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martes, 21 de febrero de 2012

Miguel Valencia: LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA EN MÉXICO ----> Quinto coloquio de Descrecimiento

LA TRANSICIÓN ENERGÉTICA EN MÉXICO: HACIA LA ERA POSTPETROLERA.

Miguel Valencia Mulkay

Ponencia para el Quinto Coloquio de Descrecimiento - 24 de julio de 2008

Muy malas noticias hemos recibido en los últimos años, la mayor parte ligadas al consumo de petróleo que no por esperadas resultan menos ominosas. Más de un millón de personas han sido asesinadas en Irak y Afghanistan, por la invasión estadounidense; la desaparición de grandes porciones de los glaciares de la Antártica; la duplicación o triplicación de los precios mundiales de los cereales; el disparo mundial de las cifras de la violencia contra las mujeres, los niños, los ancianos y los emigrantes; los costos sin precedente de la destrucción causada por los huracanes, tifones, inundaciones, sequías, incendios forestales; 54 países son ahora más pobres que en 1990; mil millones de personas no tienen acceso al agua potable; este verano el polo norte aparece sin hielo. La era del petróleo empieza a enseñar su peor cara: el desplome, derrumbe o desfondamiento ecológico, social y político del mundo que conocemos; pero, no se trata del fin del mundo sino del fin de un mundo: el mundo del petróleo barato en el que hemos vivido desde hace muchos años.
La era del petróleo iniciada al final del Siglo 19 ha sido una época de horror, marcada por guerras sin paralelo en la historia, por la rápida destrucción de culturas, identidades, especies, habitats, ríos, mares, lagos; por el explosivo crecimiento de la población, del consumo, de la producción de basura y residuos peligrosos, y de la urbanización; por la destrucción del tejido social; por la emergencia de una tiranía mundial basada en la ciencia y la tecnología y por la aparición de amenazas apocalípticas, como las fallas nucleares, la nube nano tecnológica o el descontrol genético, además de las amenazas gemelas: el Pico del Petróleo y el Cambio Climático. La era del petróleo ha destruido virtualmente toda capacidad local de autosuficiencia y autonomía, ha concentrado en pocas manos los hilos del poder mundial y ha centralizado las decisiones importantes como nunca en la historia, con lo cual ha generado tales adicciones y dependencias sociales que ahora resulta muy difícil pensar en una transición energética que no sea catastrófica o apocalíptica. No hay manera de ignorar estos escenarios, los que deben ser la principal consideración social, económica y política con relación a la transición energética.
Otras noticias también nos hacen pensar que el final de la era del petróleo se acerca: la extracción de petróleo en aguas profundas o en el Ártico; el rápido crecimiento de la industria de agrocombustibles; la febril construcción de plantas hidroeléctricas, de granjas solares y de postes eólicos; la creciente presión política a favor de la energía nuclear; las declaraciones del Panel Científico Internacional con relación al calentamiento global; la declinación de la industria automotriz; la radicalización del militarismo y la lucha contra el terrorismo; la proliferación de grupos de estudio y acción social y política en torno a la energía, el medio ambiente y el descrecimiento, y desde luego: las tendencias de los precios mundiales del petróleo y la decadencia de EUA, como potencia mundial, como señales o indicios del principio de una transición energética mundial. La declive de México en los últimos 25 años, su enorme dependencia cultural, económica y política, su excesiva devastación ecológica y social, su polarización política, su guerra en aumento contra el narcotráfico, el desquiciamiento de PEMEX en los últimos 10 años, entre otros aspectos, podemos reconocerlos como efectos regionales del final de la era del petróleo y del principio de la transición energética en nuestro país. El gran debate nacional sobre la reforma petrolera en 2008, es sin lugar a dudas una consecuencia de los efectos mundiales de la cuestión energética.
Sin embargo, el final definitivo de la era del petróleo puede resultar de colapsos bastante más graves a los que ahora vemos. Pocos en el mundo se dan cuenta de cuánto dependemos del petróleo para sobrevivir y pocos inversionistas y políticos se atreven a reconocer en público la posibilidad de un colapso mundial a causa de la producción pico del petróleo. Debido a la excesiva manipulación gubernamental y empresarial de la información y la opinión, y a la extrema falta de conciencia de la gran mayoría de la población mundial, con respecto al tema energético, se puede provocar un final abrupto y catastrófico de la era del petróleo. En pocas semanas, se puede desatar un pánico nunca visto en la historia humana que puede acabar con todos los sistemas que conocemos. Puede ser que en esos días nos sea muy difícil conseguir alimentos para nuestras familias, debido al colapso de la producción y la distribución, a causa de los precios prohibitivos del petróleo. Pueden derrumbarse en pocas semanas gobiernos, instituciones, valores y símbolos dominantes. Repentinamente el dinero, la propiedad y el empleo pueden servir de muy poco en esas circunstancias.
El consumo de energía, después de cierto umbral, como dijo Ivan Illich, destruye la relación entre los seres humanos. La convivencia humana desaparece cuando hay un exceso en el consumo de energía; la persona humana se desquicia: la toxicomanía, el alcoholismo, la huida en lo virtual, los deportes violentos, revelan la existencia de este consumo excesivo de energía. Podemos agregar que este consumo también destruye las bases de nuestra supervivencia: arruina los dones de la naturaleza y degrada totalmente el medio ambiente. Estados Unidos rebasó este umbral, probablemente desde el Siglo 19: en justicia, debería reducir sus consumos de energía al menos unas diez veces. Europa los debería reducir unas siete veces; la clase media mexicana los debería reducir al menos a la cuarta parte, para frenar el desastre que se nos viene encima. Me parece por lo tanto perentorio que los ciudadanos mexicanos empiecen a tomar conciencia de los terribles peligros y calamidades que acarrea el consumo del petróleo que es el fundamento de los excesivos consumos de energía. Es el momento de iniciar una gran movilización nacional para REDUCIR RADICALMENTE EL CONSUMO DE PETRÓLEO, PARA REDUCIR RADICALMENTE EL CONSUMO DE ENERGÍA, como la principal propuesta política, económica y social frente a las amenazas del fin de la era del petróleo y del cambio climático. Tenemos muy poco tiempo para reaccionar.
Es apremiante que abandonemos el uso frecuente de automóviles, aviones o trenes rápidos; que dejemos de consumir alimentos, vestimentas y útiles importados; que evitemos utilizar demasiados equipos e instrumentos para subsistir; que dependamos menos del Estado y del Mercado. Es urgente que denunciemos a la Economía y a la Tecnociencia, como cultos perniciosos para la humanidad; que terminemos ya con la ideología del progreso, del desarrollo y de la modernidad; que nos liberemos de la megamáquina que nos convierte en un engrane del sistema; que nos alejemos de la sociedad de consumo y del trabajo. Es perentoria una relocalización generalizada de la política, de las formas de vida y de las economías; que nos acerquemos al campo y a las actividades manuales; que volvamos a la frugalidad y a la diversidad cultural; que reaprendamos la gratuidad, la naturaleza y reencontremos la autenticidad de la vida; que tenga para nosotros otro sentido el tiempo y el espacio. Es indispensable cambiar radicalmente las instituciones modernas y cambiar nuestra visión del mundo: es necesario resimbolizar al mundo, adoptar otros valores. Es apremiante: Revalorizar, Reconceptualizar, Reestructurar, Redistribuir, Relocalizar, Reducir, Reutilizar, Reciclar, Rehabilitar, Reinventar, Ralentizar, Restituir, Recomprar, Renunciar, entre las muchas Rs que se han propuesto en el mundo. Tienen que decrecer aquellos que más huella ecológica tienen en nuestra sociedad mexicana. Descrecimiento equitativo y radical.
No sólo el cambio en nuestra forma de vida es indispensable para hacer frente a la amenaza del Pico del Petróleo y del Cambio Climático; es necesario también resistir los embates del Sistema-Mundo; del Sistema Norte América o TLC; del Sistema Nacional y del Sistema Local. Es necesaria la resistencia social y política frente aquellos que quieren negar o minimizar la importancia de la reducción radical en el consumo de petróleo y de la energía en general; frente aquellos que creen en las soluciones científicas y tecnológicas; frente aquellos que creen que la transición energética consiste en impulsar la adopción de las energías renovables, como Mario Molina, Greenpeace y la mayor parte de los ambientalistas. Los nichos de negocio que abre el final de la era del petróleo sólo sirven para evadir el predicamento principal: el despilfarro de energía que caracteriza a esta depredadora era de petróleo barato. Ni la ecoeficiencia preconizada por los empresarios, ni las fuentes renovables de energía, sirven para enfrentar a las amenazas gemelas.
Para hacer frente a la transición energética en México, es indispensable impulsar la movilización nacional por el descrecimiento en el consumo de petróleo y de energía en general; una movilización de conciencias, para conjurar la gran probabilidad que existe de una catástrofe humanitaria en nuestro país: Hay que dejar atrás al petróleo, por medio de una vida frugal y austera; por medio de actividades convivenciales. Es necesario organizar grupos de descrecimiento en comunidades, instituciones y ciudades.

¡DESCRECIMIENTO O BARBARIE!

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