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viernes, 8 de julio de 2022

En el siglo XX se impone en el mundo la idea del desarrollo y el crecimiento

SOBRE LOS ESCOMBROS DEL CRECIMIENTO EMERGE EL DESCRECIMIENTO

Primera parte

Por Miguel Valencia Mulkay

30 de mayo de 2022

En noticieros, reuniones políticas, conferencias académicas y propaganda gubernamental se reitera una y otra vez la consigna, el mantra: es ineludible construir más industrias y servicios: más aeropuertos o sus ampliaciones, más trenes de alta velocidad, más puertos y ductos para LNG, más líneas 5G, más parques eólicos y solares, más presas, supercarreteras, termoeléctricas, desarrollos turísticos, plantas hospitales, escuelas, cable buses, líneas de Metrobús, estadios, centros deportivos, viviendas, torres de oficinas. ¡Es indispensable más infraestructura!

Es necesario aumentar la producción de autos, chips, computadoras, cemento y alimentos envasados; incrementar la extracción de petróleo, metales, tierras; elevar la industrialización de la agricultura y la ganadería; exportar más productos, contar con servicios calidad clase mundial y entrar en la sociedad del conocimiento; acrecentar la productividad y la competitividad del país: impulsar el desarrollo y la modernización de la nación. No hacerlo significaría perder la carrera en las olimpiadas del crecimiento de las naciones y ser condenada al abandono de los grandes inversionistas y al escarnio de las grandes naciones y sus medios de comunicación.

 Se nos dice hasta la saciedad: es indispensable aumentar el Producto Interno Bruto, el PIB, empresa en la que trabajan día y noche los más poderosos políticos, empresarios y académicos del país y del mundo. Todo el poder del Estado y el Mercado se dedica a buscar las formas de explotar a mayor velocidad los yacimientos de hidrocarburos y metales y crear plantaciones en las tierras ganadas a las selvas y los bosques antiguos, a la vida silvestre; las maneras de pavimentar más rápido los campos, los arroyos, los ríos, los humedales, los suelos; investigar los modos de hacer dinero con los santuarios ecológicos, los mares, los lagos, las ruinas arqueológicas, los edificios históricos; de hacer negocios con los miedos de la población, las enfermedades, los artistas, las costumbres, los saberes, las tradiciones, la cultura; desarrollar los métodos más apropiados para mercantilizar el suelo, el agua y el aire y también, la salud y la educación.

Virtualmente, todo mundo-la izquierda y la derecha- está de acuerdo en este crecimiento de la producción y el consumo que se acepta desde hace ya muchas décadas como sinónimo de aumento de felicidad y bienestar de los pueblos. La religión de la economía impone sus dogmas todos los días, en todos los confines de la Tierra y en todos los ámbitos de la vida humana.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial emerge a escala mundial esta competencia por el crecimiento económico, estas olimpiadas por el aumento de la producción y el consumo. En esos años, EUA toma el dominio del mundo y lanza la idea-fuerza del desarrollo- palabra que anteriormente tenía un significado concreto, no económico, con el propósito de confrontar las ideas del socialismo revolucionario, muy poderosas en esa época, atraer a los países recientemente descolonizados y sustituir a la vieja bandera inglesa del progreso.

En la “guerra fría” nace la ideología del crecimiento. El presidente Truman inaugura en 1949 la época del desarrollo generalizable en su famoso discurso sobre el desarrollo en el mundo, en el que devalúa a todos los países que no tienen una industrialización avanzada, como la de EUA; según él, están subdesarrollados y deben hacer todos los esfuerzos para salir de esta condición degradada.

Nacen poco después las instituciones mundiales y regionales “para el desarrollo” e inician las “décadas por el desarrollo”. Además, se aceptan en mayor escala las ideas del “bienestar social”, para contrarrestar la influencia de la URSS. La campaña funcionó algunas décadas, pues se logra un crecimiento económico histórico en los países poderosos del “mundo libre” e inclusive en algunos países “subdesarrollados”, como México, entre 1945 y 1975: “los treinta años gloriosos”.

En este periodo, EUA ensaya nuevas formas de promover el consumo en el mundo, por medio de ciertas técnicas empresariales, como: el “marketing” o mercadotecnia (según los latinoamericanos) que incluye la utilización de una publicidad refinada; el fácil acceso al crédito para el consumo y la obsolescencia programada en gran escala. La economía de crecimiento convierte en estas décadas a los países industrializados en sociedades de crecimiento, caracterizadas por una vida de consumo y trabajo en exceso.

La gran euforia de los años 60 se estrella en los años 70 con el freno del crecimiento económico en los países industrializados, por la primera crisis del petróleo (agotamiento del petróleo convencional en EU) y la aparición de significativas cifras de desempleo debido a cambios tecnológicos. Ante la apremiante necesidad de retomar el crecimiento económico, los países poderosos adoptan en los años 80 un cambio radical a las ideas del desarrollo, e introducen la privatización de los bienes públicos, los recortes masivos de personal, la desregulación, la financiarizaciòn de la economía, el Libre Comercio, la eliminación del “bienestar social” ; adoptan el neoliberalismo que permite la recuperación del crecimiento de los países poderosos, muy especialmente de EUA, sin importar los resultados sociales y ambientales que tenga este cambio, especialmente en los países empobrecidos por las deudas generadas por las políticas de las décadas de desarrollo.

En el siglo XX se impone en el mundo la idea del desarrollo y el crecimiento

¡Descrecimiento o colapso!

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