Penalizar al viajero frecuente de la aviación: la mejor respuesta al NAIM
18 de octubre de 2018
Miguel Valencia Mulkay
Apoyar el aumento de la demanda de viajes en avión de la
Ciudad de México, como lo pretenden quienes proponen la construcción del NAIM de
Texcoco o de Santa Lucía, constituye una gran insensatez, un enorme
desconocimiento de las amenazas que enfrenta la aviación y una gran ceguera de
lo que sucede en el mundo. La entrada en la era del petróleo no convencional o
final de la era del petróleo convencional entraña una enorme incertidumbre para
la aviación, por su enorme dependencia del precio del petróleo, y ahora, del
hambre en el mundo, por el excesivo impacto que tiene la producción de los
biocombustibles de la aviación en la alimentación humana.
Es muy alta la probabilidad de que se presente uno o varios
shocks petroleros en los próximos 30 años, el petróleo puede fácilmente regresar
pronto a los 155 dólares el barril, como lo estuvo en 2008, meses antes de que
explotara la gran crisis financiera, con la quiebra de Lehman Brothers en Wall
Street, o puede irse más arriba, por las nuevas tensiones geopolíticas que
pueden llevar a nuevas formas de guerra (Rusia-China-Irán-Venezuela), el no
resuelto colapso de la finanza y la economía mundial, que puede llevar a
grandes recesiones, así como por el rechazo creciente en el mundo a la
extracción de gas y petróleo no convencional (fracking y aguas profundas) y su
estafa financiera. Es enorme la incertidumbre sobre el futuro de la política y
la economía mundial.
Si bien el muy previsible encarecimiento extremo del petróleo
puede frenar bastante el crecimiento de la demanda de viajes en avión de la
Ciudad de México, también lo puede hacer el clamor mundial contra la quema de
combustibles fósiles (petróleo), por el excesivo deterioro del clima de la
Tierra, reflejado en el sostenido aumento de la fuerza destructiva de los
eventos climáticos extremos (huracanes, tormentas, sequías, olas de calor,
incendios forestales, tornados) y de la desaparición de glaciares, muerte de
los corales y aumento de la acidificación de los mares.
El reciente informe científico del IPCC (Panel Intergubernamental
de Cambio Climático) es particularmente enfático en sus recomendaciones: es
urgente reducir drásticamente la quema de petróleo (80% en los próximos 30
años); se acaba el tiempo para salvar los corales, la vida en los mares, la
agricultura, y la permanencia de los seres humanos sobre la Tierra. El
calentamiento global avanza a gran velocidad y no pasarán muchos años en que
será necesario reducir radicalmente el uso del avión, el auto y el transporte
en general, por su muy alto impacto en el clima de la Tierra.
Las emisiones de gases que dañan el clima de la aviación se
han disparado mucho en los últimos años, por la negativa de los gobiernos a
someterlas a penalizaciones mínimas. Las cumbres del clima virtualmente las
ignoran, por lo que se han convertido en las emisiones que más rápido crecen en
el mundo. Estos gases, por ser emitidos a gran altura atmosférica, tienen un
efecto destructivo mucho mayor, estimado en 2.7 veces (RFI-Radiative Forcing
Index) Ahora representan al 18 % de las emisiones mundiales.
La fijación de severas restricciones a la aviación era
obligada hace ya algunas décadas, sin embargo, los grandes intereses económicos
y políticos han hecho todo lo posible para evitarlo: dependen de la aviación
para sobrevivir, la empresa globalizadora se sostiene en ella, las alianzas
internacionales dan fuerza a los políticos y los empresarios dependientes de
este entorno. Aunque, los últimos hechos mayores nacionales e internacionales
modifican estos supuestos.
Quienes firman los acuerdos mundiales del clima, la ecología,
el medio ambiente; quienes aprueban, construyen, asesoran, apoyan, la
construcción de nuevos aeropuertos son “viajeros frecuentes” de la aviación,
adictos a los viajes en avión, con grandes conflictos de interés, por lo que
realizan intensas campañas de desinformación que van desde afirmar vehementemente
que el bienestar del país depende mucho de la inversión extranjera, el comercio exterior, las recomendaciones del FMI,
el Banco Mundial, la OCDE, el turismo, la aviación, hasta defender falsas
soluciones climáticas y energéticas, como el “offsetting” (compensaciones de
emisiones, muy utilizados por la tramposa ICAO u OACI-Organización de Aviación
Civil Internacional), los biocombustibles, el fracking y las nuevas tecnologías
para reducir el consumo de petróleo.
El viaje en avión simboliza el mayor desprecio personal por el clima de la Tierra, la Naturaleza, la Ecología y el Medio Ambiente, no sólo porque implica el mayor consumo de petróleo por kilómetro-pasajero- cuatro o cinco veces arriba del autobús o el ferrocarril-, sino porque contribuye mucho a impulsar el crecimiento en el uso de los transportes que más se le parecen en capacidad depredadora: las camionetas SUV, los trenes de alta velocidad, los tráileres, los grandes cargueros.
Los viajes en avión apoyan el crecimiento de
las actividades económicas más nocivas del mundo, como lo son el transporte y
el turismo, así como los deplorables estilos de vida ligados a estos servicios:
fabrican fuertes actitudes antiecológicas y antisociales y aniquilan rápidamente
la conciencia climática, ecológica, cultural, social, de los niños y los
jóvenes.
Por su inmenso poder destructivo, es muy irresponsable apoyar
el crecimiento de la aviación del país, por medio de mayores facilidades para su
operación, como lo son los financiamientos a largo plazo con bajos tipos de
interés, para construir nuevos aeropuertos o los grandes subsidios en los que
se sustenta la aviación (cero impuestos energéticos, climáticos,
administrativos), entre otros. Hace más de 30 años, la Cuenca de México fue
declarada “Zona de Desastre Ecológico Mundial”, una de las diez zonas más
deterioradas de la Tierra, de acuerdo a científicos que entonces observaban
territorios vía satélite. Ni la Cuenca ni la Ciudad de México pueden resistir
un proyecto de tan descomunal impacto ecológico, ambiental, urbano, cultural,
social, económico y político como lo es el NAIM.
La mejor respuesta a la demanda de viajes en avión de la Ciudad de México y del país consiste en penalizar al “viajero frecuente”, responsable principal de su crecimiento y de la aniquilación de la conciencia climática, ecológica, cultural y social de los niños y los jóvenes.
Cualquier persona que registre más de 6 vuelos al año en el país (entrada o salida) debe ser considerado “viajero frecuente” y debería cubrir un impuesto de 20% adicional en su boleto siguiente y cada vez que duplique este número de vuelos se deberá duplicar la tasa de impuesto; por ejemplo: del vuelo 13 al vuelo 24, (típicos de gerentes y jefes de departamento de empresas) pagaría 40% de impuesto; del vuelo 25 al vuelo 48 (típicos de ejecutivos federales y transnacionales) pagaría 80% de impuesto, por su boleto de avión; del vuelo 49 al vuelo 98 (típicos de presidentes y secretarios de gobierno y altos ejecutivos de corporativos) pagaría 160% de impuesto.
Con este impuesto gana la
sociedad y sería innecesario construir nuevos aeropuertos. El viajero frecuente,
una pequeñísima minoría, es el gran promotor del NAIM.
Penalizar al viajero frecuente de la aviación: la mejor respuesta al
NAIM
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