Absurdo, exigir la eliminación de los topes en la Ciudad de México
Miguel Valencia
Mulkay
8 de mayo de 2016
Diputados perredistas, académicos de la UNAM y otras
universidades, supuestos expertos en movilidad, exigen ruidosamente que se
retiren los topes existentes en la Ciudad de México, con fundamento en
“estudios científicos” que advierten del aumento en la contaminación del aire
generada por los topes.
No se necesitan estudios científicos para saber que frenar un auto
genera una significativa contaminación del aire- la produce cada minuto
cualquier semáforo en su operación o cualquier congestionamiento ocasionado por
el exceso de autos en circulación-, pero se necesita desvergüenza, mentalidad
de adicto al automóvil, para ignorar lo que hay detrás de la colocación de un
tope en México: muertos, discapacitados, heridos, principalmente niños y
ancianos, y grandes daños materiales, producidos regularmente cada mes,
bimestre o trimestre, por accidentes de tránsito en ciertos lugares de la vía
pública particularmente peligrosos para cualquier peatón o vehículo,
Las autoridades hacen todo lo posible por no registrar o tomar en
cuenta la frecuencia de estos incidentes; uno puede observar la repetición de
estos accidentes por años y no ver nunca aplicadas las más elementales
soluciones para prevenirlos: desde hace más de 30 años vuelcan tráileres
regularmente en la curva del circuito interior junto al monumento a la Raza,
ocasionando grandes daños y enormes congestionamientos.
La colocación de un tope en la Ciudad de México requiere un
esfuerzo extraordinario a cualquier ciudadano o grupos de ciudadanos que lo
soliciten: los técnicos del tránsito o la movilidad en las delegacionales y en
la secretaría de Movilidad tienen la consigna, desde hace muchos años, de negar
casi todas las peticiones ciudadanas de este tipo.
Deben producirse muertos exquisitos para lograr la colocación de
un tope en la Ciudad de México. Sin embargo, estos técnicos maravillosos muy
frecuentemente colocan en verde, por más de 15 minutos, los semáforos de
Insurgentes, entre Álvaro Obregón y el Viaducto, para aligerar la circulación
de autos e imponer así enormes riesgos a los peatones que intentan cruzar esta
avenida.
La torpeza de muchos choferes de auto o del transporte colectivo o
de carga está firmemente respaldada por las leyes, los códigos penales, los
jueces, la procuración de justicia, las policías de tránsito y los partidos.
Hay una gran impunidad frente a la imprudencia de choferes que ocasionan
muertes, discapacidades, heridos y grandes daños materiales.
A esta calamidad se añade
ahora la defensa oportunista de la velocidad excesiva de los
vehículos, del rechazo al control reglamentario de la velocidad del transporte,
con el pretexto de la contaminación del aire, de diputados perredistas,
académicos de la UNAM y otras universidades que ignoran que los topes forman
parte de las técnicas utilizadas en los países más avanzados en los asuntos de
la movilidad, como Dinamarca, Holanda y el Reino Unido, para la amortiguación
de los daños sociales, ambientales y económicos que conlleva la movilidad
motorizada.
Los manuales europeos explican cómo se debe diseñar un tope o
lomo, de acuerdo a cada situación específica. La barbarie en la vía
pública es impulsada también por diputados y académicos.
Absurdo, exigir la eliminación de los topes en la Ciudad de México
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