La tecnociencia, enemiga del clima, la ecología y las culturas
A finales del siglo XIX comienzan dos procesos socio políticos fundamentales: la cientifización de la tecnología y la tecnificación de la ciencia; el científico se vuelve tecnólogo y se matematiza, para manipular mejor la realidad (Hottois, Ellul, Habermas, Bachelard)[1] La investigación industrial en gran escala provoca que la ciencia y la tecnología se fusionen en un mismo sistema; nace así la todopoderosa tecnociencia que pretende domesticar el universo de la modernidad.
En el siglo XX, esta nueva tecnociencia produce los gases letales que se utilizan en la Primera Guerra Mundial ( en esos días se desata la barbarie científica de la modernidad que ha conducido al desastre climático y ecológico ), las bombas atómicas, los reactores nucleares, los aviones de combate, los misiles de largo alcance, los agroquímicos, los plásticos, el internet, las exploraciones a la luna y otros planetas, las computadoras, los celulares, los transgénicos, los trenes de alta velocidad, la robótica, el fracking, la nanotecnología, los megaproyectos, las minería a tajo abierto, la biología sintética, la geoingeniería, la inteligencia artificial, entre otras formas de gestión de la violencia contra la naturaleza y el ser humano.
Hace más de medio siglo, el insigne filósofo y matemático Bertrand Russell denunció el mal uso de la ciencia en el mundo. El nuevo sistema tecnocientífico se vuelve el sostén principal de las potencias imperialistas y de sus empresas transnacionales- de su crecimiento . Por su lógica, los centros de investigación de los gobiernos y de las grandes empresas se ven obligados a priorizar el desarrollo de técnicas para la guerra en todas sus dimensiones (informativa, simbólica, psicológica, antropológica, sociológica, química, bacteriológica, climática, comercial, económica, política, entre otras) El poder y el dinero son la motivación única de la tecnociencia. Dos de cada tres científicos del país vecino trabajan en el desarrollo de proyectos militares.
Con la tecnociencia se impone la idea de que sólo es científico lo financiable; de esta forma, el sistema tecnocientífico oculta o minimiza los efectos negativos de las nuevas tecnologías y magnifica sus posibles beneficios; utiliza de cobayas a los consumidores, impone proyectos que dejan daños irreversibles. En cambio, es incapaz de resolver cualquier problema fundamental para la vida diaria, como el transporte urbano, la conservación del agua limpia, la reducción de los residuos, las descargas y las emisiones, la violencia intrafamiliar, escolar, laboral o urbana, la protección de la biodiversidad, la mitigación del desastre climático. El delirio del sistema tecnocientífico implanta la idea de que los problemas políticos, económicos y sociales se resuelven con tecnología, que la corrupción gubernamental, el crimen, el mal funcionamiento social(anomia), las contaminaciones, el calentamiento global se resuelven con tecnología, que la educación, la justicia, la democracia, la libertad se fortalecen mucho con tecnología.
En los últimos siglos se ha establecido en las universidades un verdadero culto a la ciencia y la tecnología y muchos dogmas tecnológicos, como la idea vulgar de que la tecnología produce daños o beneficios dependiendo de los usos que de ella se haga; se oculta el hecho de que la tecnología modifica profundamente el medio en el que se despliega y moldea el comportamiento de los que la utilizan. Se multiplican los premios Nobel de la ciencia que operan como sumo sacerdotes y pontifican sobre cualquier tema. Se oculta que las soluciones técnicas a problemas técnicos resuelven mal los problemas que pretenden resolver. Los asuntos climáticos, ecológicos, urbanísticos, entre muchos otros, están plagados de falsas soluciones impuestas por los gobiernos poderosos.
La tecnología no se contenta con ser el factor principal o determinante de todo en la sociedad moderna, se ha convertido en un sistema que no es controlado por persona alguna. La tecnociencia es autónoma, se desarrolla según su propia lógica, fuera del control humano. El hombre moderno, queriendo domesticar a la naturaleza, no ha hecho otra cosa que crear un medio ambiente artificial aún más restrictivo y vinculante. Cree servirse de la tecnología cuando es ella la que se sirve de él. Los medios se han erigido en fines y la necesidad virtud.
Nace el “Reino de la Tecnología”, el sistema tecnológico que crea problemas que solo él puede resolver y que por su propia naturaleza goza del “auto crecimiento”: por un lado, se transforma y progresa sin la intervención decisiva de algún o algunos seres humanos, por una especie de fuerza interna que le impulsa al crecimiento y, por otro lado, la pasión de la gran mayoría de las personas por encontrar la mejor manera de utilizar un instrumento, o perfeccionar un método. Emancipada de la tutela social, la tecnociencia despliega entonces su lógica invasora: hace desaparecer las opciones tecnológicas y la regulación y hace triunfar la eficiencia única (la tecnología de punta) Nada detiene a este nuevo sistema en la manipulación de las cosas y los seres vivientes. Por su naturaleza occidental, comienza por excluir al resto del mundo, antes de excluir a la humanidad, instrumentalizando al mismo ser humano[2]
Jacques Ellul, el hombre que había previsto (casi) todo (Jean-Luc Porquet) en su trilogía consagrada a la tecnología: La Technique, ou l’enjeu du siecle (1954), Le Systeme technicien( 1977) y Le Bluff technicien(1987) expone cuatro proposiciones[3]:
1. Todo progreso técnico se paga.
2. El progreso técnico crea más problemas de los que resuelve.
3. Los efectos nefastos del progreso técnico son inseparables de sus efectos favorables.
4. Todo progreso técnico conlleva un gran número de efectos imprevisibles. Aún más, la técnica es potencialmente totalitaria, agota los recursos naturales y vuelve impensable el porvenir. Desde la antigüedad, las civilizaciones se uniformizan por la técnica; la verdadera globalización es la tecnológica.
Según Ellul, la técnica es ambivalente no es buena ni mala y sobre todo nunca es neutral. “Eso que nosotros tomamos como neutralidad de la tecnología no es otra cosa que nuestra neutralidad frente a ella” dice Bernard Charbonneau, fundador de la ecología política francesa. Y Ellull advierte: la tecnología aliena al ser humano; refuerza el poder del Estado, crea una sociedad de vigilancia y control. Y tiene dos consecuencias: la supresión del sujeto y la supresión del sentido. La tecnología es por consecuencia causa sui, su propia causa, lo que la convierte en un trascendente, un nuevo hecho sagrado que arranca este lugar a la naturaleza destruyéndola y llevando a su altar de sacrificios a millones de seres humanos. “No es la tecnología la que nos esclaviza sino lo sagrado que ha sido transferido a la tecnología” El fenómeno tecnológico contiene a la vez idolatría y mesianismo. La tecnociencia es la gran enemiga del clima, la ecología y las culturas.
Miguel Valencia Mulkay
En el marco de las actividades preparatorias de la 2018 North South Conference on Degrowth-Descrecimiento, Mexico City http://degrowth. descrecimiento.org/
[1] [1] Serge Latouche: La Megamachine, Raison technoscientifique, raison economique et mythe du progres. Nouvelle edition actualisée. La Decouverte MAUSS
[3] Bernard Charbonneau & Jacques Ellul. Deux Libertaires gascons unis par une pensee commune. Les amis de Bartleby
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