¡Defendamos la cultura campesina y la urbicultura!
Ante las catástrofes pronosticadas, para los próximos
años, por la emergencia climática, ecológica, cultural, social, económica y
política.
¡Descrecimiento o colapso!
Miguel Valencia Mulkay
Primera parte
3 de marzo de 2023
El decreto de López Obrador del 14 de febrero pasado es un
hecho histórico: prohíbe el uso de maíz transgénico para el consumo humano de
masa y tortilla y ratifica la voluntad del gobierno mexicano, de seguir en la
eliminación paulatina del herbicida glifosato, agroquímico utilizado en gran
escala en los cultivos de maíz transgénico, declarado cancerígeno por
organizaciones internacionales como la OMS, e importado de otros países.
Establece una fecha límite para su eliminación total: 31 de marzo de 2024. Las
semillas transgénicas requieren grandes cantidades de glifosato.
Este decreto entraña un cambio radical en la manera de ver
las bases en las que se sostiene el consumo y la producción de maíz en México;
este cambio implica una guerra por el maíz, contra EEUU (y de paso, contra la
Unión Europea, (https://www.jornada.com.mx/2023/02/21/opinion/014a2pol)), país que le impuso a México, por
medio del TLC, el consumo del maíz
transgénico cultivado en EEUU, con apoyo en grandes subsidios a sus
agricultores y la obligada eliminación de los apoyos a los campesinos
mexicanos, para trasladarlos a los cultivos en México de maíz transgénico.
Detrás de este decreto está la abrumadora cantidad de información
que se ha difundido en los últimos 60 años, en torno a los terribles impactos
socioambientales de los productos químicos que se utilizan en la agricultura
industrializada, hipertecnificada, junto con la también abrumadora cantidad de
información que se ha difundido en el mundo en los últimos 30 años, en torno a
los grandes impactos socioambientales de las semillas OGM o transgénicas
(biotecnología). Era ya necesario que se ventilara este conflicto en ambos
países. México es el país de origen del maíz.
Los grandes afectados por este decreto están furiosos: los
gobiernos de EEUU y la Unión Europea, sus multinacionales químicas (BASF,
Bayer-Monsanto, Dow, Dupont), comercializadoras de granos (Cargill, Archer
Daniells y otras que controlan los mercados mundiales) y sus organizaciones de
agricultores de Iowa y otros estados, se muestran dispuestos a unir esfuerzos
para invertir grandes cantidades de dinero, con el fin de eliminar este decreto
que pone en riesgo la inmensa estructura comercial, legal, política internacional que han creado en las
últimas cuatro décadas, con el fin de controlar los cultivos de cereales en el
mundo y los estómagos de los pueblos(Henry Kissinger).
Para empezar la batalla, ellos difunden muchas mentiras o
verdades a medias, tales como que no hay base científica para rechazar el
glifosato y las semillas transgénicas; que se viola el tratado de libre
comercio TMEC; que se elevaría mucho en México el precio del maíz y que se
provocaría hambre; que México tardaría muchos años en lograr autosuficiencia en
la producción de maíz. Por supuesto, una sociedad bien informada, consciente de
lo que pasa con las tortillas que comemos, en algunos meses podría remontar
estos desafíos, por medio de una movilización espontánea extraordinaria. Se
trata de una invasión extranjera.
En muchos frentes de nuestro país se pregunta ¿Cuál es la
alternativa al rechazo a la importación de maíz transgénico de EEUU? ¿Cuál es
la alternativa al uso del glifosato o de los agroquímicos en los cultivos de maíz
en el mundo? En algunos frentes de nuestro país (ecologistas-ambientalistas) se
pregunta ¿Cuál es la alternativa a los agroquímicos y las semillas transgénicas
en México ante la emergencia climática y ecológica y el colapso global de los
equilibrios políticos y económicos?
En mi opinión, la alternativa a la importación de maíz
transgénico de EEUU y al uso de semillas transgénicas de maíz y del glifosato u
otros agroquímicos, consiste en lograr la defensa, la protección
multidimensional (comunitaria, social y gubernamental) a los campesinos
mexicanos que pueden cultivar maíz sin utilizar semillas transgénicas y
glifosato u otros agroquímicos tanto para fertilizar la tierra como para no
utilizar herbicidas químicos porque, con la guía de antropólogos, en sus
cultivos pueden utilizar técnicas artesanales ancestrales muy cercanas a las
utilizadas en los cultivos prehispánicos.
Hay evidentes ventajas y beneficios en sustentar la
producción de maíz del país en pequeños productores, en campesinos auténticos.
Además de contar con un maíz libre de productos químicos cancerígenos y de mayor
calidad alimenticia en las tortillas que consumen, los vecinos de los barrios,
colonias, pueblos, municipios, alcaldías, podrían controlar mucho la producción
del maíz que consumen: su calidad, sus cantidades, sus precios. Podrían crear
millones de ocupaciones de buena calidad y resistir los embates culturales,
sociales, económicos y políticos de los gobiernos muy poderosos.
Por medio de la autonomía alimentaria que las comunidades podrían
lograr de esta manera, se podrían fortalecer sus capacidades de resistencia
ante las colosales amenazas que entrañan el colapso del clima, la diversidad
biológica y cultural, la alimentación, la seguridad personal y la salud, las
economías de los más pobres y los derechos políticos de los más vulnerables.
Con muy buenas bases, se pronostican hoy día muchas catástrofes nacionales y
globales.
La firme defensa de los campesinos que producen maíz en
pequeña escala, con técnicas artesanales, ancestrales, podría conducir en un
primer período a una movilización social ( redes, colectivos, organizaciones) que
buscaría acercarse a las familias y comunidades que pueden o podrían cultivar
maíz sin utilizar semillas transgénicas y glifosato u otros agroquímicos y que
sean cercanas a los barrios, colonias, ejidos, pueblos o ciudades donde residen
los que se movilizan; además, esta movilización podría llevar a la realización
de asambleas locales o regionales, para discutir las formas de acercar los productores
de maíz a los consumidores de este producto, cercanos a ellos¸
Podría implicar, además, la creación de redes de cuenca o
ecorregión, para controlar los excedentes de maíz y acordar
sus intercambios, con base en los principios de solidaridad, reciprocidad y
complementariedad.
Podría implicar acuerdos nacionales, para demandar a los
gobiernos acciones tales como la introducción de aranceles a la importación de
maíz transgénico de EEUU, la eliminación de los enormes subsidios que reciben
los agricultores mexicanos que utilizan fertilizantes y herbicidas químicos y
semillas transgénicas, la entrega de grandes subsidios a los campesinos que
pueden cultivar maíz sin utilizar semillas transgénicas y glifosato y otros
agroquímicos. Podría implicar, además, apoyos a la investigación antropológica
en torno a las técnicas artesanales, ancestrales que se utilizaban en el
cultivo del maíz, en épocas preindustriales y épocas prehispánicas.
También, podría implicar el establecimiento de acuerdos entre
comunidades de productores de maíz que todavía tienen prácticas de cultivo de
maíz preindustriales o que podrían dominarlas en poco tiempo y / o entre
familias que quieren dedicarse a rescatar estas prácticas y grupos de vecinos
de barrios, colonias, pueblos, ciudades que se podrían comprometer a comprar
parte de su producción del año.
Podría implicar, también, la creación de redes nacionales,
para el establecimiento de redes internacionales de solidaridad, reciprocidad y
complementariedad, de productores y consumidores de maíz o de cereales libres
de transgénicos y de agroquímicos. Desde hace más de 30 años, las
organizaciones nacionales de campesinos se han vinculado en redes nacionales,
regionales y continentales y en la red mundial llamada La Vía Campesina.
Por otra parte, la protección de los auténticos campesinos en
México podría implicar, también, la aparición de productores urbanos de
hortalizas en ventanas, azoteas, jardines y huertos urbanos, - la urbicultura o
agricultura urbana-, productores que podrían conformar acuerdos de barrio,
colonia, pueblo o ciudad, para concentrar excedentes de su producción y acordar
sus intercambios, con base en los principios de solidaridad, reciprocidad y
complementariedad.
La creación de asociaciones de alcaldías o municipios, de
consumidores y productores de maíz u hortalizas u otros cereales, con el
propósito de conservar o proteger los cultivos urbanos y de maíz periurbanos,
sin la utilización de semillas transgénicas y agroquímicos, serían grandes
conquistas de esta defensa de la auténtica cultura campesina.
La urbicultura podría ser una gran respuesta de los
habitantes de barrios, colonias y ciudades, para enfrentar los efectos
devastadores de las catástrofes derivadas de los colapsos globales, como el
colapso climático, ecológico, cultural, social, económico y político.
La agroindustria requiere demasiado gas, petróleo y carbón,
para producir más de 5 toneladas de maíz por hectárea. Cerca de 8 calorías de
hidrocarburos para lograr una caloría de alimento. Necesita un consumo excesivo
de hidrocarburos, para fabricar sus fertilizantes, sus herbicidas y la
maquinaria que se requiere en sus monocultivos o desiertos verdes; también,
para transportar estos insumos a los terrenos de cultivo donde se utilizan y
luego, para transportar, con grandes mermas, sus cosechas a grandes bodegas y a
los centros de consumo y producción de alimentos que incluyen el maíz.
El excesivo uso de transporte y de bodegas que requiere la
agroindustria que implica muchas operaciones de carga y descarga del maíz en
bodegas y una gran merma del producto en estas operaciones además de consumir
enormes cantidades de gas y gasolinas, facilita la gran intermediación, la
especulación y el consecuente encarecimiento del maíz. La agroindustria mundial es una de las
mayores productoras de gases y humos que dañan el clima.
Ante los embates de los gobiernos más poderosos del mundo,
como EEUU y la UE y sus muy poderosas empresas multinacionales, en México
resulta fundamental el combate contra la deslocalización de la producción y el
consumo de alimentos: es excesiva la distancia que existe entre el lugar de
producción de un alimento y el lugar de su consumo. Mientras más lejos se produce un alimento más
daño se hace al clima, la ecología y el ambiente, más baja es la calidad del
alimento y mayor es el riesgo de elevaciones radicales de los precios de los
alimentos y del número de personas que padecen hambre.
Este regreso de la cultura campesina es la mejor salida al
callejón sin salida en el que nos metió hace más de un siglo la
industrialización de los cultivos de alimentos. Desde la histórica denuncia de
Rachel Carson (Silent Spring, 1962), de los efectos de las fumigaciones
químicas realizadas por la agroindustria, esta industria se fuga hacia adelante
periódicamente, para seguir igual. Como lo señalaba EF Schumacher (Small is
Beautiful) hace más de 50 años, los criterios uniformizantes de la industria
chocan con la diversidad biológica.
Ante las catástrofes pronosticadas, para los próximos
años, por la emergencia climática, ecológica, cultural, social, económica y
política.
¡Descrecimiento o colapso!
¡Defendamos la cultura campesina y la urbicultura!
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