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martes, 28 de diciembre de 2021

 

El transporte, la urbanización y la pandemia SARScoV2

Presentación en la reunión del 19 de septiembre de 2020 del ciclo de reuniones COVID-19: demandas y propuestas para la nueva normalidad de Cambiemos el Sistema No el Clima

Por Miguel Valencia Mulkay

Por enésima vez, la pandemia ha confirmado los enormes riesgos y los pésimos modos de vida que se dan en las megalópolis y las gigantescas urbanizaciones modernas, como lo es la ciudad de México que, en general, son lo opuesto de las ciudades históricas, aunque adopten su nombre.

La urbanización en exceso, como lo señalaba Murray Bookchin[i], destruye la eco-comunidad que es la esencia de las ciudades históricas. La urbanización sin límites aniquila a las ciudades y, con ello, la salud y la producción cultural de sus habitantes y, por otra parte, eleva mucho los riesgos de catástrofe social, humanitaria y ecológica.    

Las pandemias nacen ahora en estas gigantescas urbanizaciones (Wuhan); se propagan muy pronto a todas ellas, por medio de sus enormes aeropuertos, y luego, se difunden rápidamente entre sus habitantes, por medio del transporte colectivo y sus diversos e innumerables encierros cotidianos (escuelas, fábricas, centros comerciales, torres de oficinas, mercados, cárceles, espectáculos, entre otros) y más tarde, se propagan en las ciudades menores y las zonas rurales.  

Una gran parte de la población de estas ciudades no puede quedarse en casa durante una epidemia como la covid19- vive en gran pobreza y carece de ahorros para dejar de trabajar varias semanas-, por lo que se expone demasiado al contagio de los virus en el transporte colectivo y en las diversas aglomeraciones que fabrican diariamente las urbanizaciones modernas.

Las cuatro horas y media que una gran parte de los trabajadores de estas megalópolis de los países del Sur global, se ven obligados a sacrificar cotidianamente en el transporte urbano- una esclavitud escandalosa que escapa a las comisiones de derechos humanos-, hace muy desgraciada la vida en estas urbanizaciones concentracionarias.

El tiempo perdido en el transporte diario es el peor tiempo en la vida de las personas que trabajan.    

La movilidad motorizada y el encierro de muchas horas del día, en salones, recintos, espacios, cuartos, naves, auditorios, repletos de personas, constituyen las actividades principales de la jornada diaria de los habitantes de estas insalubres y deprimentes urbanizaciones modernas.

Transportarse, encerrarse, transportarse, encerrarse, transportarse, encerrarse es el ciclo diario del modo de vida urbano moderno que anula los potenciales creativos de la población y construye un futuro impensable, catastrófico, ante la multiplicación de emergencias globales que se pronostican para los próximos años a causa del colapso del clima y del equilibrio ecológico, social, económico y políticos del mundo que producen ahora cada vez más epidemias, pandemias, sequías prolongadas, olas de calor, incendios forestales, tormentas, nubes de humo, accidentes industriales o nucleares, plagas, bandas criminales, protestas sociales, devaluaciones, shocks petroleros, penurias de agua, entre otras.    

La excesiva concentración de habitantes y actividades económicas que producen estos gigantescos conglomerados urbanos- que por décadas han sido denunciados por muy diversos investigadores y estudiosos internacionales-, inducen la multiplicación de los desastres o calamidades climáticas que los gobiernos insisten en llamar “naturales” debido a que son respuestas de la Naturaleza ante la inmensa violencia contra la ecología y el clima que entraña la actividad económica moderna.

Sobre todo, producen un modo de vida atroz que degrada mucho la vida de sus habitantes y la de los habitantes de los territorios cercanos a ellos; crean un modo de vida parecido al de un campo de concentración que fabrica una nueva forma de pobreza caracterizada por el desamparo extremo de muchas personas (Vida Nuda-Homo Sacer, Agamben).

Quienes pueden hacerlo, buscan todas las formas de abandonar estas falsas ciudades al menos por unas horas o días en fines de semana y puentes y algunos pocos las abandonan definitivamente.

Lamentablemente, la vida en el campo se ha convertido también en una calamidad, por las contaminaciones que produce la industria agropecuaria y la violencia creada por las organizaciones criminales transnacionales que trafican todo tipo de productos y servicios ilegales y que aterrorizan a los habitantes de las ciudades menores y los territorios poco poblados y muchas costas.

Las infraestructuras que sirven para fomentar el uso excesivo del auto y del transporte colectivo han dado estructura a estas calamitosas urbanizaciones que crecen sin cesar debido a la construcción de trenes suburbanos o de alta velocidad que fabrican “cercanías” entre muy lejanos lugares.

A lo largo de varias décadas, las torres o rascacielos han verticalizado la urbanización de las zonas centrales, con el fin de expulsar de esta manera a la población de los centros históricos y barrios antiguos de las viejas ciudades, para obligarlos a vivir en lejanos pueblos, ciudades pequeñas que fueron devoradas por estas megalópolis.

Estos procesos urbanísticos han sido posibles, por la aplicación de la atroz política gubernamental llamada desarrollo urbano que ha sido impuesta a los países dependientes como México, por los países poderosos, a lo largo de las últimas décadas. El desarrollo urbano, una intolerable colonización moderna, se sostiene básicamente en los dogmas de la productividad, competitividad y crecimiento económico, doctrinas economistas que desquician al mundo porque privilegian la conservación de las enormes utilidades de las empresas transnacionales.

El desarrollo urbano es responsable del enorme despilfarro de gas, gasolina, electricidad, carbón, agua limpia, metales, maderas y otras materias primas en las megalópolis y de los gases que dañan la salud de los habitantes y el clima.

·        Es responsable de la aniquilación de acuíferos, suelos, bosques, especies vegetales y animales, ríos, humedales, lagos, lagunas y mares cercanos a las grandes concentraciones urbanas.

·        Es responsable de la enorme mortalidad y morbilidad relacionadas con la contaminación del aire, accidentes, descuido de los niños, los ancianos y los discapacitados; cambio en el uso del suelo, discriminación, pérdida de tiempo, riesgos de catástrofe y   desplome del Buen Vivir en las megalópolis.

El desarrollo urbano no fija límite alguno a las zonas urbanas: hace todo lo posible para hacerlas crecer sin límite alguno: sigue la lógica del cáncer.  

Por otra parte, estas megalópolis tienen también su origen en las políticas gubernamentales de más de siete décadas en contra de la producción artesanal local y la vida campesina, y en apoyo a la industria en general y muy especialmente, a la industria agropecuaria, a lo largo de lo que se ha dado en llamar “las décadas del desarrollo” impulsadas por Estados Unidos, sus grandes bancos internacionales para el desarrollo. Han sido auspiciadas por la ONU después de la segunda guerra mundial.

Las políticas para el desarrollo industrial y agropecuario que entrañan enormes subsidios a la industria y la agroindustria se ha conseguido destruir la vida de todas las localidades urbanas y rurales del país, hacer migrar a los campesinos a las ciudades o a otros países, expulsar a la periferia urbana a la mayor parte de los antiguos moradores de los barrios de los centros de las antiguas ciudades y concentrar la actividad económica en estas monstruosas urbanizaciones.

Detrás de la creación de estas megalópolis, están los intereses de los países del G-7 que hacen crecer sus economías por medio de la usura o la finanza, el robo y el despojo de tierras, tesoros arqueológicos y fondos financieros, la ciencia manipuladora de la materia, la colonización de territorios que no tienen perfeccionada esta idea de la ciencia, el tráfico de migrantes, drogas y armas y que, por medio de sus grandes corporativos bancarios e industriales han impuesto al mundo el desarrollo urbano, industrial y agropecuario, la urbanización concentracionaria, y la industrialización desquiciada que fabrica miseria y la desgracia de la vida moderna.

Las megalópolis del Sur global han sido creadas con el fin de mantener elevada la tasa de ganancia de los financieros del mundo.  

Propongo la desconstrucción de los conceptos de desarrollo, incluyendo el desarrollo sustentable – un engaño que permite seguir aplicando los conceptos del desarrollo- y sus fundamentos ideológicos económicos, economicistas, economistas.

La economía debe estar al servicio de la ecología y la sociedad.  

En lo inmediato, propongo concretamente la eliminación de los enormes subsidios que recibe en la ciudad de México el uso excesivo del auto y el transporte colectivo y el funcionamiento de las grandes torres y centros comerciales, por medio de la aplicación de impuestos que ayuden a pagar los inmensos daños que ocasionan estas muy nocivas infraestructuras y actividades económicas.      

El transporte, la urbanización y la pandemia SARScoV2

 

 



[i] Urbanization without cities

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