En el siglo XX se impone en el mundo la idea del desarrollo y el crecimiento
SOBRE LOS ESCOMBROS DEL
CRECIMIENTO EMERGE EL DESCRECIMIENTO
Primera parte
Por Miguel Valencia Mulkay
30 de mayo de 2022
En noticieros, reuniones
políticas, conferencias académicas y propaganda gubernamental se reitera una y
otra vez la consigna, el mantra: es ineludible construir más industrias y
servicios: más aeropuertos o sus ampliaciones, más trenes de alta velocidad, más
puertos y ductos para LNG, más líneas 5G, más parques eólicos y solares, más presas,
supercarreteras, termoeléctricas, desarrollos turísticos, plantas hospitales,
escuelas, cable buses, líneas de Metrobús, estadios, centros deportivos,
viviendas, torres de oficinas. ¡Es indispensable más infraestructura!
Es necesario aumentar la
producción de autos, chips, computadoras, cemento y alimentos envasados; incrementar
la extracción de petróleo, metales, tierras; elevar la industrialización de la
agricultura y la ganadería; exportar más productos, contar con servicios
calidad clase mundial y entrar en la sociedad del conocimiento; acrecentar la
productividad y la competitividad del país: impulsar el desarrollo y la
modernización de la nación. No hacerlo significaría perder la carrera en las
olimpiadas del crecimiento de las naciones y ser condenada al abandono de los
grandes inversionistas y al escarnio de las grandes naciones y sus medios de
comunicación.
Se nos dice hasta la saciedad: es
indispensable aumentar el Producto Interno Bruto, el PIB, empresa en la que
trabajan día y noche los más poderosos políticos, empresarios y académicos del
país y del mundo. Todo el poder del Estado y el Mercado se dedica a buscar las
formas de explotar a mayor velocidad los yacimientos de hidrocarburos y metales
y crear plantaciones en las tierras ganadas a las selvas y los bosques
antiguos, a la vida silvestre; las maneras de pavimentar más rápido los campos,
los arroyos, los ríos, los humedales, los suelos; investigar los modos de hacer
dinero con los santuarios ecológicos, los mares, los lagos, las ruinas
arqueológicas, los edificios históricos; de hacer negocios con los miedos de la
población, las enfermedades, los artistas, las costumbres, los saberes, las
tradiciones, la cultura; desarrollar los métodos más apropiados para
mercantilizar el suelo, el agua y el aire y también, la salud y la educación.
Virtualmente, todo mundo-la
izquierda y la derecha- está de acuerdo en este crecimiento de la producción y
el consumo que se acepta desde hace ya muchas décadas como sinónimo de aumento
de felicidad y bienestar de los pueblos. La religión de la economía impone sus
dogmas todos los días, en todos los confines de la Tierra y en todos los
ámbitos de la vida humana.
Al finalizar la Segunda Guerra
Mundial emerge a escala mundial esta competencia por el crecimiento económico,
estas olimpiadas por el aumento de la producción y el consumo. En esos años,
EUA toma el dominio del mundo y lanza la idea-fuerza del desarrollo- palabra
que anteriormente tenía un significado concreto, no económico, con el propósito
de confrontar las ideas del socialismo revolucionario, muy poderosas en esa
época, atraer a los países recientemente descolonizados y sustituir a la vieja
bandera inglesa del progreso.
En la “guerra fría” nace la
ideología del crecimiento. El presidente Truman inaugura en 1949 la época del
desarrollo generalizable en su famoso discurso sobre el desarrollo en el mundo,
en el que devalúa a todos los países que no tienen una industrialización
avanzada, como la de EUA; según él, están subdesarrollados y deben hacer todos
los esfuerzos para salir de esta condición degradada.
Nacen poco después las
instituciones mundiales y regionales “para el desarrollo” e inician las
“décadas por el desarrollo”. Además, se aceptan en mayor escala las ideas del
“bienestar social”, para contrarrestar la influencia de la URSS. La campaña
funcionó algunas décadas, pues se logra un crecimiento económico histórico en
los países poderosos del “mundo libre” e inclusive en algunos países
“subdesarrollados”, como México, entre 1945 y 1975: “los treinta años
gloriosos”.
En este periodo, EUA ensaya nuevas
formas de promover el consumo en el mundo, por medio de ciertas técnicas
empresariales, como: el “marketing” o mercadotecnia (según los
latinoamericanos) que incluye la utilización de una publicidad refinada; el
fácil acceso al crédito para el consumo y la obsolescencia programada en gran
escala. La economía de crecimiento convierte en estas décadas a los países
industrializados en sociedades de crecimiento, caracterizadas por una vida de
consumo y trabajo en exceso.
La gran euforia de los años 60 se
estrella en los años 70 con el freno del crecimiento económico en los países
industrializados, por la primera crisis del petróleo (agotamiento del petróleo
convencional en EU) y la aparición de significativas cifras de desempleo debido
a cambios tecnológicos. Ante la apremiante necesidad de retomar el crecimiento
económico, los países poderosos adoptan en los años 80 un cambio radical a las
ideas del desarrollo, e introducen la privatización de los bienes públicos, los
recortes masivos de personal, la desregulación, la financiarizaciòn de la
economía, el Libre Comercio, la eliminación del “bienestar social” ; adoptan el
neoliberalismo que permite la recuperación del crecimiento de los países
poderosos, muy especialmente de EUA, sin importar los resultados sociales y
ambientales que tenga este cambio, especialmente en los países empobrecidos por
las deudas generadas por las políticas de las décadas de desarrollo.
En el siglo XX se impone en el
mundo la idea del desarrollo y el crecimiento
¡Descrecimiento o colapso!