¿Qué
significa descrecer? Primera parte
¡Descrecimiento
o colapso!
Por Miguel
Valencia Mulkay
30 de abril
de 2021
En primer
término, descrecer significa el proceso mental (psicológico) que debe realizar
una sociedad, para dejar atrás o superar, las ideas, creencias, certidumbres,
maneras de ver el mundo que desde la primera infancia les han impuesto a sus
miembros, la técnica, la industria, los servicios, la moneda o la liga o nexo
económico entre las personas y sus sistemas gubernamentales y privados, como
los educativos, sanitarios, alimentarios, informativos, de transporte y
manipulación de los deseos, temores y necesidades.
Los miembros
de las sociedades modernas, como lo señalan diversos autores[1],
han sufrido cambios profundos en sus mentes- su imaginario-, desde la primera
infancia, debido al consumo de productos y servicios industrializados; más
tarde, en la infancia, se han reforzado estos cambios mentales debido a la
educación primaria obligatoria[2],
el uso de la moneda, el consumo de alimentos industrializados y diversiones,
como la TV, los juegos tecnificados y el uso de aparatos modernos. De esta
forma, la mujer y el hombre de las sociedades modernas tienen colonizado su
imaginario por ideas o creencias o certidumbres (valores o premisas) de
naturaleza técnica y económica.
Los bebés y
los niños de hoy están mucho más expuestos a estas poderosas influencias de lo
que estuvieron sus padres debido a la multiplicación, en las últimas décadas,
de las técnicas y las situaciones en las que se debe utilizar la moneda y otras
técnicas. Su imaginario estará aún más colonizado, por estas ideas, creencias,
certidumbres, condicionamientos o maneras de ver el mundo que dominan a los
miembros de las sociedades de crecimiento.
Nuestras
vidas dependen mucho de las creencias, certidumbres o maneras de ver el mundo
que adoptamos en la infancia, muy especialmente en la primera infancia. En la
edad adulta, ellas condicionan la gran mayoría de nuestros deseos, temores,
necesidades, opiniones, preferencias, inclinaciones y aspiraciones.
Muy
destacadamente, la creencia o certidumbre de que hay muchas técnicas que nos
permiten tener poder sobre los demás, como las armas, las comunicaciones, la
información, la organización, el conocimiento, y muy especialmente, el dinero, nos
conduce a una transformación radical de nuestra visión del mundo. En las
sociedades modernas, la técnica, la industria, los servicios, la moneda y los
sistemas políticos y económicos forman la moral, la ética y los afectos de los
niños y los jóvenes: son los grandes educadores.
Los niños y
los jóvenes de la modernidad han aprendido a jugar muy bien el juego que ahora
casi todos jugamos: conocen muy bien el uso ventajoso de la moneda y la
técnica, el funcionamiento político de la economía, la liga o nexo económico
que nos une a todos, para todo. Están, como nosotros, en las garras de la
técnica[3]
y los sistemas[4]
que ella misma ha creado, pero, habitualmente no lo reconocen. Saben de
finanzas y del uso de las técnicas de la información y del conocimiento como
forma de ejercer el poder y el control sobre los demás.
Las antiguas
creencias religiosas pierden su fuerza ante las nuevas creencias de la
modernidad industrial y éstas a su vez empiezan a caducar con rapidez. Desde
hace más de dos siglos, diversos estados han querido imponer nuevas creencias-
mediante la educación laica, positivista, cientificista-, pero han sido
gradualmente desplazados por las nuevas creencias nacidas en el Mercado
(grandes corporaciones transnacionales ligadas a grandes universidades de
Estados Unidos), como el emprendedurismo, la “sociedad del conocimiento”, el
“transhumanismo” y también, por la multiplicación de sectas basadas en técnicas
psicológicas.
Es enorme el
sector social (políticos, empresarios, investigadores, científicos, académicos
globalizadores) que quiere controlar las mentes de los niños y los jóvenes que
han sido previamente colonizadas en la primera infancia[5].
Conocedores
de la pérdida de las defensas inmunitarias naturales de los niños y jóvenes, a
causa de la educación primaria obligatoria, los mercadotécnicos transnacionales
y los “dealers” o distribuidores de productos buscan enganchar a los niños y
jóvenes en el consumo adictivo de los productos de la banca, la industria, las
universidades, las clínicas, los hospitales, la aviación y el turismo de bajo
costo, los deportes profesionales, mediante “regalos” o “gratuidades”
promocionales y una gran cantidad de espectáculos y publicidad omnipresente.
La
certidumbre del poder que tiene la técnica, incluyendo el dinero, como medio
para adquirir poder y dinero sin límites, tiene su fundamento en una profunda
alteración de la mente realizada desde la primera infancia: la sacralización de
la técnica y la economía, adoptada por niños y jóvenes, por su capacidad de
hacer posible las ambiciones sin límite, la pulsión por acumular poder y
dinero, esta locura, esta insensatez, esta irracionalidad que la modernidad ha
legitimado. Desde hace más de dos siglos Adam Smith legitimó la acumulación sin
límite de la riqueza y como consecuencia, hoy día las naciones buscan
afanosamente el crecimiento sin límite de la economía.
Los medios
para lograr medios que sirvan para lograr medios, suprimen los fines y así, la
sociedad se transforma en una sociedad de vigilancia y control que refuerza al
Estado y al Mercado en la búsqueda de medios para lograr medios. La técnica
para la acumulación infinita de técnicas, el dinero para acumular dinero
infinitamente, el crecimiento por el crecimiento mismo. Un mundo circular que
conduce al desquiciamiento de la mente de quienes tienen poder y dinero. No es
sorpresa que hoy tengamos tantos científicos, académicos, profesionistas,
funcionarios públicos, administradores de empresa, afectados por una “sedación
ética” o “inhabilitación moral” como lo señala Zygmut Bauman (Miedo Líquido[6])
que quieren resolver todo por medio del “fetiche tecnológico”.
La
sacralización de la técnica- la fe en las soluciones tecnológicas-, inculcada
desde la primera infancia, conduce a las sociedades modernas a ignorar el caos
social, cultural, ambiental y ecológico que la técnica misma crea y desde
luego, sus grandes fracasos, como los agroquímicos, la energía nuclear, el auto
particular, los plásticos, las semillas OGM, el fracking, entre otras. Esta
sacralización conduce a la pasividad y la inacción de la sociedad frente a los
muchos millones de personas que cada año son sacrificadas en el altar de la
técnica. Además, conduce a que los gobiernos sólo quieran ver los “grandes
beneficios de la ciencia y la tecnología” y sólo quieran hacer frente a los
grandes predicamentos mundiales (colapso del clima, la ecología, el ambiente,
las culturas, los valores) por medio de la tecnociencia.
Por su
parte, la sacralización de la economía, inculcada desde la infancia por medio
de la educación primaria obligatoria- debido a las exigencias de los mayores
banqueros, políticos, científicos sociales, empresarios, académicos del mundo-,
conduce a la mayor parte de las mentes modernizadas a colocar a la economía y
sus dogmas en el centro de sus preocupaciones frente a los demás, incluyendo
padres, hijos, parientes, amigos y conocidos. La economía convierte a todo lo
que nos rodea en mercancía, en capital. Vivimos en la era de la
omnimercantilización.
Debido a su
sacralización, la técnica y la economía crecen solas, como crece la Naturaleza;
crean un ambiente, un sistema, son autónomas[7]
o independientes de las decisiones de los gobiernos o grupos poderosos; sin
coordinación alguna, grandes sectores de la sociedad las hacen crecer, por el
condicionamiento mental que han recibido desde la primera infancia.
Casi todo
mundo busca el método más eficaz para hacer las cosas. Casi todo mundo cree en
las bondades de la abundancia, la riqueza, producida por la productividad y la
competitividad; cree en el bienestar que da la acumulación de técnicas,
propiedades y dinero; cree en las propiedades mágicas del crecimiento infinito
de la técnica y la economía. El desastre ambiental que observamos en el mundo
nace del desastre mental de la sociedad moderna.
Descrecer
significa reconocer la colonización del imaginario social, por la religión de
la economía y el culto a la ciencia y la tecnología y sus consecuencias en el
mundo: la locura, la insensatez de los ricos y poderosos que ha creado el
colapso climático, ecológico, cultural, social, económico, político y simbólico
globales.
[1]
Cornelius Castoriadis, Une societé a la derive, Seuil, Paris,2005
[2]
Ivan Illich, Alternativas, J Mortiz
[3]
Jacques Ellul, Le Bluff Technologique, Bernard Charbonneau & Jacques
Ellul, Les Amis de Bartleby
[4]
Jean Robert, L’Etat dei Sistemi, 2019
[5]
Mahid Rahnema, Quand la misere chasse la pauvreté
[6]
Zygmut Bauman, Miedo Liquido, Paidós 2010,
[7]
Jacques Ellul , Le Bluff Technologique, Bernard Charbonneau &
Jacques Ellul, Les Amis de Bartleby
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