POR UNA CONDONACIÓN DE LA DEUDA
PÚBLICA EXTERNA DE AMÉRICA LATINA
Franz Hinkelammert
(Alemania/Costa Rica)
Yamandú Acosta
(Uruguay)
William Hughes
(Panamá)
Orlando Delgado
(México)
José De Echave
(Perú)
Henry Mora Jiménez (Costa Rica)
Luis Paulino Vargas Solís (Costa Rica)
Jorge Zúñiga (México)
Miguel Valencia Mulkay (México)
18 de junio de 2020
1. El crecimiento económico como política y el endeudamiento como
adicción
La
globalización neoliberal encumbró la “sociedad del crecimiento”. El crecimiento
se convirtió en la política central que supuestamente sostendría el consumo, la
inversión, el empleo y el bienestar social.
El
pretendido crecimiento ad infinitum resultó tener “efectos
colaterales” (humanos y ecológicos), pero se asumió que el libre mercado y el
desarrollo tecnológico lograrían contrarrestarlos. Y si no lograban
solucionarlos, entonces no habría solución alguna: el progreso demanda
“sacrificios”.
La
teoría económica neoliberal dio un viraje de 180 grados: el “ahorro de hoy”
dejo de ser la fuente para el consumo y la inversión “de mañana” (tesis
keynesiana). El consumo por el consumo (consumismo) se convirtió en el motor
del crecimiento, y la inversión productiva perdió el sentido de incrementar la
“capacidad productiva” para considerarse casi exclusivamente en términos de su
rentabilidad de corto plazo. Entre 1970 y 2007 se impusieron el capitalismo de
casino y la financiarización, dominando la economía real. La crisis del 2008
fue interpretada como un tropezón normal en el frenesí de “exuberancia
irracional”.
El
consumismo desenfrenado y la inversión financiera se apuntalaron fuertemente en
el crédito: a los hogares, empresas y Estados; desmantelando, además, las
políticas del Estado de bienestar. Se generó una dependencia adictiva entre el
crecimiento económico (la acumulación de capital) y el endeudamiento sin
límite.
2. El pago de la deuda como genocidio
El
capitalismo se fundamenta en el crecimiento económico, y como ya no puede
hacerlo con saltos de productividad, se alimenta de nuevas “acumulaciones
originarias” y de un endeudamiento tóxico que conduce a deudas perpetuas e impagables.
Después del estallido de la crisis de la deuda en los años ochenta, podría
esperarse que la situación de la región mejorara en el mediano plazo, pero se
ha agravado. La deuda externa se duplicó hacia 1990, y para 2019 había crecido
10 veces, superando los 2 billones de dólares, con un pago de intereses que
sumó un poco más de 1.1 billones de dólares. En realidad, todo el aumento de la
deuda hasta 2010 ha sido resultado de pagos de intereses. El ingreso neto por
nuevos créditos externos fue nulo hasta 2010. El pago de intereses corresponde
a un dinero jamás entregado, se trata de una brutal usura. Hasta 2018, el 60%
del aumento de la deuda externa lo constituyó la capitalización de intereses,
los que se “pagaron” con nueva deuda, que seguirá exigiendo pago de intereses
por recursos financieros que nunca han servido a los países de América
Latina.
Esta
situación es extensiva a la deuda pública: en los próximos cinco años el 32%
del servicio de la deuda correspondería a pagos de intereses, lo que se agrava
con la Pandemia de la Covid-19. La deuda externa es una fuente perpetua
de extracción de excedentes de las economías de América Latina, sobre la base
una deuda impagable. Resolver esto demanda la condonación inmediata de dicha
deuda.
Este
terrible año hay que pagar la deuda, tanto su capital como los intereses. Este
pago en muchas sociedades, en especial las de América Latina, impide atender
demandas sociales en salud, educación, protección social, cultura y demás
servicios sociales y de protección del ambiente. El pago del capital y los
intereses es la primera prioridad del presupuesto nacional, aunque miles o
millones de ciudadanos no logren satisfacer sus necesidades básicas. La
pandemia de la Covid-19 ha puesto al desnudo este genocidio económico-social.
3. Las crisis de deuda y su papel como estrategias de sometimiento
El
endeudamiento es un gran negocio de los bancos y las empresas transnacionales,
especialmente cuando las deudas se vuelven impagables. El país que no pueda
pagar tendrá que ceder su soberanía, sus recursos naturales más valiosos y sus
empresas públicas. Este pillaje incluso se hace calculadamente para que el país
endeudado pueda seguir pagando, y cada tiempo se renegocia la deuda y hasta se permiten
condonaciones parciales de intereses.
El
endeudamiento externo hizo posible someter a toda América Latina durante la
crisis de la deuda de los años 80 del siglo pasado, transformándola en un
proceso de expropiación bajo el eufemismo de los “ajustes estructurales”.
4. El Acuerdo de Londres de 1953
El
Tratado de Versalles (1919) fue un ejemplo de la ceguera de la “voluntad de
poder”. Los ganadores de la I Guerra Mundial impusieron a Alemania costos de
guerra a todas luces impagables. El tratamiento de la deuda alemana y el de
otras naciones europeas después de la II Guerra fue muy diferente. Empezaba la
guerra fría y las medidas para “salvar el sistema” incluyeron la eliminación de
la mayor parte del pago de las deudas alemanas con el resto de Europa
occidental y otros países aliados, Grecia incluida, además del Plan Marshall y
la concesión de nuevos créditos sin intereses.
Ante
los efectos económicos y sociales devastadores a causa de la pandemia de la
covid-19, el FMI se niega a discutir una posibilidad semejante, y sólo
considera condonaciones parciales o posposición de pagos de intereses para los
países más pobres y endeudados. Quieren repetir el Tratado de Versalles, solo
que ahora con los “perdedores” (víctimas) de la globalización.
5. El Fondo Monetario Internacional: la aparente paradoja de la
condonación de las deudas. ¿Se debe pagar, aunque no se pueda pagar?
Desde
el estallido de la crisis latinoamericana de la deuda en 1982, han sido
múltiples los llamados a la condonación total de la deuda. La negativa del FMI
y del Banco Mundial se respalda en la “responsabilidad de los deudores”, de
gobiernos que irresponsablemente incurrieron en esa deuda. Según este
argumento, ni siquiera la incapacidad de pago justifica la condonación de las
deudas. El deudor es culpable de su incapacidad y el acreedor es exonerado de
no anticipar que el deudor no podía pagar. Pero el argumento se desmorona
cuando cualquier auditoria de la deuda muestra el pillaje del acreedor o la
corrupción de los gobiernos de turno.
Entonces el FMI y el BM recurren a otro argumento: “la ley y el orden” de los
mercados financieros y la continuidad de los préstamos en el futuro. La
condonación de la deuda lesionaría la capacidad de las instituciones de crédito
de seguir prestando y socavaría la confianza en el sistema financiero. Tal
argumento es indefendible, cuando gobiernos y bancos centrales de los países
ricos compran billones de dólares en valores o sencillamente emiten billones en
monedas duras para salvar de la quiebra a bancos, empresas y mercados de
valores, acrecentando la desigualdad y la injusticia.
6. Por una condonación de la deuda pública externa de América Latina.
Cuando las deudas, supuestamente, se pagan con nuevas deudas y, además, los
intereses se agregan, la deuda total crece sin más límite que el impuesto por
la progresión del interés compuesto. Ha llegado el momento de transformar el
sistema.
La
crisis en curso ha ratificado que el futuro de la humanidad está en riesgo.
Tenemos una oportunidad para corregir situaciones que muestran tendencias
catastróficas. Recuperar la solidaridad como un valor global permitirá poner en
el centro valores sociales fundamentales que la globalización neoliberal ha
relegado o incluso aplastado.
La
reconstrucción de las relaciones humanas, en la perspectiva de la vida y el
bien común, exige cambios radicales: en nuestro metabolismo social, en las
relaciones laborales, en la división sexual del trabajo, en los servicios
básicos para toda la población, en los sistemas tributarios, en la propiedad
intelectual y la cultura, en el dinero y las finanzas, en los organismos
financieros internacionales, en la cooperación entre las Naciones, etc. Una
Condonación Mundial de la Deuda Externa Pública sería sólo un primer paso, pero
uno que puede cimentar la construcción de un futuro mejor para todas y todos, pero
especialmente, para las víctimas del capitalismo neoliberal, colonial y
financiarizado.
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