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martes, 28 de diciembre de 2021

 

El trabajo y la pandemia SARScoV2

¡Descrecimiento o colapso!

Por Miguel Valencia Mulkay

Primera Parte

Presentación en la reunión en línea del 18 de julio de 2020: Diálogos quincenales sobre la pandemia SARScoV2

Desde la revolución industrial, sus creadoras y dioses tutelares-la economía y la ciencia y la tecnología- han creado nuevas formas de esclavitud y trabajo indigno: la industria y los servicios modernos han exigido un tipo de trabajo que implica una mayor explotación del ser humano y  la Naturaleza comparado con  la vieja esclavitud, como tempranamente lo advirtieron Lafargue y Tolstoi, lo ilustró Chaplin en sus películas y lo confirmó Hitler con su letrero en la puerta de entrada de sus campos de concentración,  Arbeit Macht Frei” (El trabajo te hace libre)

La degradación de los paisajes y del medio ambiente revela la magnitud de la explotación del ser humano en la modernidad.  

La liberación de los esclavos del siglo XIX, a consecuencia de esta revolución industrial, en los hechos significó la liberación de los dueños de los esclavos de la necesidad de cuidar la salud de sus esclavos y, por otra parte, para los antiguos esclavos, significó la libertad de morirse de hambre debido a las condiciones creadas por la nueva economía creada por esta revolución industrial en la que había que aceptar trabajar 15 o más horas diarias, en condiciones muy contrarias a la salud, para ganar una paga que apenas servía, para no morirse de hambre.

Se crean entonces los mercados de trabajo en los que el ser humano se convierte en una nueva mercancía, en lo que ahora llaman “capital humano”.

 El socialismo nace como reacción a esta nueva forma de explotación del ser humano en la industria y los servicios, hecha realidad, con el gran apoyo de la ciencia y la tecnología.

El ambiente político y geográfico creado por la revolución industrial propició la creación del empleo moderno que obliga a las personas sin tierra propia a realizar varios rodeos, como lo es tener un empleo para poder comer; salir de la comunidad o del país para tener un empleo; Tener dinero para poder comer.

De esta manera, se quiere matar la vida campesina y crear la economía moderna y el desamparo de los trabajadores; muere la autonomía de las personas y las comunidades mientras nace el automóvil y el transporte colectivo, con el fin de alterar profundamente los tiempos, la geografía y los lugares del territorio, complicando mucho la vida del trabajador.

Hoy día, el empleo significa cuatro horas de transporte adicionales, sin pago alguno, a las 10 horas de trabajo habituales que hoy exigen los patrones, para poder “crear empleos”. Dormir, transportarse, trabajar, transportarse, dormir, transportarse, trabajar, dormir, es el círculo infernal del trabajador moderno.

Además, la economía creada por la industria obligó a las mujeres, los niños y los ancianos que permanecen en el hogar a realizar el trabajo doméstico no pagado, el llamado trabajo fantasma que hace posible el funcionamiento de esa guerra contra los pobres que es la economía moderna.

Esta nueva forma de explotación del ser humano ha demandado su mitificación y sus grandes mentiras, tales como que: El trabajo en la industria y los servicios ennoblece, honra a quien lo hace. Quienes no tienen empleo lo hacen por su deplorable horror innato al trabajo y al estudio y su amor al vicio y la vagancia. La creación de empleos es la preocupación principal de los empresarios y los gobernantes. El combate a la pobreza es la solución a esta calamidad social.  La baja productividad es consecuencia de la mala escolaridad, los sindicatos y las leyes de protección laboral.

El liberalismo económico crea el horror de no tener empleo, para imponer una profunda huella en la psicología del trabajador; es decir: El Horror Económico, tan bien descrito por la señora Forrester.

La industria y los servicios han elevado enormemente los peligros y los riesgos de muerte atroz, por accidentes en lugares de trabajo muy inseguros y de enfermedad crónica; por los ambientes altamente contaminados que tienen habitualmente estos lugares.

El encierro de trabajadores, por muchas horas diarias, en maquiladoras, fábricas, bodegas, oficinas, comercios, transportes colectivos, clínicas, hospitales, salones de clase, destruye mucho su alegría, su creatividad, su esperanza, su moral y su deseo de libertad: los embrutece y los pone en muy alto riesgo de contagio en una pandemia como el SARScoV2.

Además, este encierro propicia la aparición de los modernos “rebaños humanos”, de campos de concentración para refugiados, incluyendo los climáticos y los migrantes indocumentados o con permiso temporal de trabajo en la agricultura. El encierro de los trabajadores de la industria y los servicios, cercano al confinamiento en las cárceles, destruye el potencial creativo de la mayor parte de la humanidad.    

En los años del presidente Roosevelt se intentó reducir a 6 horas la jornada de trabajo, con el fin de elevar radicalmente el empleo, sin embargo, los industriales cerraron filas para oponerse a esta propuesta que en diversas formas han hecho en los últimos 90 años muchos sindicatos e investigadores.

En Estados Unidos, desde 1980, con la entrada de las políticas neoliberales, el tiempo anual de trabajo promedio por persona ha aumentado al equivalente a cinco semanas o 204 horas[1] . Los sindicatos han sido corrompidos y desacreditados en ese país y sobre todo en México.

En 1990, tan pronto desapareció la Unión Soviética, las patronales del mundo acordaron que habrá que trabajar el doble para ganar lo mismo. Desde entonces, en Estados Unidos y en México, las horas diarias de trabajo no han dejado de aumentar y los salarios de bajar su poder adquisitivo.

La globalización exige crecientemente el calamitoso trabajo esclavo de los migrantes indocumentados, el moderno empleo caníbal: el empleo que por su tecnología y productividad devora empleos en otros lugares cercanos y el empleo walmartizado: 12 horas de trabajo en los comercios y servicios, por un salario de hambre. La robótica y otras tecnologías hacen del empleo formal un enemigo del trabajo informal y de la mayor parte de la población.

Nada más trágico que una sociedad hecha para sobrevivir por medio del empleo en la que no hay empleo, decía Hannah Arendt.

Hoy decimos: Nada más trágico que una sociedad hecha para el crecimiento en la que no hay crecimiento ni puede haberlo. Debido a los tratados de libre comercio, cerca de un 60% de los mexicanos en edad de trabajar, lo hacen en la economía informal, mientras el impresentable INEGI dice que tenemos no más de 5% de desempleo.

¿Qué sucedió con la política de pleno empleo? La excesiva dependencia de la moneda que ha creado la economía-la financiarización- es la clave de la tragedia: desde el inicio de la pandemia SARScoV2, la mayor parte de los trabajadores no han podido quedarse en casa por muchos días, guardar la sana distancia y evitar pasar muchas horas diarias en espacios cerrados. Ha sido necesario inventar formas gubernamentales de hacerles llegar dinero.

Los trabajadores agrícolas y de las empacadoras de carne de EU, en gran medida indocumentados mexicanos, han sido considerados “esenciales”, para el funcionamiento de la economía y por ello han sufrido muy altas tasas de contagio y muertes.

Los negros y los hispanos de EU y los trabajadores informales han tenido hasta dos o tres veces más altas de contagio y mortalidad por el covid19. Mas de 90 choferes del Estado de México han muerto por el covid19.

El empleo en la industria y los servicios, además de significar moderno trabajo esclavo, crea miseria y desamparo en la mayor parte de la población humana. Es urgente liberar el potencial de los seres humanos, por medio de la protección del trabajo artesanal en la producción local, para consumo local, y la eliminación del enorme subsidio que recibe el empleo formal en la industria y los servicios, con el fin de hacer productos para consumo global que destruyen la vida de las localidades.    

El trabajo y la pandemia SARScoV2

¡Descrecimiento o colapso!

 



[1] Jean Gadrey. De la crítica al crecimiento a la hipótesis del descrecimiento

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