Segunda parte: Un
engaño, las solares y eólicas y las demás energías renovables industrializadas.
Por Miguel Valencia Mulkay
18 de junio de 2020, Décimo quinto
aniversario de la fundación de ECOMUNIDADES, Red Ecologista Autónoma de la
Cuenca de México.
El 31 de marzo de 2018 circulamos la primera parte de este
artículo. En ella decía que las renovables tienen su origen en la gran
dificultad- hoy diría en la absoluta incapacidad - del sistema político y
económico, de abandonar el crecimiento en el consumo de energía; decía también que
la emergencia de las renovables es una clara señal del agotamiento del gas y el
petróleo de bajo costo de extracción y de la entrada en una era de gran
incertidumbre energética, por el enorme riesgo o costo climático y/o ambiental
del gas y petróleo no convencional. Y decía que las renovables sirven para
prolongar el consumo excesivo de combustibles fósiles (gas, carbón y petróleo).
No lo dijimos, porque hasta finales de ese año fue del
conocimiento público que sólo tenemos hasta el 2030, según el informe de 2018
del IPPC (Panel internacional de Expertos en el Cambio Climático), para reducir
radicalmente el consumo de gas, gasolina, carbón y petróleo y de esta manera
evitar un acelerado desquiciamiento del clima o la elevación de la temperatura
promedio en la superficie de la Tierra arriba de los 1.5 grados sobre niveles
preindustriales señalados en el Acuerdo de París.
Recientemente, se destapan los contratos leoninos que gobiernos
corruptos al servicio de inversionistas extranjeros le impusieron a la CFE en
sexenios pasados, con el fin de subsidiar generosamente, con cargo a los
contribuyentes, la operación intermitente de la forma más contaminante y
destructiva de las renovables: las grandes eólicas y solares que promueven y
operan principalmente grandes inversionistas europeos, el poderoso lobby de las
renovables.
De manera sorprendente, aparece simultáneamente la defensa legal
y mediática de estas muy costosas tecnologías, por parte de organizaciones no
gubernamentales ambientalistas, con fundamento en argumentos falaces sobre sus
beneficios.
Desde hace décadas, se hace un gran negocio con la exigencia
ambientalista de reducir el consumo excesivo de carbón y petróleo, responsable
principal del colapso del clima, por medio de la promoción de la introducción y
operación de estas grandes eólicas y solares que ayudan a conservar el
crecimiento en el consumo de energía y que sobre todo retrasan o difieren mucho
la introducción de la única política que puede tener un efecto significativo en
favor de la estabilidad del clima: la reducción radical del escandaloso despilfarro
de energía que existe en las actividades económicas del campo y la ciudad, en
la producción agropecuaria y en la industria de transformación y el desarrollo
urbano. Es muy evidente que en estas actividades económicas hay un gran
despilfarro de energía, como puede verse en un buen análisis de ellas,
independiente del Estado o del Mercado.
Ha sido sobradamente denunciado por muchos años el excesivo
consumo de productos del petróleo en la industria agropecuaria. Es también muy
obvio el excesivo consumo de gas y gasolinas en el transporte de productos
industriales, muy especialmente por las “cadenas productivas” que crean los
acuerdos de libre comercio y desde luego es muy evidente el despilfarro de
energía en las ciudades y las zonas urbanas, por el uso del auto particular, el
Metro, el Metrobús y otros transportes colectivos que provocan la emergencia de
una enorme pérdida de tiempo diaria de los usuarios, así como de crecientes distancias
recorridas diariamente: aumentan cada año los tiempos perdidos diariamente y las distancias
recorridas diariamente por sus usuarios en las ciudades y zonas urbanas.
La emergencia climática- el 2030 como límite para evitar
consecuencias apocalípticas- hace perentoria la reducción radical del
despilfarro de energía en la industria y los servicios, por medio de la
completa reestructuración de estas desquiciadas actividades económicas. Se
requieren políticas sustentadas en el
abandono de los devastadores y contraproducentes criterios económicos de productividad,
competitividad y crecimiento del Producto Interno Bruto y apoyadas en sólidos argumentos
climáticos, ecológicos y ambientales. En esta nueva política, las renovables
podrían tener un lugar solamente como pequeñas instalaciones para la vivienda,
con ecotecnias apropiadas por los vecinos de cada comunidad. Es enorme el
potencial de reducción de emisiones de gases que dañan el clima, por medio de una
política de reducción radical del despilfarro de electricidad, gas, carbón y
petróleo en las actividades económicas.
Segunda
parte: Un engaño, las solares y eólicas y las
demás energías renovables industrializadas.
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