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lunes, 13 de diciembre de 2021

El regalo, la charla y la desindustrialización del mundo
 
Miguel Valencia Mulkay
  
  Intervención en la primera plenaria de la Primera Conferencia Norte Sur Degrowth- Descrecimiento, Ciudad de México 2018 4 de septiembre de 2018 

 Eje temático: Supervivencia 

Vivimos tiempos desquiciados y desquiciantes. El clima se vuelve irregular y extremo. Olas de calor, incendios forestales, inundaciones, sequías, tormentas, huracanes, en todas las latitudes, cada vez más frecuentes y destructivos. Desaparecen los glaciares, los corales, las abejas, los gorilas, las selvas, los bosques y diariamente, entre 100 y 200 especies. Los mares se llenan de plástico, los campos de peligrosos agroquímicos, las ciudades de autos y los cielos de aviones. 

 Falta el agua limpia a más de mil millones de personas. La basura, los desechos tóxicos y peligrosos migran hacia los barrios, pueblos y países más pobres del mundo. 

En los países del Sur se resienten los mayores daños generados por las alteraciones del clima y la ecología ocasionados por los usos y costumbres de los que en el mundo tienen un auto. 

 El gobierno de Trump abandona el Acuerdo de Paris, asfixia la ciencia climática y apoya el uso del carbón y el gas y petróleo obtenido por medio del fracking; entramos en la ominosa época de los combustibles fósiles no convencionales: al menos diez veces más devastadores que los convencionales ; se reproducen las energías alternativas de excesivo riesgo y daño socioambiental, como la nuclear, los biocombustibles y las grandes solares y eólicas ; el fracking se impone en el mundo por medio de represión y legislaciones antidemocráticas; se promueven guerras financieras y mediáticas para someter a Irán y Venezuela, por sus últimas grandes reservas de petróleo barato. 

 Para relanzar el crecimiento de la economía mundial se manipula el precio del petróleo. 

Se engaña a la sociedad vendiendo el gas como combustible limpio. Debido a los grandes subsidios que recibe, la aviación comercial crece exponencialmente: antes de 20 años cuadruplicará sus actividades.

 Los monocultivos crecen creando hambre, enfermedad y muerte. 

Unidas Bayer y Monsanto, saturan de glifosato los suelos del mundo mientras utilizan la Ley para exterminar a los pequeños productores de alimentos. 

 Por su dependencia del transporte a largas distancias, la producción industrial del mundo provoca un escandaloso desperdicio de agua, energía y alimentos. 

 Cada día es peor la calidad de los alimentos que comemos y peores nuestros hábitos alimenticios. Llegan a ser escandalosos los tiempos perdidos en el transporte urbano de las ciudades de los países del Sur. Las ciudades crecen sobre el campo como un cáncer maligno. 

 Por los gigantescos flujos de transporte que requiere, la globalización acelera la destrucción del clima y la biodiversidad. Ente cinco y quince veces arriba, los consumos de agua, energía, alimentos, metales, maderas, plásticos, de un ciudadano promedio del Norte global, comparado con uno del Sur Global. 

 Abundan las falsas soluciones climáticas, ecológicas, sociales y culturales propuestas por científicos, tecnólogos, empresarios y políticos.

 El delirio de la tecnociencia y la fe en las soluciones que ella puede crear, reducen las posibilidades de preservar o proteger el clima y la ecología. 

 La energía nuclear, la ingeniería genética, la nanotecnología, la robótica, la inteligencia artificial, la geoingeniería, entre otras, crean escenarios apocalípticos. 

 Van en aumento las catástrofes creadas por la productividad, la competitividad, la tecnociencia y el consumo de los países del Norte, y de quienes en el Sur viven como en el Norte. 

 Los costos económicos derivados de los daños socioambientales producidos por las contaminaciones, la devastación climática y ecológica anulan cualquier ganancia en bienestar y economía que se haya tenido por esta destrucción. 

 Los costos en salud creados por los productos industriales que consumimos exceden por mucho sus posibles beneficios sociales. 

Aumentan las horas de trabajo y el alejamiento de la vida individual y familiar en todo el mundo. La desigualdad aumenta sin cesar creando cada año más miseria en el Norte y en el Sur. En el mundo se dispara el consumo de drogas, la violencia intrafamiliar, escolar, laboral, urbana. 

 Las escuelas fabrican la desigualdad, el consumismo y la frustración de la mayoría de la población. México se desquicia por la introducción de armas que provienen de su poderoso vecino del Norte y el escandaloso consumo de drogas de esta potencia mundial. Sin embargo, más de la mitad de la población humana aspira a vivir como en Estados Unidos y la gran mayoría de la población de ese país es adicta a su destructivo modo de vida. 

 El suicidio crece a una tasa del 10% en los países de la OCDE. En estas sociedades desarrolladas, el éxito se traduce en una acumulación frenética de consumos y servicios que a su vez derivan en la elevación del stress, insomnio, desórdenes psicosomáticos y enfermedades de todo tipo (canceres, crisis cardiacas, alergias diversas, obesidad, diabetes). 

 En la medida que aumenta el desarrollo y el avance tecnocientífico aumentan los estados depresivos, la fatiga crónica, las tentativas de suicidio, las perturbaciones psíquicas, el consumo de antidepresivos, tranquilizantes, somníferos, antipsicóticos, estimulantes, adicciones de todo tipo, ausentismo, entre otros males. 

 Es muy ilusorio el bienestar de los países del Norte global. Terrible, el sufrimiento de los países del Sur global por su afán de imitar los absurdos modos de vida de los países del Norte. Grandes millonarios buscan desesperadamente maneras de reducir la población humana a la décima parte. La riqueza es una patología peor que la pobreza. 

En los discursos académicos se oculta la miseria moral de los ricos, cualidad que está en el núcleo de la cuestión social y económica. La riqueza genera la pobreza. La economía está organizada para bombear riqueza de los pobres a los ricos: es un juego suma cero, lo que ganan unos lo pierden los otros. 

 Cada día es más fuerte el lazo económico y financiero que une a las personas y cada vez es menor el lazo de amor, afecto, cariño, amistad, solidaridad; desaparece el regalo, la gratuidad, el altruismo y la sobriedad. 

 Muere la alegría, la belleza y la convivencia en el mundo mientras crecen sin límite las contaminaciones, la miseria, la violencia, la fealdad, las adicciones, la abyección, y las guerras multidimensionales. 

 El sistema político y económico hace infelices a todos. La religión de la economía y el culto a la ciencia y la tecnología nos han llevado a la miseria, el desamparo y un futuro impensable. El pensamiento económico- rigurosamente unidimensional (Marcuse)- controla ahora las mentes de la gran mayoría de las personas escolarizadas, informatizadas y desarrolladas. 

La entrada en la edad de los sistemas radicaliza la devastación simbólica, cultural, climática y ecológica del mundo. Mueren las conversaciones cara a cara, el conocimiento del territorio, la historia, la buena comida, el lenguaje, las fiestas, los símbolos, los saberes, las tradiciones y las culturas. Hay demasiado riesgo en nuestras vidas; hay demasiadas cosas en el mundo que resultan intolerables. 

 Es necesario decir ¡Ya Basta! a muchas cosas. 

 No podemos dejar que siga creciendo la pavimentación, el bombeo de agua, la aplicación de fertilizantes químicos y pesticidas, la producción de plásticos y alimentos chatarra, el uso de celulares, autos y aviones, el consumo de gas, petróleo, carbón, electricidad, la incineración de basura, la construcción de trenes de alta velocidad, gaseoductos, confinamientos para desechos tóxicos y peligrosos, centrales nucleares, bases militares, o el agotamiento de los acuíferos, la desertización, la contaminación del aire, el envenenamiento de los ríos, lagos, humedales, o la desaparición de especies, el derretimiento de los glaciares, la muerte de los mares, el desquiciamiento del clima. 

 No podemos ser indiferentes ante la devastación cultural realizada por los sistemas educativos, médicos, universitarios, alimentarios, de transporte, turismo, seguridad, producción, extracción, comunicaciones, información, diversión, protección, comercio; por los sistemas financieros, económicos, políticos, judiciales, militares, internacionales, mundiales, o por la agresión publicitaria, la manipulación mediática, el crédito al consumo y la obsolescencia programada. 

 No podemos mantenernos pasivos frente a la muerte, la enfermedad y la destrucción climática y ecológica creada por el avance tecnológico, el crecimiento económico y las inversiones para el desarrollo y la modernización. 

 Es apremiante cambiar de ideas, certidumbres, actitudes, modos de vida, mentalidades, filosofías políticas para poder sobrevivir a las catástrofes que enfrentamos. 

 Es una buena noticia saber que fracasan en el mundo las ideas de desarrollo, progreso y crecimiento económico, sin embargo, no podemos esperar que desaparezcan rápidamente, por mucho que los desastres en aumento contribuyan a su destrucción. 

 La colonización del imaginario social es muy profunda y arraigada. 

 Para que sobrevivan los más vulnerables, será necesario luchar toda la vida contra la extracción de gas, petróleo y minerales; contra la producción de gases que dañan el clima; contra las descargas de drenajes en arroyos, ríos, lagos, humedales y mares; contra la industrialización de la agricultura, la pesca y la crianza de animales; contra la generación de electricidad en centrales nucleares, termoeléctricas, grandes eólicas o solares; contra las grandes presas, trasvases, plantas de tratamiento de aguas; contra la construcción de supercarreteras, vías rápidas, trenes de alta velocidad y aeropuertos; contra la construcción de megaproyectos de cualquier tipo. 

 Todos tenemos mucho por ganar con la desaparición de las sociedades de crecimiento. La disidencia es también para toda la vida. 

La crítica, el combate a las ideas de utilidad, escasez, abundancia, riqueza, pobreza, productividad, competitividad, crecimiento, economía, sistemas, ciencia, tecnología, desarrollo, progreso, modernización, es permanente mientras estas palabras controlen la política. 

 Especialmente, es indispensable desmitificar el índice fetiche del bienestar moderno, el Producto Interno Bruto, y dejar de creer que el bienestar y la felicidad son asuntos que se pueden medir por medio de un índice. Bien tener no significa vivir bien. 

 Es indispensable rechazar la valorización económica de todas las variables no económicas; abandonar los números para poder entender las calidades del mundo. 

 El crecimiento del PIB mundial de los últimos 50 años demuestra que sirvió para descomponer el clima de la tierra, destrozar la ecología de los territorios, hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres y poner en grave riesgo la existencia de la humanidad. 

 Es absurdo el crecimiento infinito en una Tierra finita que proponen los economistas. ¿Cuáles son los axiomas del pensamiento económico? El regalo, la gratuidad, la amistad, representan una gran ayuda para salir del nexo económico que nos asfixia y entrar en una sociedad de descrecimiento. 

 La industria ha demostrado sobradamente su naturaleza perversa y destructiva: desquicia la percepción humana, degrada la relación de los seres humanos entre sí y con la naturaleza, genera grandes adicciones, destruye las buenas costumbres, produce demasiada basura, contaminación del aire y de las aguas y de los suelos; es el sustento de los servicios que debilitan las mentes y las culturas: la escuela, la comunicación y el transporte; es el apoyo principal de los sistemas del mundo que aniquilan la vida en la Tierra 

 Para proteger a los “condenados de la Tierra”, resulta inaplazable el fortalecimiento de una resistencia contra la industrialización de los países del Sur- guardianes de la mayor parte de la diversidad cultural y biológica del mundo-, y a favor de las nuevas artesanías ecológicas. 

 El regreso a una era de florecimiento de la artesanía bien podría ser la base de una vida convivencial, creativa y alegre y la muy necesaria desconexión de los países del Sur, de las ideas de desarrollo y crecimiento. Es perentoria la minimización de la industria en el Sur global. 

 Tarea de gran calado es la descolonización del imaginario social: sin ella es imposible construir una sociedad de descrecimiento, post desarrollo o post petrolera. 

La ruptura con la droga económica será tanto más difícil ya que es del interés de los banqueros y las transnacionales evitar que eso suceda. Bien puede resumirse esta tarea en el rechazo a la escuela obligatoria, la manipulación mediática y el consumo cotidiano moderno. 

La escolarización obligatoria, una droga perniciosa, ha fabricado muchas generaciones de seres humanos adictos al consumo, el trabajo y la uniformidad, imbuidos por ideas económicas, sumisos, serviles y frustrados que más tarde quedan presa de la telebasura y aprueban los desmanes del sistema político-económico. 

 La educación no obligatoria abre el camino hacia la recuperación de la imaginación y la creatividad. 

 La publicidad agresiva y omnipresente crea necesidades y acaba por controlar el imaginario social, de por sí devastado por la escolarización. 

 Por su exceso, la información se convierte en desinformación la que unida a la publicidad comercial y política se convierte en deformación, propaganda y manipulación. Una verdadera empresa dedicada a la intoxicación de la sociedad. 

 Las transnacionales, grandes manipuladoras de los deseos y las opiniones, han conseguido imponer el consumo de sus nocivos productos por estos medios. 

 La urbanización, los IPod y el internet completan la uniformización del imaginario y las aspiraciones creando las bases para el nacimiento del nuevo tipo de fascismo: el consumismo, un poder mucho más totalitario que el original. El modo de vida de los países desarrollados refuerza la colonización del imaginario. 

La denuncia de la publicidad y de la manipulación mediática resulta obligada para propiciar el descrecimiento y la convivencialidad; ayudan mucho en esta lucha: la investigación en estos asuntos y la experiencia obtenida. La recuperación de la conversación cara a cara, así como el uso de la bicicleta forman parte de central de las terapias necesarias para descolonizar el imaginario. 

 El arte nos permite sobrevivir a la barbarie creada por la sociedad de crecimiento. 

 El cambio de modo de vida es fundamental en el proceso de descolonización del imaginario: evitar el uso del avión, el auto, el celular; reducir el tiempo dedicado a la televisión, la radio, la navegación en internet. 

 El tecno ayuno es una manera de ayudar a la supervivencia; tenemos que convencernos nosotros mismos que se vive mejor viviendo con menos objetos y menos tecnología. 

 Por otra parte, el cambio de modo de vida de los desarrollados, escolarizados y modernizados, de los que tienen mucho, tiene un gran poder de transformación social. 

La corrupción de lo mejor es lo peor. 

 El ejemplo tiene un papel irremplazable en el descrecimiento. 

 No hay soluciones tecnológicas o económicas frente los predicamentos que enfrentamos. 

 Sin un cambio en las certidumbres que rigen nuestras vidas, en la visión del mundo, la epistemología, la filosofía que tenemos, no hay sobrevivencia ni liberación posible. Es indispensable desear ser libre y poner voluntad para lograrlo.

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