VIAJAR CON LOS PIES EN LA TIERRA- MOVILIDAD JUSTA
Presentación
en el FESTIVAL COLECTIVO POR LA TRANSFORMACIÓN SOSTENIBLE DE LISBOA, PORTUGAL.
En el programa Movilidad Justa, Viajar con los pies en la tierra del grupo
ATERRA. Lunes 4 de octubre de 2021,
10.30 de la mañana, México. 16.30 Lisboa.
https://www.decrescimento.pt/posts/mobilidade-justa-viajar-com-os-pes-na-terra/
Por cientos
de miles de años, los seres humanos han viajado con los pies en la Tierra. En
la Edad de Piedra, los cazadores recolectores nómadas viajaban por el mundo con
sus pies en la tierra hasta hace unos 5,000 años cuando algunos grupos de seres
humanos empezaron a utilizar el caballo, cuando aparece la figura del guerrero.
Con el uso del caballo, crecientes grupos de seres humanos, consiguieron una
mayor velocidad en su movilidad y en sus viajes. La velocidad del caballo demostró
ser de gran utilidad en la guerra.
El caballo
facilitó las conquistas, la creación de estados e imperios y propició la
aparición de reyes y sacerdotes que empezaron a crear castas y jerarquías y viajar
sin los pies en la Tierra. Desde entonces, la velocidad se vuelve la cara
oculta del poder y la riqueza. Los poderosos del mundo empiezan a viajar a
mayor velocidad que los demás. Hasta las guerras napoleónicas la mayor
velocidad que podía alcanzar una persona era la del caballo a galope[1].
Virtualmente
toda población humana ha viajado con los pies en la Tierra a una velocidad de 3
kph hasta hace algunas décadas, como nómadas o migrantes a otros lugares y a
otros continentes o en peregrinaciones a la visita de santuarios o por el
comercio con lejanas tierras en la Ruta de la Seda. En América, sin embargo, el
imperio inca y el azteca logran sin caballos el sistema de correos más rápido
del mundo antes del ferrocarril a la prodigiosa velocidad de 100 km por día,
por medio de estafetas[2].
Hace más de 200
años concurren en Inglaterra las circunstancias necesarias para el nacimiento
de la revolución industrial y, simultáneamente, la revolución de los
transportes que desde entonces empiezan su reinado. Hacia 1840, los primeros
trenes de Francia apenas logran igualar los tres días de viaje que hacían las
diligencias que corrían entre París y Lyon, pero, solo 20 años después, en 1860,
Napoleón III pudo vanagloriarse de haber alcanzado la velocidad de 100 kph en
el trayecto París-Marsella[3].
Con el
nacimiento de la industria y los transportes aparece en la Europa occidental la
idea moderna de economía y la preocupación de la mayoría de sus habitantes de buscar
en cualquier asunto o actividad el método más absolutamente eficaz de realizarla.
La técnica empieza a crear las prótesis que sirven para aumentar la velocidad,
dar poder y dinero a quienes la pueden pagar y de esta manera hacer crecer a la
industria y los mercados.
La velocidad
se vuelve central en los países colonialistas a costa de desnaturalizar el
tiempo y los territorios de quienes la sufren.
Los lugares se vuelven abstractos, se convierten en espacios y el viaje se
convierte en desplazamiento sin ver el paisaje; es decir: se ven flujos de
personas como si fueran líquidos; empieza el Mundo Líquido del que habla
Bauman.
Antes de
terminar el siglo XIX aparecen la bicicleta, como maravilloso producto del
ingenio popular y la mecánica, y el auto como producto del avance técnico de la
industria, para dominar la movilidad en el territorio y de ser posible, reducir
al mínimo a las demás formas de movilidad.
El
imaginario social de los países europeos y de Estados Unidos empieza a ser
colonizado por los sueños o pesadillas de transportes cada día más rápidos y de
territorios y aires invadidos por diversos tipos de transporte que podrían dar
superioridad militar a las potencias o servir, también, para revolucionar la
existencia de sus habitantes por medio de viajes diarios a lugares muy
distantes, para trabajar o hacer comercio.
Al empezar el
siglo XX se empieza a hacer posible un viejo sueño (Dédalo e Ícaro): volar con
cierta seguridad a lugares situados más allá del horizonte, y conseguir así aun
mayor velocidad y viajar más lejos y más frecuentemente.
En el siglo
XX empieza el culto a la velocidad que más tarde deviene en el espectáculo de
la velocidad; aparece también en este siglo la paradoja de que mientras más
viajamos más rápido nos invade el sentimiento de la falta de tiempo: quedamos
destruidos por el tiempo. La consigna el tiempo es dinero coloniza la
mente de los habitantes de las naciones que progresan y fabrican la modernidad.
El
transporte motorizado crea una pirámide, de acuerdo a las diferentes
velocidades medias que puede ofrecer; por el momento ha colocado en la cumbre
al avión, por su velocidad entre dos puntos a vuelo de pájaro; de esta forma, se
ha convertido en el emblema del viaje moderno por excelencia mientras los
vuelos al espacio se vuelvan comerciales.
Por la
accesibilidad que permite a cualquier lugar del territorio o de la Tierra, el
transporte motorizado crea continuamente flujos de personas y mercancías a los
lugares más recónditos de la tierra; de esta forma, las aldeas, los barrios,
los pueblos y las ciudades sufren periódicamente grandes cambios en su economía
y en sus costumbres que a su vez provocan grandes migraciones de todo tipo y
quedan así envueltas en la guerra económica de los ricos contra los pobres.
Las
migraciones de todo tipo que induce el transporte motorizado, muy especialmente
el avión, varían desde las migraciones diarias que se dan entre los domicilios
y los lugares de trabajo, fenómeno llamado conmutaje o pendularidad que devora
hasta 5 horas diarias de los trabajadores de los países del Sur global hasta
las grandes migraciones que se dan entre países. Estas migraciones terrestres son
consecuencia de la emergencia y crecimiento de la aviación.
La velocidad
transfiere privilegios de los que trabajan a una minoría que se beneficia del
trabajo de los demás. Muchos millones de personas deben perder más de mil horas
al año en el mundo, en sus desplazamientos diarios al trabajo, para que unos
pocos puedan anualmente realizar hasta cien vuelos al año o desplazarse más de
cien mil kilómetros o viajar unas horas al espacio.
La
urbanización se transforma, por los efectos diarios del transporte motorizado,
de manera que se convierte en la forma principal de movilidad en las
superficies públicas al crear muchas dificultades, para caminar en las calles de
la ciudad y en las zonas rurales. Mientras más rápido se puede llegar a un
lugar más lejos se sitúan los lugares o los destinos a los que uno quiere o
debe llegar frecuentemente. Gracias a la
aviación, virtualmente han desaparecido las tierras vírgenes del mundo y toda
la vida silvestre del mundo ha quedado muy desprotegida.
Por otra
parte, la aviación provoca que las mercancías, incluyendo las ilegales, puedan
circular más rápido por el mundo y que la gran mayoría de la población se vea
crecientemente obligada a perder diariamente mucho tiempo para llegar a sus
trabajos. La revolución de los cercados (que impedían caminar en el campo en
línea recta al río o al mar), iniciada hacia el siglo XVI, no ha terminado; el
transporte crea nuevos cercados y obstáculos para ir del otro lado de la calle
o de la ciudad o del país.
La aviación
y el resto de los transportes motorizados, han conducido al permanente
desarraigo o migración o deslocalización del ser humano, las especies vegetales
y animales, los minerales, las tierras raras y los productos de la industria,
incluyendo sus residuos. Toda la materia viva o muerta en la superficie de la
tierra está sujeta a la amenaza de un inminente desplazamiento o deslocalización
provocado por el crecimiento de la aviación y el transporte motorizado.
Como
consecuencia del crecimiento del transporte motorizado, los tiempos tradicionales
o vernáculos también se han deslocalizado: ya no hay estaciones, edades, períodos,
horas para comer, horas para dormir, días de descanso. Vivimos fuera del tiempo
y fuera del suelo. Se trabaja y se
produce 24/24 horas los siete días de la semana. Los “hombres de acción”, los ricos
y poderosos, la clase media de los países altamente tecnificados, naturalizan
las prótesis que se utilizan para desplazarse a gran velocidad como el auto, el
avión y el tren de alta velocidad. Los tiempos breves dominan sobre los tiempos
lentos. La velocidad aniquila la existencia humana y los territorios y las atmósferas
del mundo.
En
particular, la aviación simboliza el absoluto desprecio de una pequeña minoría
de la Humanidad, por los fundamentos de la existencia de las plantas y animales
que hacen posible la existencia del ser humano en la Tierra. La aviación es la
actividad que permite a la mayor cantidad de personas realizar en pocas horas
la mayor devastación climática y ecológica.
Alienada por
la producción y el consumo en exceso, una buena parte de la población humana no
ve la posibilidad de “Otro Mundo” muy diferente al que vivimos, con menos
aviación, autos, autobuses, tráileres, turismo, libre comercio, industria
agropecuaria y sin crecimiento económico ilimitado.
No obstante,
el transporte motorizado, especialmente la aviación, enfrenta desde hace
algunas décadas crecientes obstáculos a su crecimiento: aumenta la conciencia social
del Final de la Era de Petróleo Barato o la entrada en la Era del Petróleo No
Convencional lo que implica un petróleo de mayor costo climático, ambiental,
social, económico y político en su extracción que el Petróleo Convencional.
El informe
del Grupo 1 del IPCC, publicado en agosto de 2021, confirma que de no reducirse
a la mitad el consumo de gas, carbón y gasolinas antes del 2030 no podrá
contenerse en 1.5 °C el aumento de la temperatura terrestre la que podrá aumentar
a mayor velocidad y poner en peligro la existencia de la Humanidad en este
siglo.
El
transporte motorizado está detrás del colapso del clima y la ecología, por su
enorme producción de emisiones. Los aviones, los autos y los trenes de Alta
Velocidad son grandes enemigos del clima y el medio ambiente. Las Naciones
Unidas han decretado el Código Rojo Global debido al colapso contenido del
clima.
Los eventos
climáticos extraordinarios de los últimos años, como los incendios forestales
de Estados Unidos, Siberia y otros países, las inundaciones de Alemania,
Bélgica, Estados Unidos, China, la multiplicación de lugares y días con
temperaturas superiores a los 50°C, unidos a los récords climáticos de los años
recientes nos hacen ver que se acelera la alteración del clima.
Viajar con
los pies en la tierra empieza a convertirse en la obligación moral de aquellos
que tienen consciencia de lo que sucede con el clima, la ecología, la cultura,
el tejido social, la economía, la política y los axiomas en los que está
fundada la sociedad industrial y de crecimiento sin límites.
La causa de
los migrantes es de todos: es intolerable viajar con los pies en la tierra en
el total desamparo como sucede en los países del Sur Global y frecuentemente en
el Norte Global debido al exceso de velocidad de los aviones, los trenes
rápidos, los autos, los autobuses y los tráileres.
Es urgente la
limitación severa del uso de estos transportes, para mitigar el sufrimiento y la
desventura que producen y abrir la posibilidad de crear Otro Mundo, respetuoso
con la dignidad el ser humano y el clima y la diversidad biológica y cultural.
Podría también
empezar a convertirse en el sueño, la esperanza de aquellos sectores sociales
como los pueblos indígenas, los campesinos, los artesanos, los que no tienen un
empleo, los defensores de la Naturaleza y los que aman la cultura y las
culturas que podrían ver en esta limitación severa del transporte motorizado la
manera de sobrevivir dignamente.
Esperamos
que los esfuerzos crecientes de las organizaciones sociales por crear
conciencia climática y ecológica, unidos a las catástrofes que se pueden prever
para los próximos años, nos ayuden a que pronto viajar con los pies en la
tierra se convierta en una realidad jurídica universal. Muchas movilizaciones
sociales se necesitan, para cambiar el sistema económico y político
global.
El posible
regreso al viaje con los pies en la tierra puede verse ya como una buena
noticia: es una de las formas que más pueden contribuir a la creación de alimentos, ambientes y estilos de vida
saludables, de comunidades ecológicas, convivenciales, autónomas, poco
dependientes de los mercados mundiales y de las decisiones centralizadas de muy
poderosos grupos políticos y económicos; es una de las actividades que más
pueden contribuir a la mitigación del colapso climático y ecológico y a crear Otro
Mundo, el mundo posdesarrollo, post industrial, post petrolero.
El viaje con
los pies en la tierra nos facilita una buena relación con los suelos, las agua
y los aires del desierto, el bosque, la selva, la sabana, la costa, la montaña
y con los manantiales, las plantas, los animales y los demás seres humanos.
El viaje con los pies en la tierra le da
sentido a la existencia humana, nos permite apreciar los amaneceres, los
atardeceres, la primavera, el verano, el otoño y el invierno, los valles, las
cimas, las simas, las otras maneras de cultivar, comer, bailar, habitar y hacer
fiestas, de otros pueblos.
Pero, el
viaje al mundo de los viajes con los pies en la Tierra no será fácil: habrá que
descolonizar el imaginario social de las imágenes y conceptos económicos,
economistas, economicistas que nos ha impuesto el consumo de productos y
servicios industriales desde la primera infancia, la Escuela, los Medios, la
Publicidad, el Internet, la urbanización.
Habrá que
relocalizar la producción y el consumo, por medio del cultivo de nuestros
alimentos y, sobre todo, habrá que salir de la religión económica y del Culto a
la ciencia y la tecnología. Y habrá que desconstruir la idea de la velocidad;
hacer una nueva política de la velocidad y el transporte motorizado.
La aviación
debe ser combatida en todos los frentes posibles: por lo que destruye en la
atmosfera, el territorio, las culturas, las comunidades, las familias, las
economías, las leyes, las instituciones, las historias, las geografías, las
certidumbres, las epistemologías, las filosofías, las esperanzas y los límites
que debe tener el ser humano.
Es indispensable
recuperar la lentitud en todos los aspectos de la vida, dar prioridad a los
tiempos lentos sobre los tiempos cortos, a los tiempos naturales sobre los
tiempos mecanizados; comer a horas fijas, eliminar al máximo el trabajo
nocturno; debemos habitar el tiempo y pensar al ritmo de nuestros pasos, por
medio de la Vida Lenta.