Homenaje a Jean Robert
26 de septiembre de 2017
Miguel Valencia Mulkay
En su trilogía consagrada a la técnica , Jacques Ellul expone cuatro proposiciones: Todo progreso técnico se paga. El progreso técnico plantea más problemas de los que resuelve. Los efectos nefastos del progreso técnico son inseparables de sus efectos favorables. Todo progreso técnico conlleva un gran número de efectos imprevisibles. Más aun, nos dice, la técnica es potencialmente totalitaria, agota las riquezas de la Tierra y vuelve impensable el futuro. Y afirma: todas las antiguas civilizaciones se uniformizan bajo el modo técnico; la verdadera globalización es la técnica.
La técnica es el concepto clave en la obra de Ellul: distingue la operación técnica del fenómeno técnico que define como la preocupación de la inmensa mayoría de los hombres de nuestro tiempo, de investigar en cualquier cosa el método absolutamente más eficaz. Es por ello que insiste en la utilización del término “técnica” a la vez más global y más preciso que aquel de “tecnología” que en rigor etimológico quiere decir el discurso sobre la técnica.
Según él, la técnica no es ni buena ni mala y sobre todo no es neutra. “Lo que tomamos por neutralidad de la técnica no es otra cosa que nuestra neutralidad frente a ella” advierte su inseparable amigo gascón B. Charbonneau.
Contrariamente a lo que remacha la asfixiante propaganda empresarial y gubernamental, la técnica no depende del uso que se hace de ella sino en la profunda modificación que realiza en el medio en el que se despliega o se implanta y cómo moldea a los seres humanos que la utilizan.
Las soluciones técnicas alimentan y prolongan el mal que ellas pretenden curar.
Nos advierte: La técnica enajena al ser humano. Embriagado por su pasión técnica, el hombre y la mujer modernos son más poderosos que sus ancestros, pero ciertamente son menos libres. La técnica refuerza al Estado: una sociedad tecnificada es necesariamente una sociedad de vigilancia y de control. Y del control a la coerción y la represión no hay sino una etapa que estamos a punto de franquear.
La técnica no se contenta en ser el factor principal o determinante, se ha convertido en sistema. Un universo que se construye a sí mismo como sistema simbólico. Crece la autonomía de la técnica a costa de la autonomía de los seres humanos.
El abandono del orden tradicional, de la religión o la moral, el proceso que desacraliza el mundo desde la fundación de los bancos hace más de 800 años, impulsa la ruptura de las limitaciones del sujeto que ahora busca autonomía por medio de la técnica; en beneficio de la autonomía del sujeto, la instrumentalidad conoce en los últimos tiempos una exuberancia que mejora la eficiencia de la acción humana; así llegamos al dogma de la productividad y la competitividad.
Ivan Illich reconoce la importancia del pensamiento de Ellul, lo llama su maestro y abunda en sus reflexiones sobre la técnica. En su libro Energía y Equidad (1973), analiza las contradicciones y la contraproductividad inherentes a una técnica concreta: los transportes, en particular una que es símbolo de la modernidad: el automóvil. No le interesa analizar los aspectos económicos que éste genera sino la contribución que presta a la circulación: confirma que éste reduce la igualdad entre los hombres, limita la movilidad personal dentro de un sistema de rutas trazadas al servicio de las industrias- las supercarreteras se construyen en México, para que funcionen los flujos de mercancía amparados por el “libre comercio”- y además, aumenta la escasez de tiempo dentro de la sociedad.
Hoy se puede añadir que el uso de los transportes representa una de las causas centrales del desastre climático. Los automóviles nos prometen llegar más rápido y acaban haciéndonos perder el tiempo y la salud: producen contrasentido.
Inspirados por las reflexiones de Illich sobre los transportes, Jean Pierre Dupuy y Jean Robert, unen esfuerzos a principios de los años 70 y realizan investigaciones en el Centro de Investigaciones sobre el Bienestar de Paris y en el CIDOC de Cuernavaca, Morelos que detallan en su libro La Traición de la Opulencia (1976) Describen cómo los transportes devoran el tiempo social, se convierten en una prótesis que inhabilita nuestros pies, dislocan el espacio humano, aniquilan la ciudad, producen urbanizaciones gigantescas e indiferenciadas, separan localmente a los seres humanos, crean confusión entre lo fijo y lo móvil, entregan la mayor parte del suelo urbano a la circulación de autos, expulsan continuamente a los pobres a la periferia urbana, descuartizan el hábitat urbano, entre otros mucho efectos negativos.
Advierten, además, de otros aspectos creados por los transportes cómo la deslocalización del tiempo, su contaminación: carecemos de tiempo para disfrutar de los objetos que pueblan nuestra vida debido a la falta de tiempo: dedicamos demasiado tiempo al transporte cotidiano y a las actividades que nos hacen “ganar tiempo”.
Por su parte, Jean Robert decide prolongar la colaboración con Jean Pierre Dupuy: por más de cuatro años compilan cientos de datos sobre informaciones oficiales de los transportes.
Con fundamento en ellos, Jean Robert publica en 1980, en Paris Le temps qu’on nous vole- Contra la Societé Chronophague( El tiempo que nos roban- Contra la Sociedad Cronófaga) en el que analiza la velocidad paralizante de los transportes, el conmutaje o pendularidad (las horas diarias dedicadas a viajar de los suburbios-dormitorios a los centros de trabajo: trabajo fantasma que no se paga), la manera en la que los planificadores hacen transferencias de privilegios a los agentes económicos más productivos, la forma en que la aceleración de algunos privilegiados hace lenta la movilidad de la mayoría, el modo en el que se crean las “vías rápidas”, para favorecer a los autos que viajan a lugares lejanos y desalentar los viajes a lugares cercanos.
Explica como aumenta continuamente el tiempo perdido en el transporte a pesar del aumento y la saturación de opciones de circulación y como fracasa en el mundo el transporte al servicio de la economía.
Analiza las ideas que ocultan los planificadores y los urbanistas. Hace una severa y bien fundada crítica de las perversas premisas utilizadas por quienes organizan los transportes, por quienes nos imponen la inhumana urbanización moderna. Se trata de vender autos aunque perdamos mucho tiempo en el transporte cotidiano.
Jean Robert nos demuestra la imposibilidad de resolver el transporte urbano, con las técnicas e ideas económicas dominantes. Gracias a él hemos descubierto la trascendencia del pensamiento de Jacques Ellul, un autor ignorado por nuestras universidades.
La Técnica y la Economía matan la vida en la Tierra y hacen impensable el futuro de la humanidad.
Feliz aniversario, Jean Robert
Ciudad de México, 26 de septiembre de 2017
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