La limpieza y la pandemia SARScoV2
¡Descrecimiento o colapso!
Por Miguel Valencia Mulkay
Primera Parte
Presentación [MV1] en la reunión en línea del 1 de
agosto de 2020: Diálogos quincenales sobre el cambio climático y la pandemia SARScoV2
Con la Reforma o Revolución protestante nacen en el norte de
Europa diversas corrientes de cambio en las costumbres y modos de vida que marcan
una diferencia importante con relación a los países del sur de ese continente,
dominados por el catolicismo e influidos por costumbres islámicas.
Estos cambios culturales,
unidos a la revolución científica de esa época preparan la emergencia de varias
revoluciones conservadoras nacidas también en esa región europea que conducen a
la revolución industrial, al nacimiento de lo que hoy entendemos como ciencia
económica y a lo que se ha dado en llamar cultura occidental.
Una de estas revoluciones fue la revolución higienista nacida
en el siglo XVIII, en pueblos alemanes de la Baja Sajonia (Jean Robert, Ecología
y Tecnología crítica) que organizan concursos, para presentar ideas que sirvan
para modificar sus viviendas, con el fin de separar a la gente de los animales,
eliminar el estiércol, hacer ventanas más grandes y numerosas y crear lugares apartados
para las evacuaciones naturales diarias del cuerpo y otros aspectos tendientes
a crear una nueva forma de habitar diferente a la que acostumbraban los
campesinos de esos pueblos. Se introduce una nueva idea de limpieza muy teñida
de visiones puritanas.
Rápidamente los ingleses emulan a los alemanes. Los médicos de
la época hacen grandes contribuciones a esta idea de la limpieza que sirven
posteriormente para cambiar la infraestructura de las ciudades. Una revolución
de pueblos que empiezan a volverse ricos y poderosos, una característica que
será el fundamento de las siguientes revoluciones conservadoras de la
modernidad.
Con la revolución higienista del siglo XVIII comienza la
construcción de la idea moderna, occidental, de la limpieza que es rápidamente aceptada
por los enciclopedistas franceses y los puritanos de las colonias de Norte
América y más tarde, en el siglo XIX, por los países de Europa occidental y las
colonias del Imperio Británico.
Esta nueva idea de limpieza entraña la idea de alejar los
sobrantes o desperdicios tanto como sea posible, para elevar la calidad moral
de las personas y el Buen Vivir; implica la eliminación de lo que se considera
suciedad: la mierda, el polvo, los restos de las comidas, objetos y materiales
de poco uso, entre otros que deben ser barridos y acarreados a tiraderos o
vertederos localizados en ciertos lugares apartados de la vivienda, la ciudad y
el campo.
La limpieza se convierte pronto en un símbolo de buenas costumbres,
clase social, distinción, superioridad moral; se transforma en un valor cívico
que se vuelve símbolo de la colonización del mundo por las ideas de racionalidad,
progreso, desarrollo y modernidad que han caracterizado al imperialismo
occidental.
Los banqueros adoptan inmediatamente esta idea puritana de la
limpieza que se transforma rápidamente en una gran ayuda a la revolución
industrial, creadora en gran escala de nuevos tipos de basura que requieren de
un creciente esfuerzo comunitario, ciudadano y gubernamental, de barrido y
acarreo a lugares cada vez más distantes, no solo de las viviendas, sino de las
ciudades y los países. Ellos ven en la limpieza una manera de legitimar la
usura y el despojo que realizan y de deshacerse de la basura que producen sus
negocios y las ciudades industriales.
Hace más de 200 años, la industria comienza a ensuciar los
barrios, las ciudades y los países que adoptan esta nueva forma de producir
mercancías, con polvos derivados de la quema de carbón, humos y vapores tóxicos,
con las grandes concentraciones de mierda y productos químicos que los nuevos drenajes
descargan en los ríos y los arroyos y con los desechos de sus empaques y
embalajes y de sus hornos, máquinas y otros equipos utilizados en la
fabricación de sus productos.
En esos años de la primera industrialización, aparecen técnicas
revolucionarias, como la introducción del agua entubada en Filadelfia y algunas
décadas después, en Londres, el excusado inglés, con agua limpia que abren el
camino a la revolución sanitaria que incluyó la introducción del drenaje en Londres.
Posteriormente, estas radicales transformaciones han servido
de apoyo al creciente desperdicio de agua limpia, la descarga de grandes
cantidades de aguas muy contaminadas en los ríos y los mares, la destrucción de
la diversidad de plantas y animales y la adopción de modos de vida urbanos
contrarios a la salud y el Buen Vivir.
La limpieza de las poderosas sociedades del norte de Europa
que se industrializan rápidamente empieza a ensuciar a las ciudades y
comunidades de los países colonizados por estos países en Asia, África y
América al punto que en el siglo XX comienzan a retirarse las industrias de los
países poderosos, para instalarse en estos países dependientes de ellos
mientras se adopta el petróleo como principal forma de mover esta nueva forma
de producir mercancías.
La revolución transportista nacida casi al mismo tiempo que
la revolución industrial y sanitaria, también aumenta enormemente la dispersión
de la basura, polvos, humos, gases, virus, bacterias y radioisótopos en los más
remotos lugares del mundo.
Las revoluciones médica, educativa y turística del último
medio siglo producen ahora mucha más basura y contaminaciones que nunca antes
en la historia de la humanidad. Estos servicios se volvieron más contaminantes
que las mismas industrias.
Las atmósferas, los mares, las selvas, los bienes comunes,
los países colonizados por ideas de progreso y desarrollo y las ciudades y
barrios desamparados de los países poderosos se convierten así en los
vertederos de la inmensa producción de basura industrial que hoy día cubre
hasta el último rincón de la Tierra.
La limpieza racionalista, utilitarista, positivista,
higienista, sanitarista, economista, racista, militarista, colonialista,
imperialista, capitalista, estatista, progresista, desarrollista, negacionista
del norte de Europa; la limpieza científica, industrial, bancaria, empresarial,
moderna, global, patriarcal, occidental, ha resultado paradójicamente la más
sucia del mundo: limpia la persona, casa, barrio, ciudad o país, para ensuciar
a otras personas, casas, barrios, ciudades, países, lejanos y acaba por
ensuciar al mundo entero. Como decía Goya “los sueños de la razón producen
monstruos”.
La industria pecuaria, gran productora de pandemias y
epidemias de enfermedades zoonóticas, como la aviar, la porcina, las “vacas
locas” y la pandemia SARScoV2, es un ejemplo de actividad económica que ensucia
al mundo, por sus enormes concentraciones de animales y sus pésimas condiciones
de limpieza.
La industria del transporte, especialmente la aviación y el
uso del automóvil, no sólo dispersa con eficacia virus, bacterias,
enfermedades, pequeñas partículas de cenizas, hollín, metales, también, dispersa
en gran escala gases que dañan el clima y el equilibrio ecológico, además de
plásticos, metales, hules, grasas y otros desperdicios.
La infraestructura médica- los hospitales y las clínicas- y
la educativa- las escuelas y centros universitarios-, propician mucho los
contagios del coronavirus y otras enfermedades y la producción de desperdicios muy
tóxicos, por el encierro de personas por muchas horas y días y el consumo
excesivo de plásticos, papeles, cartones, equipos electrónicos.
Los desinfectantes, fumigaciones, cubrebocas, sabanas,
toallas, monos, cubre zapatos, capuchas, viseras, guantes, la ropa desechable
de médicos y enfermeras, las medicinas sobrantes, los envases de comida para
llevar, siguen la lógica industrial de limpiar mucho un punto, un lugar al
tiempo que ensucia y contamina otros lugares que no pueden defenderse del
vertido de este desecho tóxico.
El agua del excusado que descargamos con mierda, los envases,
empaques, basura y desperdicios que entregamos al camión de limpia, el humo que
nuestras motos, autos, camiones, aviones lanzan a la atmósfera, nos regresan a
nosotros y a nuestros hijos, como un bumerang. Todo nos regresa tarde o
temprano.
El mundo en el que vivimos es ya una cloaca, un vertedero de
basura, ya estamos bien adentro de la suciedad creada por la limpieza moderna. Los vertederos, rellenos sanitarios,
incineradores, confinamientos de residuos tóxicos o nucleares son cadáveres que
tenemos guardados en el closet.
Necesitamos echar atrás, tan pronto como sea posible, las
revoluciones conservadoras de los últimos cinco siglos, entre ellas, las
revoluciones higienista y sanitaria y desde luego, la industrial.
No podemos continuar con esta idea occidental de la limpieza
en esta época de pandemias, cánceres y otras enfermedades creadas por esta
misma idea moderna de limpieza industrializada.
La limpieza y la pandemia SARScoV2
¡Descrecimiento o colapso!
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