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lunes, 17 de enero de 2022

 

¿Fue Iván Illich un precursor del descrecimiento?

Jean Robert

 

Cierto malestar que necesita clarificarse

Un viejo malestar, del que no dejé de hablar con Miguel desde una reunión en Puebla en 2013, justifica el título de esta plática. Es una pregunta que, hasta la fecha, no había abordado frontalmente. Lo hago ahora.

     No se trata de un “desacuerdo” entre Miguel y yo, como lo pueden haber pensado los testigos de nuestra controversia. Se trata más bien de precisar ciertas indubitables coincidencias y de clarificar divergencias entre nosotros.

 

¿Una simple cuestión de palabras ?

     Primero, hay una cuestión de vocabulario: 2002 es el año de la muerte de Illich y, con algunos meses de diferencia, del principio de la carrera de la palabra decrecimiento, que no hacía parte del léxico de Illich. Dicho esto, Illich era por excelencia un crítico del crecimiento económico.  

 

¿Una oportunidad de abordar la cuestión del género bajo una perspectiva particular en este foro?

     Illich pensaba que la equidad entre los géneros es una quimera en una sociedad en crecimiento económico.

     Sus notas en El género vernáculo atestiguan que, para él, la igualdad es a fortiori imposible en une sociedad en crecimiento económico. Ver al respecto sus observaciones sobre el carácter inherentemente desigual de toda sociedad industrial.

 

No sé de ninguna sociedad industrial donde las mujeres estén en igualdad económica con los hombres. A las mujeres siempre les toca la menor parte de todo lo que la economía es capaz de medir. Las obras que exponen este sexismo económico se han multiplicado recientemente. Documentan la explotación sexista, denuncian su injusticia, la describen como una nueva versión de un mal milenario y proponen teorías explicativas que combinan con estrategias reparadoras. Los patrocinadores institucionales – las Naciones Unidas, el Consejo Mundial de Iglesias, los gobiernos, las universidades – promueven la proliferación de reformadores profesionales, que forman un sector nuevo del crecimiento[1].

 

     Ciertos países con economía creciente pueden tender a una igualdad perfecta de ingresos, pero siempre habrá que preguntarse si, en estos países, la búsqueda de una igualdad perfecta no disimula la creación de desigualdades inéditas.

 

     Ahora bien: lo que Illich veía como una característica insuperable de toda economía en crecimiento, las y los que se opusieron a él en su seminario de Berkeley del otoño de 1982 lo veían como un vestigio del viejo orden patriarcal que la abundancia económica acabará con desarticular.

 

 

¿Vieja polémica o controversia pendiente?

     ¿A que me refiero con Berkeley-1982 ? Contestar nos lleva al corazón de una vieja polémica. En 1982, Illich, ocupando la posición de “Regent Lecturer” de la Universidad de Berkeley, se comprometió a dar ocho seminarios semanales sobre el tema de El género vernáculo. Sólo pudo dar siete de ellos, porque el tiempo del octavo seminario fue ocupado por una crítica de concepto de género de Ivan Illich - ampliamente divulgada a principio del 1983 por la revista Feminist Studies - por las profesoras feministas. Como lo escribe David Cayley en un libro reciente, la manzana de discordia no era principalmente la condición femenina, sino una valoración de la sociedad industrial. Una sociedad industrial es necesariamente una sociedad de crecimiento económico. En ella, si no crece la producción de bienes y servicios, crece lo que Illich llamaba el nexo monetario o nexo económico. ¿Qué es el nexo económico? Es la intensidad de la dependencia del mercado en la obtención de la “canasta familiar”. También se puede definir como la presión de la “ley de escasez” sobre las actividades que permiten subsistir.

     En mi controversia con Miguel, me preguntaba si el movimiento del descrecimiento no podría considerar necesario distinguir entre dos tipos de crecimiento: el crecimiento de las cantidades de bienes y servicios producidos y el crecimiento de la dependencia del mercado sin aumento o con una disminución de las cantidades producidas. Temía yo que, al no hacer esta distinción, la palabra descrecimiento pudiera llegar a funcionar como un slogan justificando medidas de austeridad desde arriba en una economía en la que la producción no crece. Al respecto, me parece que la diferencia entre una “austeridad” impuesta desde arriba y una austeridad fundada en límites definidos abajo es también un tema por debatir. 

     Creo personalmente, pero puedo equivocarme, que nos estamos orientando hacia un modelo de sociedad industrial de crecimiento del nexo económico sin crecimiento de las producciones. En tal sociedad podría surgir una demanda de ideología del decrecimiento (sin s). 

 

Más allá del crecimiento cero

     Los que, como por ejemplo Herman Daly, cuestionaban el modelo de sociedad en crecimiento en los años 1970 y 1980 no iban más lejos que proponer un crecimiento cero. En su crítica del crecimiento económico, Illich iba mucho más allá de las propuestas de crecimiento cero. David Cayley, en un libro reciente, llega a decir que su posición se asemejaba a una propuesta de decrecimiento. Illich escribió:

 

…el sexismo no disminuirá sino “al precio” de una contracción de la economía. La condición necesaria, aun que todavía insuficiente, para producir el declive del sexismo, es la reducción de la relación monetaria y la expansión de las formas de subsistencia fuera del mercado, fuera de la economía.

Hasta hoy, dos realidades motivaban poderosamente la adopción de medidas de crecimiento negativo: la degradación del medio ambiente y la contraproductividad paradójica. Una tercera se viene a añadir ahora: es necesario el crecimiento negativo para reducir el sexismo[2].

 

Necesarios matices

     La desigualdad inherente a las sociedades en crecimiento económico no es una supervivencia del orden patriarcal sino que es relativa al sexismo inherente a toda sociedad industrial. En otras palabras, el crecimiento económico vuelve la equidad entre mujeres y hombres imposible y fomenta el sexismo.

     A la pregunta ¿qué es el sexismo? Illich contestaba que la demostración de la relación entre el sexismo y la economía requiere la construcción de una teoría. Pero aclaró también que prefería esclarecer su razonamiento teórico mediante ejemplos, antes que cargarlo de datos.

     Si la patriarcalera – como dice Defensa Zapatista - es un vestigio del pasado, el sexismo es una realidad nueva, propia de las sociedades industriales. So pretexto de abolir las diferencias, lleva a las mujeres a envidiar a los hombres y recíprocamente y promueve formas de igualdad formal que fomentan nuevas desigualdades.

     El sexismo es una forma de discriminación cercana al racismo. Nace en la sombra de una promesa nunca cumplida de igualdad entre hombres y mujeres. El patriarcado es una forma de inequidad entre los géneros común en las sociedades occidentales del pasado que sometían las mujeres a los hombres.     

 

Leyes igualitarias que fomentan nuevas desigualdades

     Desde principios de los años 2000, los países miembros de la Unión Europea promulgan leyes de igualación de mujeres y hombres frente a la Ley y al mercado del trabajo. 

     Algunos trabajos de la historiadora Barbara Duden[3] muestran como estas leyes fomentan nuevas formas de desigualdad y de “penibilidad” impuesta específicamente a las mujeres.

     Siguiendo las directivas de la Unión Europea, en 2006, Alemania promulgó una Ley general de trato igual. Examinemos a que o a quienes sirve:

     Permite reordenar las competencias y obligaciones de mujeres y hombres en un sentido que sirve intereses de mercado y fomenta una feminización de las molestias.

     Se trata de liquidar el modelo del proveedor económico. Barbara Duden ha investigado el costo de esta liquidación para las mujeres.

     En 2010, en Alemania, se promulgó una reforma legal fundamental de las estructuras sociales del Estado y del mercado del trabajo llamada Agenda 2010. Se trataba de crear todo un abanico de leyes poniendo en práctica la igualdad entre los géneros, las Leyes Hartz, cuyo fin económico – nunca alcanzado – era reducir a la mitad los tiempos de desempleo. Se trataba de “profesionalizar”, es decir integrar al mercado, las ayudas que los miembros de una familia o de una comunidad solían brindarse gratuitamente. Se perfila aquí la figura de lo que hemos llamado el crecimiento del nexo económico, un ghetto de los servicios personales que, en tiempos de decrecimiento de la producción industrial en Alemania es el principal sector en crecimiento. Este sector ofrece empleos inestables, sin posibilidad de promoción ni compensaciones sociales de los que 70% de las Alemanas dependen.

     Antes de estas reformas legales, las mujeres ganaban en promedio 19% menos de lo que ganan los hombres a calificaciones iguales. No tengo datos estadísticos correspondiendo a la nueva situación, pero se ve claramente que las leyes Hartz no han fomentado una repartición equitativa del trabajo remunerado entre mujeres y hombres, sino una competencia entre mujeres para empleos cada vez más escasos, precarios y de corta duración. Además, incitan a las candidatas a uno de estos empleos a esconder sus calificaciones para obtenerlo.

     Lo que hacen las leyes Hartz es profesionalizar ayudas domésticas que solían ser gratuitas, en otras palabras, fomentar un mercado de cuidados baratos en competencia con los cuidados informales que los miembros de una comunidad, de una familia y los vecinos se solían prestar gratuitamente. Son un caso ejemplar de crecimiento por intensificación del nexo económico.

     Estamos frente a una reestructuración radical de las competencias de los hombres y de las mujeres cuyos costos recaen principalmente sobre las mujeres. En palabras de Janine Brodie, asistimos a una erosión y una re-intensificación simultáneas de las diferencias sexuales. Eso podría ser una definición del sexismo.      

 

     Hablé de “Berkeley-1982”. Entonces, las profesoras feministas se escandalizaron por la profundidad de la brecha entre, por un lado su aceptación confortable del crecimiento de los servicios y su esperanza que aliviarán el quehacer aun “patriarcal” de las mujeres y, por otro lado, la crítica radical del crecimiento industrial formulada por Illich. Estas profesoras no podían prever que sus esperanzas  iban a concretarse en leyes de igualdad en la Unión Europea y particularmente en Alemania. Illich tuvo la “arrogancia” de proclamar que estas esperanzas eran un espejismo y fue “juzgado” por ello.            

     En 2018, la idea de una liberación de las mujeres por el crecimiento del sector de los servicios ha perdido su credibilidad entre la gente razonable. Son cada vez más numerosas las personas que reconocen que la reducción del nexo monetario es necesaria y que eso significa un descrecimiento de la economía. En Alemania, en tiempos de recesión de la producción industrial, lo único que crece es el nexo económico, es decir la dependencia de la gente de productos de mercado.

 

     Preparé esta plática en el pleno conocimiento de que se podrá pensar que, siendo hombre, no me toca decir estas cosas. Solo puedo contestar que intenté hacer oír la voz de una gran amiga, la historiadora Barbara Duden.

     En tanto a la pregunta que me sirvió de título, ustedes juzgarán, esperando que sabrán hacerlo con matices. La propuesta de Illich era un  crecimiento negativo para reducir el sexismo. El crecimiento combinado con la igualdad es una fantasía.

 

…pienso que ha llegado el tiempo de trastornar las estrategias sociales, de reconocer que la paz entre los hombres y las mujeres, cualquiera que sea la forma que puede asumir, depende de la contracción de la economía y no de su expansión. Hasta hoy, ni la buena voluntad ni la lucha, la legislación o la tecnología han podido contrarrestar la explotación sexista que es característica de la sociedad industrial[4].

 



[1] Iván Illich, El género vernáculo,   Obras reunidas II, México: Fondo de Cultura Económica, 2008, p. 185.

[2] Op. cit., p. 194, 195.

[3] “El género neutro y la nueva precarizad de la condición femenina. Feminismo y crisis de las estructuras de “poder por la satisfacción de las necesidades”.

 

[4] Op. cit., p. 195.

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