Aguas del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. Primera parte
El descrecimiento en los asuntos de las aguas.
Por Miguel Valencia Mulkay
19 de febrero de 2024
Desde el momento en que las aguas de cualquier río, lago, arroyo, represa,
manantial, acuífero- las aguas arquetípicas- entran en un tubo succionadas por
una bomba se vuelven otra cosa, cambia su naturaleza: pierden su origen y su
función ecológica, y se convierten inmediatamente en un producto industrial, en
una mercancía que puede entregarse en un lugar cercano o lejano a cambio de
dinero u otros servicios: tienen ya un propietario, público (El Príncipe) o
privado (El Inversionista).
El transporte convierte en mercancía
cualquier cosa, incluyendo a los seres humanos. Sin transporte, ningún producto
industrial puede existir. El agua transportada por grandes tubos y bombas se
convierte de esta manera en el más importante producto industrial del mundo: el
Estado y el Mercado pueden de esta forma fabricar necesidades, deseos y temores
que subordinan a las sociedades a sus propósitos de dominación.
Sin agua en grandes cantidades, es imposible tener una embotelladora de
Coca Cola, una Cervecería Modelo- Heineken, un Grupo Lechero Lala, una Agua
Nestlé-Pureza. Sin agua en grandes cantidades resulta imposible el
funcionamiento de un campo de golf, o un resort Vidanta o una cadena de
supermercados Wal Mart o de restaurantes Sanborns o de un Hotel Holiday Inn o
un café Starbucks.
Sin abundante abasto de agua a su disposición, es imposible tener industria
embotelladora, lechera, agrícola, alimentaria, química, de la salud, de la
educación, del transporte, turística, manufacturera o cualquier otra industria.
Convertidas ya en una mercancía, las aguas capturadas por los tubos y las
bombas de agua pueden ser opcionalmente “potabilizadas”, con productos químicos
(cloro, flúor y otros); ejemplo: planta de Berros, sistema Cutzamala, o pueden
ser mezcladas en grandes tanques con aguas de otros lugares; por ejemplo, con
aguas del Río Lerma o de Xochimilco o de pozos profundos, o inclusive con aguas
de otros orígenes, como de plantas de tratamiento.
Mas tarde, estas aguas ultra procesadas pueden ser entregadas a una red de
abastecimiento de agua de una ciudad o un pueblo o, a un solo gran consumidor
de agua, como un aeropuerto, una torre o un gran centro comercial.
Otras aguas extraídas con pozos profundos pueden abastecer una cervecera o
un desarrollo turístico o un campo de cultivo de alfalfa, a consecuencia de una
concesión del Estado (El Príncipe)
La historicidad de los tubos y las bombas de agua como servicios
industriales es tan incontestable como producto industrial es el agua que
entregan al final del tubo. Hacen su aparición en la pujante Filadelfia de hace
unos 225 años (años 90 del siglo 18), por la labor pionera de Benjamín Latrobe[1].
Los tubos y las bombas de agua y los drenajes nacen a consecuencia de la
atmosfera utilitarista, higienista, cientificista de Occidente (mundo
anglosajón protestante) que crea la revolución industrial en el mundo de habla
inglesa, una revolución conservadora como lo son todas las revoluciones que
tienen su origen en las más altas esferas del poder y el dinero; como lo son
las revoluciones tecnológicas.
El concepto urbanizador creado por Latrobe- diseñado para abastecer agua en
Filadelfia-, no fue bien recibido por sus habitantes: no era una demanda
popular; creció muy poco y estuvo a punto de desaparecer, pero, la burguesía
empresarial de esa ciudad empezó a darse cuenta del gran potencial de negocios
que podía ofrecer este concepto y lo rescata hacia 1838. En las siguientes
décadas lo adoptan otras grandes ciudades de Estados Unidos y del mundo.
Los gobernantes de los países que se industrializaban en los últimos siglos
(El Príncipe), o los grandes empresarios de sus multinacionales descubrieron
rápidamente el gran poder que les daban los tubos y las bombas a quienes logran
controlar estas instalaciones hidráulicas.
El Estado vio amenazado su poderío, por el servicio privado de agua
entubada- por su carácter inevitablemente monopólico. Desde entonces interviene
tanto como puede en su control, por medio de las concesiones de agua y procede
a controlar su instalación y distribución. El Estado se declara monopólico de
los servicios públicos que, por su naturaleza industrial, se vuelven monopolios
radicales.
Los tubos y las bombas pueden crear abundancia de agua en lugares donde hay
mucho dinero (urbanizaciones y barrios de lujo, zonas centrales de las
ciudades, campos de golf, cultivos de aguacate, crianza de ganado, industria
alimentaria), o pueden crear penurias o escaseces de agua donde hay mucha agua
y no mucho dinero (San Gregorio Atlapulco, San Pedro Atlapulco, Cocotitlán,
Cuautla, pueblos de Michoacán y el Estado de México, afectados por el sistema
Cutzamala). Operan como la moneda que crea artificialmente pobreza y riqueza.
El agua corriente entubada tuvo un origen empresarial. Fue concebida como
un servicio privado monopólico al igual que otros servicios, como el eléctrico
o el telefónico. No debe sorprendernos que los grandes empresarios hagan
permanentemente enormes esfuerzos, por adueñarse de los inventos urbanizadores
desarrollados originalmente por empresarios y realizar maniobras
internacionales coordinadas (Foro Mundial del Agua- Consejo Mundial del Agua-
Consejo Consultivo del Agua), con el propósito de que las constituciones de los
países y sus leyes reconozcan estos servicios públicos como naturalmente
privados y reduzcan al mínimo la intervención del Estado en su operación.
Las bombas y los tubos pueden hacer que el agua de
la cuenca o microcuenca fluya hacia donde está el dinero: hacia las embotelladoras, cerveceras,
lecheras y otras grandes industrias, cultivos de aguacate, campos de golf,
torres, hoteles y, por otra parte, pueden secar manantiales (San Gregorio
Atlapulco), pozos artesianos y por supuesto, los acuíferos de casi cualquier
territorio, y pueden hacer inaccesible el agua natural de cualquier pueblo,
ejido, barrio o colonia; pueden dejar sin agua, por meses o años, a muchas
comunidades urbanas y campesinas.
Además, las bombas y los tubos sirven para quitarle (robarle) el agua a
otras cuencas o microcuencas, por medio de trasvases o acueductos, como el del
Cutzamala, el Independencia de Hermosillo contra los Yaquis o el de
China-Monterrey, El Cuchillo o el de Querétaro II desde el Rio Moctezuma
(Panuco). También, sirven para provocar el rápido hundimiento de los suelos de
una microcuenca lacustre (Xochimilco) o una cuenca lacustre Valle de México.
Abundancias de agua en lugares que tienen poca agua natural o escaseces de
agua en lugares que tienen mucha agua natural, son los milagros que hacen los
tubos y las bombas de agua.
Está en la lógica de los tubos que el agua que en ellos se bombea, induzca
o provoque al final del tubo crecientes demandas de agua, permanentemente. A lo largo de los años, al final de los
grandes tubos de agua de la cuenca o microcuenca las actividades industriales y
de servicios crecen sin parar, al igual que la urbanización concentracionaria
que luego induce o provoca la aparición de la monstruosa megalópolis.
Los grandes corporativos del agua embotellada, como Coca Cola,
Modelo-Heineken o Nestlé, prefieren las aguas arquetípicas de los manantiales
históricos (Santa María, Perrier, Vichy, San Pellegrino, Tehuacán, Peñafiel) y
los acuíferos poco explotados (San Cristóbal): habitualmente, estas aguas
pueden tener menos contaminación que las aguas superficiales y tienen todavía
algunas sales minerales a las que se les atribuyen virtudes terapéuticas.
Las multinacionales han reconocido siempre la gran importancia del lugar
donde se extrae el agua: saben que el sabor natural del agua es muy importante:
aporta grandes ganancias. Hasta hace unas 4 décadas, el sabor del agua entubada
que se consumía en la ciudad de México era muy reconocido por quienes venían de
otros países. La introducción del agua embotellada en México acabó con ella,
con el apoyo del gobierno mexicano.
Por otra parte, los gobiernos se esfuerzan por ocultar o minimizar o
reconocer la importancia del lugar donde se extrae el agua: consideran el agua
como H2O; es decir: como un agua sin lugar u origen: sin sabor u olor naturales:
es un producto industrial uniforme en gran parte del territorio cuyo sabor
natural no interesa porque hay que “potabilizarlo”, con productos químicos como
el cloro, además, en buena parte este producto industrial será utilizado en
excusados o fregaderos o regaderas o lavado de autos y habrá que mezclarlo
frecuentemente con aguas de muy diferente origen, inclusive “tratada” del
drenaje, para poder dar el servicio.
Hace más de un siglo y medio, cuando empezó la introducción masiva del
abastecimiento de agua a las viviendas, por medio de tubos y bombas, en las
primeras ciudades que los y las adoptaron aparecieron grandes escurrimientos de
aguas servidas en las calles debido al exceso de consumo individual de agua que
provocó. Al menos se multiplicó 10 veces el consumo individual del agua.
Hubo que enfrentar estos escurrimientos callejeros construyendo drenajes,
como lo había hecho Londres, debido a las predicas de otro gran pionero de lo
que se ha llamado “La revolución sanitaria”: el inglés Edwin
Chadwick, discípulo del filósofo Jeremías Bentham, el buscador del hedonímetro
nacional (Jean Robert[2]),
o de búsqueda de “la mayor felicidad para el mayor número[3]”
Chadwick (1800- 1890) adopta el concepto de la “circulación” de Harvey,
cree que la “Sanidad” consiste en poner agua en tuberías, para la mayor
felicidad del mayor numero[4]
, Crea y enseña el mito de la economía sanitaria que florece hasta nuestros
días. Propone la construcción del drenaje de Londres, separando las aguas
servidas de las aguas de lluvia, pero, sus admiradores que lo construyeron, más
“prácticos”, no le hicieron caso.
Medio siglo después de que Latrobe introduce el agua entubada en
Filadelfia, en 1859 la ciudad de Chicago empieza a diseñar el primer proyecto
mayor de drenaje del país que se termina de construir en 1866: cubre solo la
octava parte de la ciudad. A pesar de descargar sus aguas a 30 pies bajo el
nivel del lago, desde el principio contaminó el agua de este Gran Lago[5].
Desde esa época, las ideas liberales impusieron la libertad de
contaminar los ríos, arroyos, canales, lagos, lagunas, manglares y mares, por
medio de las descargas de los drenajes creados para dar “sanidad” a las
ciudades y “productividad” a la industria. La libertad de
acumular dinero sin límites indujo la libertad de contaminar sin límites
los Suelos, las Aguas y los Aires.
En cambio, la histórica Libertad del Acceso al Agua en el lugar donde está
naturalmente: en el manantial, el arroyo, el río, el lago, el freático o la
cascada, para consumo individual o familiar de todo mundo; esta Libertad histórica
muere, con la instalación de tubos, bombas, plomería interior y drenajes.
Con grandes prédicas en torno a la higiene (Hygiea), la salud pública y la
felicidad de tener en el hogar WC y plomería, Chadwick y sus cientificistas
seguidores hace más de siglo y medio introdujeron un nuevo orden público: la
economía sanitaria (los drenajes) que eliminaría las miasmas, curaría la
ociosidad, abriría nuevas líneas de desarrollo para los hombres grandes y
pequeños y crearía la felicidad para todos[6].
Hacia 1845-1850, las clases altas de Londres empiezan a adoptar un nuevo
invento: el Wáter Closet o WC, creado por quién sabe quién, pero atribuido a
veces a un empresario: Thomas Crapper. Sin embargo, hacia 1849 se desata en esa
ciudad una epidemia de colera asiático que quita la vida a unas 20,000 personas[7]
.
Debido a la adopción del Water Closet, la caca aristocrática de Londres
había empezado a fluir hacia el río Támesis, oculta en el nuevo drenaje, como
lo hará este histórico invento inglés en las décadas siguientes y hasta
nuestros días, hacia los arroyos, ríos, lagos, lagunas, manglares y mares del
mundo, la mierda de las clases altas y medias de las ciudades que se han
modernizado, han progresado y se han desarrollado.
Jalar la cadena o la palanca del WC se convirtió desde hace más de un siglo
en el ritual realizado varias veces al día, por los integrantes de las
sociedades higienizadas, sanitarizadas, racionalizadas, modernizadas,
industrializadas, que no han querido saber nada de las consecuencias de
estos rituales diarios en las siguientes generaciones: quieren olvidar lo que
hicieron, por medio de un axioma moderno: el confort.
El agua hace fluir los excrementos hacia muy lejanos lugares; hace un
siglo, tardaban muchos años en regresar al lugar donde había salido; ahora,
cada año menos años.
Las ciudades y los pueblos, empezaron a mandar mensajes de mierda a pueblos
y ciudades río, barranca o cuenca abajo, como lo han hecho las ciudades junto o
cerca del río Misisipi, el Lerma o del río Tula- Moctezuma.
El WC o excusado inglés, con agua potable, se ha impuesto en el mundo como
símbolo del profundo desprecio que tiene la sociedad de crecimiento sin límites
por la sacralidad del agua, la diversidad biológica y cultural y la existencia
humana: defecar sobre el agua potable, es algo que no hacen los animales.
Iván Illich llama H2O a la materia que crea la sociedad industrial, un agua
que gorgotea en las tuberías y que puede venir del sedimento fangoso de un
drenaje[8]
La percepción social del agua como H2O- agua sin sabor ni olor- nace de un
conjunto de conceptos científicos de los siglos 18 y 19 popularizados por
científicos[9].
Los desarrollos científicos y técnicos del siglo 19 empezaron a
marginalizar el arte, la filosofía del agua y las tradiciones premodernas. El
credo cartesiano del hombre como maestro y dueño de la Naturaleza se volvió el
imperativo práctico de la sociedad tecnológica. Se eliminaron los limites históricos
frente al agua. En adelante, la factibilidad se convirtió en la única muestra
de conocimiento sobre el agua[10]
Desde hace más de dos siglos, los tubos y las bombas, y medio siglo
después, la plomería interior y los drenajes, han fabricado el agua de los
ricos y poderosos, por medio de tecnologías desarrolladas por inventores al
servicio de los ricos y poderosos y para beneficio y disfrute de los ricos y
poderosos. Les han dejado a los pueblos el agua tratada o la residual, o la muy
contaminada de los drenajes: mataron la antigua cultura de la conservación del
agua.
Aguas del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.
Primera parte
El descrecimiento en los asuntos de las aguas.
Por Miguel Valencia Mulkay
19 de febrero de 2024
[1] Water is a commons, HIC, 1994, Jean
Robert, p 56
[3] Mismo, p52
[4] Mismo p 52
[5] Mismo p 58
[6]
Water is a commons, Jean Robert, HIC, p 53
[7] El H20 o las Aguas del Olvido, Iván
Illich, 1993, Joaquín Mortiz, p 109
[8] H2O y las aguas del olvido,
[9] Water is a commons, Jean Robert, HIC,
1994, p 51
[10] Mismo p 68
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