los territorios del mundo están muy dañados, al borde del colapso. Los garantes mundiales de la vida en la Tierra, como los hielos ecuménicos: el Ártico, la Antártida y en especial Groenlandia, se colapsan, al igual que los mares y las selvas. Ahora sabemos que se colapsa la vida sobre la Tierra y la humanidad está en riesgo de extinción. En México, este proceso destructivo está muy por arriba de la media mundial en su conjunto.

Además, contamos con elementos suficientes para afirmar que se agota el petróleo y los metales de bajo costo de extracción, que inicia la era del petróleo de alto costo ambiental, social y económico o Petróleo Extremo y que por esta razón, desde hace algunos años se instala en el mundo una gran inestabilidad económica, ocasionada por los altos precios del petróleo y los frecuentes disparos de las tarifas de la electricidad y las gasolinas; ahora sabemos que se colapsa la industria petrolera, fundamento de la economía de crecimiento del último siglo. Contamos, también, con información suficiente para confirmar que estamos frente a un desastre climático. Cada año se registran nuevos records de temperatura y eventos climáticos catastróficos cada vez mayores. Haiyan o Yolanda, el cuarto súper tifón que arrasa el archipiélago de las Filipinas en los últimos dos años, las tormentas tropicales IngridManuel que azotan México en este año y Sandy , la que afecta a Nueva York en 2012, son sólo algunos de estos nuevos eventos climáticos. El Panel Internacional del Cambio Climático, PICC, confirmó en 2009 un aumento mínimo de 2 grados en este siglo, suficientes para acabar con los bancos de coral en el mundo. Algunos grupos de científicos pronostican hasta 8 grados de aumento en la temperatura en este siglo. Después de los fracasos de las últimas cuatro Conferencias de las Partes, las COPs de las Naciones Unidas, incluyendo a la que termina en estos momentos en Varsovia, nos encaminamos inevitablemente a un aumento superior a los dos grados de temperatura antes del 2040. Esto significa que en los próximos años tendremos peores eventos climáticos, grandes territorios costeros o ribereños bajo el agua, decenas sino es que centenas de millones de refugiados ambientales (hasta dos mil millones de personas según ciertas evaluaciones), gravísimos problemas alimentarios y de salud, una gran penuria de agua potable para muchas poblaciones y muchos otros problemas.

No solo colapsa la vida en la Tierra, la extracción de petróleo y metales bajo tierra y los climas del mundo, también colapsan las reservas de agua potable, los suelos limpios, la producción de alimentos, la salud y la genética humana, las comunidades, las ciudades, las culturas, las seguridad ciudadana, la ciencia y la tecnología, la educación, la sociedad, la economía, la finanza, la democracia, la política, la Paz, las instituciones, los símbolos que han unido a la humanidad, el mundo creado en los últimos 300 años. Estamos frente a una situación de desastre mundial. Termina la ecocida y genocida fiesta petrolera de los últimos 60 años y empieza a presentarse la cruda realidad de un mundo con petróleo caro que golpea a gobiernos y empresas que no pueden sostenerse sin petróleo barato; de una sociedad embrutecida que no puede vivir sin avión, sin automóvil, sin teléfono móvil, sin iluminación nocturna, sin agua entubada, sin alimentos en la tienda de la esquina; de una tecnociencia que se muestra incapaz de reducir el despilfarro de agua, energía, metales, maderas, tierras y alimentos; de unas instituciones que pierden rápidamente legitimidad, de una juventud que no puede vivir sin contar con un empleo. Estamos frente a una encrucijada histórica en la que tenemos que pensar en lo impensable ¿cómo sobrevivir a los embates de una economía de crecimiento que no logra crecer, y que aplica medidas extremas para lograrlo, como son: los tratados de libre comercio, las reformas económicas, fiscales, energéticas, políticas, laborales, agrarias, educativas, de salud que implican nuevas tecnologías que lanzan a la miseria a crecientes cantidades de personas, destruyen pueblos, ejidos, colonias, barrios, ciudades y aniquilan los dones de la Naturaleza?. ¿Cómo sobrevivir a este desbarajuste nacional y mundial?

La obsesión por el crecimiento económico que comparten los políticos del mundo resulta cada año más destructiva para los bienes comunes y para la integridad de las comunidades. La economía enseña su verdadera naturaleza, que es la violencia, la guerra, la muerte. El dogma económico mata a la humanidad. Los economistas destruyen la relación del ser humano con las plantas y los animales al colocar al consumo de autos como el valor supremo de la vida humana, al exigir un crecimiento infinito en un mundo finito; al colocar la salvación de los bancos por encima del bienestar de la humanidad. El crecimiento económico de México en los últimos 30 años nos ha costado la muerte de nuestros mares, ríos, lagos, laguna, humedales; la muerte de nuestros suelos, acuíferos bosques y selvas; la muerte de una buena parte de nuestra biodiversidad y de la integridad de nuestros paisajes; el saqueo de una buena parte del petróleo, metales, tierras. Este crecimiento económico ha costado la destrucción de las vidas de millones de personas, obligadas a abandonar a sus hijos, padres y amigos y a dejar sus tierras y sus costumbres para migrar a Estados Unidos o a las fronteras; obligadas a trabajar en empleos y oficios altamente peligrosos, contaminantes, enajenantes y embrutecedores; a consumir alimentos que crean obesidad, diabetes o cáncer; a recibir cantidades gigantescas de publicidad política y comercial por medio de las televisoras y estaciones de radio; a vivir olas de violencia sin precedente en el país; a mirar la obscena corrupción de la política y la sociedad, la carnicería que nos rodea y la militarización del país. El crecimiento económico mata la Vida Digna, el Buen Vivir. Opino que los objetores del crecimiento y los ecologistas debemos actuar con mayor fuerza frente a este desastre mundial que en México adopta formas particularmente agresivas; debemos actuar coordinadamente. Propongo, para descrecer, la adopción colectiva de las siguientes consignas políticas:

  1.  No a la energía nuclear
  2. No a los transgénicos
  3. No al fracking para la extracción de gas shale
  4. No a la extracción de petróleo en aguas profundas
  5. No a la minería a cielo abierto
  6. No a las grandes presas y trasvases
  7. No a las grandes eólicas
  8. No a los monocultivos.
  9. No a los grandes establos y granjas
  10. No a la incineración o confinamiento de desechos
  11. No a los megaproyectos de cualquier tipo.
  12. No a la nanotecnología
  13. No a los tratados de libre comercio.

Además, propongo cambios de modo de vida, por medio del tecnoayuno, como el siguiente:

  1. No utilizar regularmente el auto y el celular: caminar o andar en bicicleta.
  2. No consumir en lo posible agua embotellada:
  3. No consumir en lo posible alimentos industrializados: consumir productos producidos artesanalmente, en la misma región ecológica: producir y consumir productos locales.

Estas consignas políticas y estas recomendaciones y cambios en el modo de vida me parecen que podrían servir para impulsar la acción conjunta de los objetores del crecimiento. Espero sus comentarios en torno a estas propuestas.




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Miguel Valencia
ECOMUNIDADES 

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