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martes, 28 de diciembre de 2021

 

Cierta resistencia contra la devastación del clima en México  

Por Miguel Valencia Mulkay

Presentación en la reunión en línea Emergencia Climática y movimientos sociales, realizada el 10 de septiembre de 2020, con el apoyo del colectivo Cambiemos el Sistema No el Clima.

En más de 30 años de activismo ecologista, he podido confirmar que los principales creadores del colapso del clima y el equilibrio ecológico y del sistema económico y político que lo ha provocado, los países del G-7, con Estados Unidos a la cabeza, han realizado toda clase de maniobras, para ocultar, desinformar y negar la gravedad de este fenómeno; han bloqueado todas las iniciativas que podrían servir para hacerle frente a esta alteración climática; han saboteado tanto como les ha sido posible los acuerdos mundiales sobre el clima (Kioto, Copenhague, París) y las reuniones mundiales creadas por las Naciones Unidas, para discutir esta amenaza, como lo son las reuniones anuales y extraordinarias denominadas conferencias de las partes o COPs y además, han impuesto en estas conferencias toda clase de técnicas, mecanismos, programas, proyectos que sirven, para simular que se hace algo para mitigar el colapso del clima, como han sido los mecanismos de mercado, los bonos financieros de carbón, los Mecanismos de Desarrollo Limpio, los biocombustibles, los programas para la reducción de la deforestación o programas REDD+, las plantaciones de árboles, la eficiencia energética y ahora, la geoingeniería.

Estos países saben muy bien que la mejor manera de evitar que se haga algo en favor del clima, la ecología y el medio ambiente es promover toda clase de negocios relacionados con las calamidades y otros efectos que tienen su origen en estos asuntos. La consigna del gran empresariado es “Construir para destruir, Destruir para construir” Saben muy bien que la tecnología, gran apoyo histórico en la destrucción de la estabilidad climática y ecológica, es muy aceptada por la población, en cambio, ésta no podrá hacer cambios significativos en la reducción de la emisión de los gases que dañan el clima, como se ha demostrado en las últimas décadas.

La mayor parte de los gases que dañan el clima han sido producidos por Estados Unidos, un país que desde el siglo 19 ha hecho del petróleo la base de su potencia política, militar, económica, política y cultural.

Por medio del petróleo se creó el “sueño americano” y las actividades que ahora dominan la vida cotidiana el mundo, como el uso excesivo del auto, el avión, el aire acondicionado, los monocultivos o desiertos verdes, la agroindustria, la comida “fast food”, las telecomunicaciones, las supercarreteras, los grandes aeropuertos, las grandes presas, las torres o rascacielos, los grandes centros comerciales y los desarrollos espaciales, para viajar a la Luna o a Marte o las investigaciones sobre la materia.

Desde 1949, este país impuso al mundo las ideas del desarrollo, el crecimiento económico expresado por el Producto Interno Bruto, los dogmas de la competitividad y la productividad, la religión de la economía y el culto a la ciencia y la tecnología; reforzó el mito británico del progreso y la modernización.  Ese país impuso al mundo el imaginario social que tiene la mayor parte de la población humana que ahora aspira a vivir como los ciudadanos de ese país que tienen un consumo de energía diario equivalente al trabajo de más de 450 esclavos.

Mientras Estados Unidos no realice cambios importantes en lo que respecta al consumo de electricidad, gas, carbón, petróleo, o en la urbanización y la industrialización, en suma: a sus modos de vida, pocos cambios podrán hacer otros países, incluyendo a México.

Desde hace varios lustros, cuando madura el Tratado de Libre Comercio, NAFTA y la globalización financiera, la aviación comercial internacional empezó a crecer de manera exponencial, con el apoyo de las nuevas líneas aéreas de bajo costo, al punto que hoy empieza a convertirse en la principal fuerza simbólica de la destrucción de la estabilidad del clima de la tierra.

Viajar en avión es la forma en la que un individuo puede hacer más daño al clima en pocas horas. Apoyado en las líneas de bajo costo, el turismo internacional se disparó a cifras terribles de miles de millones de viajes al año; viajes realizados muchas veces, por las mismas personas.

El libre comercio ha producido un inmenso flujo de personas y mercancías entre países muy distantes que ha llevado a la locura el consumo de energía y la producción de gases que dañan el clima. La comida que ahora comemos ha recorrido miles de kilómetros antes de llegar a nuestras bocas.  

Mientras aumentaba rápidamente la participación de la aviación en la devastación del clima, la extracción del gas y el petróleo convencional o de bajo costo empezó a declinar con rapidez, al punto de que el gobierno de EU- sin avisar de esta declinación y  de los enormes riesgos climáticos, ecológicos, ambientales y económicos que implicaba-, hace más de una década empezó a subsidiar en gran escala el rápido crecimiento de la extracción del gas y petróleo por medio de la tecnología del fracking que no sólo ha creado contaminaciones atmosféricas peores que las del gas y petróleo convencional, sino que prepara la creación de próximos shocks energéticos, para los próximos años.

El colapso del clima, creado por la sociedad termo industrial anglosajona de los últimos dos siglos, ha hecho aparecer la cara del Apocalipsis en el horizonte. Tenemos muy pocos años, para evitar lo peor: la desaparición de una gran parte de la especie humana. En su informe de 2018, el IPCC advierte que sólo tenemos hasta el 2030, para evitar un mayor crecimiento en la temperatura en la superficie de la Tierra.  

No obstante, como lo hemos visto después de ese informe, los países enriquecidos con la miseria de los demás, los países del G-7, no dan señales de cambiar, apoyados en el imaginario social occidental creado en las décadas del desarrollo posteriores a la segunda guerra mundial y en las certidumbres perversas de la economía y la tecnología.

Por otra parte, hay que reconocer que las sociedades que iniciaron la industrialización del mundo, como lo son Inglaterra, Alemania, Francia, Suecia, Holanda, Dinamarca, Italia, han creado los movimientos climáticos más fuertes del mundo y nos ofrecen la mejor información y experiencias sobre este fenómeno, además de solidaridad con los países más afectados por el desastre climático. Se han adherido a la causa mundial de la Justicia Climática y, como nosotros, exigen el cambio del sistema que ha creado esta calamidad. Nos han dado el ejemplo con la aplicación de la desobediencia civil, como la forma más efectiva para exigir al Estado medidas pertinentes frente al colapso del clima.

El movimiento Fridays for Future, FFF, de Greta Thunberg y el movimiento inglés Extinction Rebellion, XR, han conseguido las más potentes movilizaciones contra la devastación del clima. Mientras sostengan estas fuertes movilizaciones debemos apoyarlos y también debemos apoyar la gran cantidad de luchas locales que se realizan en muchos países en nombre de la Justicia Climática y Ambiental. Además, conviene apoyar el Green New Deal de Estados Unidos. Las 54,000 firmas que tenemos en change.org me han convencido de que en México hay más personas convencidas del desastre climático de lo que yo creía.

La gran cantidad de eventos y procesos catastróficos derivados del colapso climático que se dan cada año en muchos países, como es el caso de los incendios forestales de California, la Amazonia, las sequías como las de Sudáfrica o Siria, los huracanes como los del Caribe o los monzones del Sureste asiático, o las olas de calor de Europa o la muerte de los glaciares de Groenlandia, la Antártida, o las pandemias como la que ahora sufrimos, van convenciendo cada día a más personas de la gravedad del colapso climático y de la pésima actitud de los gobiernos del G-7, en especial de Estados Unidos, con respecto a esta amenaza.

Las catástrofes han convencido mucho más a las personas que los datos científicos. La muerte, el sufrimiento y la gran devastación material y económica han fortalecido mucho la conciencia climática, sin embargo, todo indica que serán necesarias mucho mayores desgracias, para que las personas entiendan de la necesidad de hacer cambios radicales en la forma como funciona el sistema político y económico del mundo. Lamentablemente, la pedagogía de la catástrofe será la principal causa del cambio del sistema.                

Muchas mortandades e incontables sufrimientos y daños económicos, puede sufrir México en los próximos lustros, a consecuencia de las diversas crisis nacionales y mundiales derivadas del aumento de la temperatura, similares o peores a la pandemia del SARScoV2. 

El Estado mexicano no se ha caracterizado por la calidad de sus propuestas climáticas: ha hecho un pésimo trabajo tanto en lo que concierne a la creación de conciencia climática en la sociedad, como en la información que difunde.

El nuevo tratado de libre comercio- el TMEC- fortalece el crecimiento exponencial de los gases que dañan el clima, por medio del transporte de productos en mayor volumen y mayores distancias.

Nada relevante ha hecho el Estado mexicano, para reducir el enorme desperdicio de electricidad, gas, carbón y petróleo de la industria y la urbanización. Nada ha hecho para eliminar el inmenso desperdicio de energía que se produce en el campo y la ciudad. La industria agropecuaria y el transporte urbano de nuestro país son ejemplos de enorme despilfarro energético.  

Muy presionado por el G-7, la OCDE, los asuntos del libre comercio y los supermillonarios, el Estado mexicano hace todo lo posible por ignorar el tema climático y ecológico. Nada bueno podemos esperar de los gobiernos mexicanos, con relación a los asuntos del clima y en cambio sí podemos esperar mucho ocultamiento, desinformación, engaños tecnológicos, falsas soluciones a nuestros problemas. Tendremos que rechazarlos de diversas formas pacíficas, con el fin de reducir su nocividad.   

Tampoco podemos decir mucho sobre las acciones, para frenar la devastación del clima realizadas por las universidades, las escuelas, los medios y las organizaciones de la sociedad civil de México. Son incapaces de abandonar la religión de la economía y el culto a la ciencia y la tecnología. En general, son defensores del sistema político y económico que destruye la vida en la Tierra.  

No es mucho lo que podemos esperar de estas organizaciones defensoras de la modernidad enemiga de la vida en la Tierra. Tenemos que buscar en otra parte el cambio de conciencia; tenemos que buscar apoyo en las personas sensibles de todos los niveles sociales y en los movimientos sociales de los pueblos, los ejidos, los barrios y las colonias donde las calamidades se multiplican todos los años.

Tenemos que reconocer, también, que la lucha climática es esencialmente global y por lo mismo, exige información, colaboración y solidaridad internacional. Sin la información internacional no se puede avanzar mucho; sin la vinculación y colaboración con movimientos internacionales tampoco se puede avanzar mucho y desde luego, sin solidaridad internacional tampoco podemos avanzar. El Foro Social Mundial y los grandes movimientos FFF y XR podrían ayudarnos.  

 Y tenemos que hacer frente al mayor obstáculo: la terrible colonización del imaginario social creada por la escuela pública y privada, por los medios, la publicidad y los espectáculos y por las infraestructuras físicas y virtuales.

Las ideas económicas, economistas y economicistas dominan la mente de la mayor parte de la sociedad moderna; están detrás de la mayor parte de lo que hacemos; conforman la religión moderna más extendida; el imaginario social está en gran medida colonizado por ideas económicas.  La escuela ha sido en gran medida responsable de la pésima actitud de la sociedad, con respecto a los bienes comunes, como el clima y la ecología; también lo han sido los empresarios que operan los grandes medios de comunicación y que producen la publicidad, el crédito al consumo y la obsolescencia programada que tanto daño ha hecho al mundo.

La descolonización del imaginario social es la prioridad máxima en esta resistencia contra la devastación del clima.   

¿Qué hacer frente a esta situación?

Propongo la organización para la acción: territorialización de la lucha climática empezando por la Ciudad de México que tiene las mejores condiciones, para traducir el desafío global en un desafío local.   

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