¿Fue Iván Illich un precursor
del descrecimiento?
Jean Robert
Cierto malestar que necesita clarificarse
Un viejo malestar,
del que no dejé de hablar con Miguel desde una reunión en Puebla en 2013,
justifica el título de esta plática. Es una pregunta que, hasta la fecha, no
había abordado frontalmente. Lo hago ahora.
No se trata de un “desacuerdo” entre
Miguel y yo, como lo pueden haber pensado los testigos de nuestra controversia.
Se trata más bien de precisar ciertas indubitables coincidencias y de
clarificar divergencias entre nosotros.
¿Una simple cuestión de palabras ?
Primero, hay una cuestión de vocabulario:
2002 es el año de la muerte de Illich y, con algunos meses de diferencia, del
principio de la carrera de la palabra decrecimiento,
que no hacía parte del léxico de Illich. Dicho esto, Illich era por excelencia
un crítico del crecimiento económico.
¿Una oportunidad de abordar la cuestión del género
bajo una perspectiva particular en este foro?
Illich pensaba que la equidad entre los
géneros es una quimera en una sociedad en crecimiento económico.
Sus notas en El género vernáculo atestiguan que, para él, la igualdad es a fortiori imposible en une
sociedad en crecimiento económico. Ver al respecto sus observaciones sobre el
carácter inherentemente desigual de toda sociedad industrial.
No sé de ninguna sociedad industrial donde las mujeres estén en
igualdad económica con los hombres. A las mujeres siempre les toca la menor
parte de todo lo que la economía es capaz de medir. Las obras que exponen este
sexismo económico se han multiplicado recientemente. Documentan la explotación
sexista, denuncian su injusticia, la describen como una nueva versión de un mal
milenario y proponen teorías explicativas que combinan con estrategias
reparadoras. Los patrocinadores institucionales – las Naciones Unidas, el
Consejo Mundial de Iglesias, los gobiernos, las universidades – promueven la
proliferación de reformadores profesionales, que forman un sector nuevo del
crecimiento[1].
Ciertos países con economía creciente
pueden tender a una igualdad perfecta de ingresos, pero siempre habrá que
preguntarse si, en estos países, la búsqueda de una igualdad perfecta no
disimula la creación de desigualdades inéditas.
Ahora bien: lo que Illich veía como una
característica insuperable de toda economía en crecimiento, las y los que se
opusieron a él en su seminario de Berkeley del otoño de 1982 lo veían como un
vestigio del viejo orden patriarcal que la abundancia económica acabará con
desarticular.
¿Vieja polémica o controversia pendiente?
¿A que me refiero con Berkeley-1982 ?
Contestar nos lleva al corazón de una vieja polémica. En 1982, Illich, ocupando
la posición de “Regent Lecturer” de
En mi controversia con Miguel, me
preguntaba si el movimiento del descrecimiento no podría considerar necesario
distinguir entre dos tipos de crecimiento: el crecimiento de las cantidades de
bienes y servicios producidos y el crecimiento de la dependencia del mercado
sin aumento o con una disminución de las cantidades producidas. Temía yo que,
al no hacer esta distinción, la palabra descrecimiento pudiera llegar a
funcionar como un slogan justificando medidas de austeridad desde arriba en una
economía en la que la producción no crece. Al respecto, me parece que la diferencia entre una “austeridad”
impuesta desde arriba y una austeridad fundada en límites definidos abajo
es también un tema por debatir.
Creo personalmente, pero puedo
equivocarme, que nos estamos orientando hacia un modelo de sociedad industrial
de crecimiento del nexo económico sin crecimiento de las producciones. En tal
sociedad podría surgir una demanda de ideología del decrecimiento (sin s).
Más allá del crecimiento cero
Los que, como por ejemplo Herman Daly,
cuestionaban el modelo de sociedad en crecimiento en los años 1970 y 1980 no
iban más lejos que proponer un crecimiento cero. En su crítica del crecimiento
económico, Illich iba mucho más allá de las propuestas de crecimiento cero.
David Cayley, en un libro reciente, llega a decir que su posición se asemejaba
a una propuesta de decrecimiento. Illich escribió:
…el sexismo no disminuirá sino “al precio” de una contracción de la
economía. La condición necesaria, aun que todavía insuficiente, para producir
el declive del sexismo, es la reducción de la relación monetaria y la expansión
de las formas de subsistencia fuera del mercado, fuera de la economía.
Hasta hoy, dos realidades motivaban poderosamente la adopción de
medidas de crecimiento negativo: la degradación del medio ambiente y la
contraproductividad paradójica. Una tercera se viene a añadir ahora: es
necesario el crecimiento negativo para reducir el sexismo[2].
Necesarios matices
La desigualdad inherente a las sociedades
en crecimiento económico no es una supervivencia del orden patriarcal sino que
es relativa al sexismo inherente a
toda sociedad industrial. En otras palabras, el crecimiento económico vuelve la
equidad entre mujeres y hombres imposible y fomenta el sexismo.
A la pregunta ¿qué es el sexismo? Illich
contestaba que la demostración de la relación entre el sexismo y la economía
requiere la construcción de una teoría. Pero aclaró también que prefería
esclarecer su razonamiento teórico mediante ejemplos, antes que cargarlo de
datos.
Si la patriarcalera – como dice Defensa
Zapatista - es un vestigio del pasado, el sexismo es una realidad nueva, propia
de las sociedades industriales. So pretexto de abolir las diferencias, lleva a
las mujeres a envidiar a los hombres y recíprocamente y promueve formas de
igualdad formal que fomentan nuevas desigualdades.
El sexismo es una forma de discriminación
cercana al racismo. Nace en la sombra de una promesa nunca cumplida de igualdad
entre hombres y mujeres. El patriarcado es una forma de inequidad entre los
géneros común en las sociedades occidentales del pasado que sometían las
mujeres a los hombres.
Leyes igualitarias que fomentan nuevas desigualdades
Desde principios de los años 2000, los
países miembros de
Algunos trabajos de la historiadora
Barbara Duden[3] muestran como estas leyes
fomentan nuevas formas de desigualdad y de “penibilidad” impuesta
específicamente a las mujeres.
Siguiendo las directivas de
Permite reordenar las competencias y
obligaciones de mujeres y hombres en un sentido que sirve intereses de mercado
y fomenta una feminización de las molestias.
Se trata de liquidar el modelo del
proveedor económico. Barbara Duden ha investigado el costo de esta liquidación
para las mujeres.
En 2010, en Alemania, se promulgó una
reforma legal fundamental de las estructuras sociales del Estado y del mercado
del trabajo llamada Agenda 2010. Se
trataba de crear todo un abanico de leyes poniendo en práctica la igualdad
entre los géneros, las Leyes Hartz,
cuyo fin económico – nunca alcanzado – era reducir a la mitad los tiempos de
desempleo. Se trataba de “profesionalizar”, es decir integrar al mercado, las
ayudas que los miembros de una familia o de una comunidad solían brindarse
gratuitamente. Se perfila aquí la figura de lo que hemos llamado el crecimiento del nexo económico, un
ghetto de los servicios personales que, en tiempos de decrecimiento de la
producción industrial en Alemania es el principal sector en crecimiento. Este
sector ofrece empleos inestables, sin posibilidad de promoción ni
compensaciones sociales de los que 70% de las Alemanas dependen.
Antes de estas reformas legales, las
mujeres ganaban en promedio 19% menos de lo que ganan los hombres a
calificaciones iguales. No tengo datos estadísticos correspondiendo a la nueva
situación, pero se ve claramente que las leyes Hartz no han fomentado una
repartición equitativa del trabajo remunerado entre mujeres y hombres, sino una
competencia entre mujeres para empleos cada vez más escasos, precarios y de
corta duración. Además, incitan a las candidatas a uno de estos empleos a
esconder sus calificaciones para obtenerlo.
Lo que hacen las leyes Hartz es
profesionalizar ayudas domésticas que solían ser gratuitas, en otras palabras,
fomentar un mercado de cuidados baratos en competencia con los cuidados
informales que los miembros de una comunidad, de una familia y los vecinos se
solían prestar gratuitamente. Son un caso ejemplar de crecimiento por intensificación del nexo económico.
Estamos frente a una reestructuración
radical de las competencias de los hombres y de las mujeres cuyos costos recaen
principalmente sobre las mujeres. En palabras de Janine Brodie, asistimos a una
erosión y una re-intensificación simultáneas de las diferencias sexuales. Eso podría ser una definición del sexismo.
Hablé de “Berkeley-
En 2018, la idea de una liberación de las
mujeres por el crecimiento del sector de los servicios ha perdido su
credibilidad entre la gente razonable. Son cada vez más numerosas las personas
que reconocen que la reducción del nexo monetario es necesaria y que eso
significa un descrecimiento de la economía. En Alemania, en tiempos de recesión
de la producción industrial, lo único que crece es el nexo económico, es decir
la dependencia de la gente de productos de mercado.
Preparé esta plática en el pleno
conocimiento de que se podrá pensar que, siendo hombre, no me toca decir estas
cosas. Solo puedo contestar que intenté hacer oír la voz de una gran amiga, la
historiadora Barbara Duden.
En tanto a la pregunta que me sirvió de
título, ustedes juzgarán, esperando que sabrán hacerlo con matices. La
propuesta de Illich era un crecimiento
negativo para reducir el sexismo. El crecimiento combinado con la igualdad es
una fantasía.
…pienso que ha llegado el tiempo de trastornar las estrategias
sociales, de reconocer que la paz entre los hombres y las mujeres, cualquiera
que sea la forma que puede asumir, depende de la contracción de la economía y
no de su expansión. Hasta hoy, ni la buena voluntad ni la lucha, la legislación
o la tecnología han podido contrarrestar la explotación sexista que es
característica de la sociedad industrial[4].
[1] Iván Illich, El género vernáculo, Obras reunidas II, México: Fondo de
Cultura Económica, 2008, p. 185.
[2] Op. cit., p. 194, 195.
[3] “El género neutro y la nueva precarizad de la
condición femenina. Feminismo y crisis de las estructuras de “poder por la
satisfacción de las necesidades”.
[4] Op. cit., p. 195.
No hay comentarios:
Publicar un comentario