El trabajo y la pandemia SARScoV2
¡Descrecimiento o colapso!
Por Miguel Valencia Mulkay
Primera Parte
Presentación
en la reunión en línea del 18 de julio de 2020: Diálogos quincenales sobre la pandemia SARScoV2
Desde la
revolución industrial, sus creadoras y dioses tutelares-la economía y la
ciencia y la tecnología- han creado nuevas formas de esclavitud y trabajo
indigno: la industria y los servicios modernos han exigido un tipo de trabajo que
implica una mayor explotación del ser humano y
la Naturaleza comparado con la
vieja esclavitud, como tempranamente lo advirtieron Lafargue y Tolstoi, lo
ilustró Chaplin en sus películas y lo confirmó Hitler con su letrero en la
puerta de entrada de sus campos de concentración, “Arbeit Macht Frei” (El trabajo te hace
libre)
La
degradación de los paisajes y del medio ambiente revela la magnitud de la
explotación del ser humano en la modernidad.
La
liberación de los esclavos del siglo XIX, a consecuencia de esta revolución industrial,
en los hechos significó la liberación de los dueños de los esclavos de la
necesidad de cuidar la salud de sus esclavos y, por otra parte, para los
antiguos esclavos, significó la libertad de morirse de hambre debido a las
condiciones creadas por la nueva economía creada por esta revolución industrial
en la que había que aceptar trabajar 15 o más horas diarias, en condiciones muy
contrarias a la salud, para ganar una paga que apenas servía, para no morirse
de hambre.
Se crean
entonces los mercados de trabajo en los que el ser humano se convierte en una nueva
mercancía, en lo que ahora llaman “capital humano”.
El socialismo nace como reacción a esta nueva
forma de explotación del ser humano en la industria y los servicios, hecha
realidad, con el gran apoyo de la ciencia y la tecnología.
El ambiente
político y geográfico creado por la revolución industrial propició la creación
del empleo moderno que obliga a las personas sin tierra propia a realizar
varios rodeos, como lo es tener un empleo para poder comer; salir de la
comunidad o del país para tener un empleo; Tener dinero para poder comer.
De esta
manera, se quiere matar la vida campesina y crear la economía moderna y el
desamparo de los trabajadores; muere la autonomía de las personas y las comunidades mientras nace el
automóvil y el transporte colectivo, con el fin de alterar profundamente los tiempos,
la geografía y los lugares del territorio, complicando mucho la vida del
trabajador.
Hoy día, el
empleo significa cuatro horas de transporte adicionales, sin pago alguno, a las
10 horas de trabajo habituales que hoy exigen los patrones, para poder “crear
empleos”. Dormir, transportarse, trabajar, transportarse, dormir, transportarse,
trabajar, dormir, es el círculo infernal del trabajador moderno.
Además, la economía
creada por la industria obligó a las mujeres, los niños y los ancianos que
permanecen en el hogar a realizar el trabajo doméstico no pagado, el llamado trabajo
fantasma que hace posible el funcionamiento de esa guerra contra los pobres
que es la economía moderna.
Esta nueva
forma de explotación del ser humano ha demandado su mitificación y sus grandes
mentiras, tales como que: El trabajo en la industria y los servicios
ennoblece, honra a quien lo hace. Quienes no tienen empleo lo hacen por su
deplorable horror innato al trabajo y al estudio y su amor al vicio y la
vagancia. La creación de empleos es la preocupación principal de los
empresarios y los gobernantes. El combate a la pobreza es la solución a
esta calamidad social. La baja
productividad es consecuencia de la mala escolaridad, los sindicatos y las
leyes de protección laboral.
El
liberalismo económico crea el horror de no tener empleo, para imponer una
profunda huella en la psicología del trabajador; es decir: El Horror Económico, tan
bien descrito por la señora Forrester.
La industria
y los servicios han elevado enormemente los peligros y los riesgos de muerte
atroz, por accidentes en lugares de trabajo muy inseguros y de enfermedad
crónica; por los ambientes altamente contaminados que tienen habitualmente
estos lugares.
El encierro
de trabajadores, por muchas horas diarias, en maquiladoras, fábricas, bodegas,
oficinas, comercios, transportes colectivos, clínicas, hospitales, salones de
clase, destruye mucho su alegría, su creatividad, su esperanza, su moral y su
deseo de libertad: los embrutece y los pone en muy alto riesgo de contagio en
una pandemia como el SARScoV2.
Además, este
encierro propicia la aparición de los modernos “rebaños humanos”, de campos de
concentración para refugiados, incluyendo los climáticos y los migrantes
indocumentados o con permiso temporal de trabajo en la agricultura. El encierro
de los trabajadores de la industria y los servicios, cercano al confinamiento
en las cárceles, destruye el potencial creativo de la mayor parte de la
humanidad.
En los años
del presidente Roosevelt se intentó reducir a 6 horas la jornada de trabajo,
con el fin de elevar radicalmente el empleo, sin embargo, los industriales
cerraron filas para oponerse a esta propuesta que en diversas formas han hecho
en los últimos 90 años muchos sindicatos e investigadores.
En Estados
Unidos, desde 1980, con la entrada de las políticas neoliberales, el tiempo
anual de trabajo promedio por persona ha aumentado al equivalente a cinco
semanas o 204 horas[1] .
Los sindicatos han sido corrompidos y desacreditados en ese país y sobre todo
en México.
En 1990, tan
pronto desapareció la Unión Soviética, las patronales del mundo acordaron que habrá
que trabajar el doble para ganar lo mismo. Desde entonces, en Estados
Unidos y en México, las horas diarias de trabajo no han dejado de aumentar y
los salarios de bajar su poder adquisitivo.
La
globalización exige crecientemente el calamitoso trabajo esclavo de los
migrantes indocumentados, el moderno empleo caníbal: el empleo que por su tecnología
y productividad devora empleos en otros lugares cercanos y el empleo
walmartizado: 12 horas de trabajo en los comercios y servicios, por un salario
de hambre. La robótica y otras tecnologías hacen del empleo formal un enemigo
del trabajo informal y de la mayor parte de la población.
Nada más
trágico que una sociedad hecha para sobrevivir por medio del empleo en la que
no hay empleo, decía Hannah Arendt.
Hoy decimos:
Nada más trágico que una sociedad hecha para el crecimiento en la que no hay
crecimiento ni puede haberlo. Debido a los tratados de libre comercio, cerca de
un 60% de los mexicanos en edad de trabajar, lo hacen en la economía informal,
mientras el impresentable INEGI dice que tenemos no más de 5% de desempleo.
¿Qué sucedió
con la política de pleno empleo? La excesiva dependencia de la moneda que ha
creado la economía-la financiarización- es la clave de la tragedia: desde el
inicio de la pandemia SARScoV2, la mayor parte de los trabajadores no han
podido quedarse en casa por muchos días, guardar la sana distancia y evitar
pasar muchas horas diarias en espacios cerrados. Ha sido necesario inventar
formas gubernamentales de hacerles llegar dinero.
Los
trabajadores agrícolas y de las empacadoras de carne de EU, en gran medida
indocumentados mexicanos, han sido considerados “esenciales”, para el
funcionamiento de la economía y por ello han sufrido muy altas tasas de
contagio y muertes.
Los negros y
los hispanos de EU y los trabajadores informales han tenido hasta dos o tres
veces más altas de contagio y mortalidad por el covid19. Mas de 90 choferes del
Estado de México han muerto por el covid19.
El empleo en
la industria y los servicios, además de significar moderno trabajo esclavo, crea
miseria y desamparo en la mayor parte de la población humana. Es urgente
liberar el potencial de los seres humanos, por medio de la protección del
trabajo artesanal en la producción local, para consumo local, y la eliminación
del enorme subsidio que recibe el empleo formal en la industria y los servicios,
con el fin de hacer productos para consumo global que destruyen la vida de las
localidades.
El
trabajo y la pandemia SARScoV2
¡Descrecimiento
o colapso!
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