Cierta resistencia contra la devastación del clima en México
Por Miguel Valencia Mulkay
Presentación en la reunión en línea Emergencia Climática y
movimientos sociales, realizada el 10 de septiembre de 2020, con el apoyo
del colectivo Cambiemos el Sistema No el Clima.
En más de 30 años de activismo ecologista, he podido
confirmar que los principales creadores del colapso del clima y el equilibrio
ecológico y del sistema económico y político que lo ha provocado, los países
del G-7, con Estados Unidos a la cabeza, han realizado toda clase de maniobras,
para ocultar, desinformar y negar la gravedad de este fenómeno; han bloqueado
todas las iniciativas que podrían servir para hacerle frente a esta alteración
climática; han saboteado tanto como les ha sido posible los acuerdos mundiales
sobre el clima (Kioto, Copenhague, París) y las reuniones mundiales creadas por
las Naciones Unidas, para discutir esta amenaza, como lo son las reuniones
anuales y extraordinarias denominadas conferencias de las partes o COPs y
además, han impuesto en estas conferencias toda clase de técnicas, mecanismos,
programas, proyectos que sirven, para simular que se hace algo para mitigar el
colapso del clima, como han sido los mecanismos de mercado, los bonos financieros
de carbón, los Mecanismos de Desarrollo Limpio, los biocombustibles, los
programas para la reducción de la deforestación o programas REDD+, las
plantaciones de árboles, la eficiencia energética y ahora, la geoingeniería.
Estos países saben muy bien que la mejor manera de evitar que
se haga algo en favor del clima, la ecología y el medio ambiente es promover
toda clase de negocios relacionados con las calamidades y otros efectos que
tienen su origen en estos asuntos. La consigna del gran empresariado es “Construir
para destruir, Destruir para construir” Saben muy bien que la
tecnología, gran apoyo histórico en la destrucción de la estabilidad climática
y ecológica, es muy aceptada por la población, en cambio, ésta no podrá hacer
cambios significativos en la reducción de la emisión de los gases que dañan el
clima, como se ha demostrado en las últimas décadas.
La mayor parte de los gases que dañan el clima han sido
producidos por Estados Unidos, un país que desde el siglo 19 ha hecho del petróleo
la base de su potencia política, militar, económica, política y cultural.
Por medio del petróleo se creó el “sueño americano” y las
actividades que ahora dominan la vida cotidiana el mundo, como el uso excesivo del
auto, el avión, el aire acondicionado, los monocultivos o desiertos verdes, la
agroindustria, la comida “fast food”, las telecomunicaciones, las
supercarreteras, los grandes aeropuertos, las grandes presas, las torres o
rascacielos, los grandes centros comerciales y los desarrollos espaciales, para
viajar a la Luna o a Marte o las investigaciones sobre la materia.
Desde 1949, este país impuso al mundo las ideas del
desarrollo, el crecimiento económico expresado por el Producto Interno Bruto, los
dogmas de la competitividad y la productividad, la religión de la economía y el
culto a la ciencia y la tecnología; reforzó el mito británico del progreso y la
modernización. Ese país impuso al mundo el
imaginario social que tiene la mayor parte de la población humana que ahora aspira
a vivir como los ciudadanos de ese país que tienen un consumo de energía diario
equivalente al trabajo de más de 450 esclavos.
Mientras Estados Unidos no realice cambios importantes en lo
que respecta al consumo de electricidad, gas, carbón, petróleo, o en la
urbanización y la industrialización, en suma: a sus modos de vida, pocos
cambios podrán hacer otros países, incluyendo a México.
Desde hace varios lustros, cuando madura el Tratado de Libre
Comercio, NAFTA y la globalización financiera, la aviación comercial
internacional empezó a crecer de manera exponencial, con el apoyo de las nuevas
líneas aéreas de bajo costo, al punto que hoy empieza a convertirse en la
principal fuerza simbólica de la destrucción de la estabilidad del clima de la
tierra.
Viajar en avión es la forma en la que un individuo puede hacer
más daño al clima en pocas horas. Apoyado en las líneas de bajo costo, el
turismo internacional se disparó a cifras terribles de miles de millones de
viajes al año; viajes realizados muchas veces, por las mismas personas.
El libre comercio ha producido un inmenso flujo de personas y
mercancías entre países muy distantes que ha llevado a la locura el consumo de
energía y la producción de gases que dañan el clima. La comida que ahora
comemos ha recorrido miles de kilómetros antes de llegar a nuestras bocas.
Mientras aumentaba rápidamente la participación de la
aviación en la devastación del clima, la extracción del gas y el petróleo
convencional o de bajo costo empezó a declinar con rapidez, al punto de que el
gobierno de EU- sin avisar de esta declinación y de los enormes riesgos climáticos, ecológicos,
ambientales y económicos que implicaba-, hace más de una década empezó a subsidiar
en gran escala el rápido crecimiento de la extracción del gas y petróleo por
medio de la tecnología del fracking que no sólo ha creado contaminaciones
atmosféricas peores que las del gas y petróleo convencional, sino que prepara
la creación de próximos shocks energéticos, para los próximos años.
El colapso del clima, creado por la sociedad termo industrial
anglosajona de los últimos dos siglos, ha hecho aparecer la cara del
Apocalipsis en el horizonte. Tenemos muy pocos años, para evitar lo peor: la
desaparición de una gran parte de la especie humana. En su informe de 2018, el
IPCC advierte que sólo tenemos hasta el 2030, para evitar un mayor crecimiento
en la temperatura en la superficie de la Tierra.
No obstante, como lo hemos visto después de ese informe, los
países enriquecidos con la miseria de los demás, los países del G-7, no dan
señales de cambiar, apoyados en el imaginario social occidental creado en las
décadas del desarrollo posteriores a la segunda guerra mundial y en las
certidumbres perversas de la economía y la tecnología.
Por otra parte, hay que reconocer que las sociedades que
iniciaron la industrialización del mundo, como lo son Inglaterra, Alemania,
Francia, Suecia, Holanda, Dinamarca, Italia, han creado los movimientos
climáticos más fuertes del mundo y nos ofrecen la mejor información y
experiencias sobre este fenómeno, además de solidaridad con los países más
afectados por el desastre climático. Se han adherido a la causa mundial de la
Justicia Climática y, como nosotros, exigen el cambio del sistema que ha creado
esta calamidad. Nos han dado el ejemplo con la aplicación de la desobediencia
civil, como la forma más efectiva para exigir al Estado medidas pertinentes
frente al colapso del clima.
El movimiento Fridays for Future, FFF, de Greta Thunberg y el
movimiento inglés Extinction Rebellion, XR, han conseguido las más potentes
movilizaciones contra la devastación del clima. Mientras sostengan estas
fuertes movilizaciones debemos apoyarlos y también debemos apoyar la gran
cantidad de luchas locales que se realizan en muchos países en nombre de la
Justicia Climática y Ambiental. Además, conviene apoyar el Green New Deal de
Estados Unidos. Las 54,000 firmas que tenemos en change.org me han convencido
de que en México hay más personas convencidas del desastre climático de lo que
yo creía.
La gran cantidad de eventos y procesos catastróficos derivados
del colapso climático que se dan cada año en muchos países, como es el caso de
los incendios forestales de California, la Amazonia, las sequías como las de
Sudáfrica o Siria, los huracanes como los del Caribe o los monzones del Sureste
asiático, o las olas de calor de Europa o la muerte de los glaciares de
Groenlandia, la Antártida, o las pandemias como la que ahora sufrimos, van
convenciendo cada día a más personas de la gravedad del colapso climático y de
la pésima actitud de los gobiernos del G-7, en especial de Estados Unidos, con
respecto a esta amenaza.
Las catástrofes han convencido mucho más a las personas que
los datos científicos. La muerte, el sufrimiento y la gran devastación material
y económica han fortalecido mucho la conciencia climática, sin embargo, todo
indica que serán necesarias mucho mayores desgracias, para que las personas
entiendan de la necesidad de hacer cambios radicales en la forma como funciona
el sistema político y económico del mundo. Lamentablemente, la pedagogía de la
catástrofe será la principal causa del cambio del sistema.
Muchas mortandades e incontables sufrimientos y daños
económicos, puede sufrir México en los próximos lustros, a consecuencia de las
diversas crisis nacionales y mundiales derivadas del aumento de la temperatura,
similares o peores a la pandemia del SARScoV2.
El Estado mexicano no se ha caracterizado por la calidad de
sus propuestas climáticas: ha hecho un pésimo trabajo tanto en lo que concierne
a la creación de conciencia climática en la sociedad, como en la información que
difunde.
El nuevo tratado de libre comercio- el TMEC- fortalece el
crecimiento exponencial de los gases que dañan el clima, por medio del
transporte de productos en mayor volumen y mayores distancias.
Nada relevante ha hecho el Estado mexicano, para reducir el enorme
desperdicio de electricidad, gas, carbón y petróleo de la industria y la
urbanización. Nada ha hecho para eliminar el inmenso desperdicio de energía que
se produce en el campo y la ciudad. La industria agropecuaria y el transporte
urbano de nuestro país son ejemplos de enorme despilfarro energético.
Muy presionado por el G-7, la OCDE, los asuntos del libre
comercio y los supermillonarios, el Estado mexicano hace todo lo posible por
ignorar el tema climático y ecológico. Nada bueno podemos esperar de los
gobiernos mexicanos, con relación a los asuntos del clima y en cambio sí
podemos esperar mucho ocultamiento, desinformación, engaños tecnológicos,
falsas soluciones a nuestros problemas. Tendremos que rechazarlos de diversas
formas pacíficas, con el fin de reducir su nocividad.
Tampoco podemos decir mucho sobre las acciones, para frenar
la devastación del clima realizadas por las universidades, las escuelas, los
medios y las organizaciones de la sociedad civil de México. Son incapaces de
abandonar la religión de la economía y el culto a la ciencia y la tecnología.
En general, son defensores del sistema político y económico que destruye la
vida en la Tierra.
No es mucho lo que podemos esperar de estas organizaciones
defensoras de la modernidad enemiga de la vida en la Tierra. Tenemos que buscar
en otra parte el cambio de conciencia; tenemos que buscar apoyo en las personas
sensibles de todos los niveles sociales y en los movimientos sociales de los
pueblos, los ejidos, los barrios y las colonias donde las calamidades se
multiplican todos los años.
Tenemos que reconocer, también, que la lucha climática es
esencialmente global y por lo mismo, exige información, colaboración y
solidaridad internacional. Sin la información internacional no se puede avanzar
mucho; sin la vinculación y colaboración con movimientos internacionales
tampoco se puede avanzar mucho y desde luego, sin solidaridad internacional
tampoco podemos avanzar. El Foro Social Mundial y los grandes movimientos FFF y
XR podrían ayudarnos.
Y tenemos que hacer
frente al mayor obstáculo: la terrible colonización del imaginario social
creada por la escuela pública y privada, por los medios, la publicidad y los
espectáculos y por las infraestructuras físicas y virtuales.
Las ideas económicas, economistas y economicistas dominan la
mente de la mayor parte de la sociedad moderna; están detrás de la mayor parte
de lo que hacemos; conforman la religión moderna más extendida; el imaginario
social está en gran medida colonizado por ideas económicas. La escuela ha sido en gran medida responsable
de la pésima actitud de la sociedad, con respecto a los bienes comunes, como el
clima y la ecología; también lo han sido los empresarios que operan los grandes
medios de comunicación y que producen la publicidad, el crédito al consumo y la
obsolescencia programada que tanto daño ha hecho al mundo.
La descolonización del imaginario social es la prioridad
máxima en esta resistencia contra la devastación del clima.
¿Qué hacer frente a esta situación?
Propongo la organización para la acción: territorialización
de la lucha climática empezando por la Ciudad de México que tiene las mejores
condiciones, para traducir el desafío global en un desafío local.
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