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martes, 28 de diciembre de 2021

 

La provocadora iniciativa de Ley de Humanidades, Ciencia y Tecnología

27 de febrero de 2019

La iniciativa de Ley de Humanidades, Ciencia y Tecnología, presentada el 8 de febrero de 2019 por la senadora Ana Lilia Rivera de Morena, ha desatado el enojo del sector científico y empresarial que se ha visto beneficiado por el CONACYT y las políticas neoliberales de los últimos 30 años; ahora hace un gran escándalo en los medios ( Foro Consultivo Científico y Tecnológico, en el cual está representada la COPARMEX, la CONCAMIN, la CANACINTRA y ha tenido como voceros a José Franco y Julia Tagueña)  En efecto, esta iniciativa merece ser discutida ampliamente, no sólo por este poderoso sector científico y empresarial, sino por los científicos que están en contra de las legislaciones y las políticas de ciencia y tecnología que han permitido la expansión en México de tecnologías de muy alto riesgo para la ecología, las culturas y la sociedad, como lo son los Organismos Genéticamente Modificados, OGM (transgénicos) y las organizaciones ecologistas que han  denunciado estas y otras tecnologías similares,  como la energía nuclear, la geoingeniería, el fracking, la nanotecnología, la biología sintética, la robótica, la 5G, los biocombustibles, las grandes solares y eólicas, los trenes de alta velocidad, la minería a tajo abierto, las grandes presas, los megaproyectos, entre otras tecnologías de punta.  

Esta iniciativa de Ley tiene relación con el enorme conflicto suscitado a principios de este siglo por la introducción en México de los OGM, promovidos principalmente por científicos ligados a las transnacionales Monsanto, Dow Chemicals, DuPont, Syngenta, agrupados en la asociación AgroBio. La transnacional Bayer-Monsanto, una de las poderosas del mundo, controla la mayor parte del mercado de OGM y es la principal promotora de estos productos rechazados por la mayoría de los países europeos. Los cientos de organizaciones sociales y civiles del mundo presentes en la cumbre de los pueblos, el Klimaforum09, paralela a la cumbre del clima de Copenhague de 2009, la COP-16, votaron por darle el premio La Sirenita enojada a la empresa Monsanto, por considerarla la más siniestra transnacional del mundo. La película La Vida según Monsanto (2008) de la francesa Marie Monique Robin explica el negro historial socio ambiental de esta empresa que ahora trata de lavar su imagen fusionándose con Bayer. Desde principios de este siglo, una gran cantidad de organizaciones sociales y civiles mexicanas rechazan estos productos de la biotecnología y combatieron entre 2001 y 2005 las diversas iniciativas de Ley de Bioseguridad de OGM que falsamente pretendían cumplir con el Protocolo de Cartagena, para prevenir efectos negativos a la diversidad biológica, la salud humana, la sanidad animal, vegetal y acuícola, por la liberación al ambiente de los OGM.

En 2005, con el apoyo principal de PAN y el PRI se aprueba finalmente la Ley de Bioseguridad para OGM, la llamada la Ley Monsanto, una ley a modo de lo que querían en ese momento las transnacionales de la biotecnología, en la que se crean las entidades e intervenciones  que la iniciativa de Ana Lilia Rivera quiere eliminar, como la CIBIOGEM ( Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los OGM, controlada  por científicos y empresarios promotores de los OGM) y su Consejo Consultivo, la intervención en este Consejo del Foro Científico y Tecnológico (por medio de la Ley de Ciencia y Tecnología) y del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República que han estado controlados también por científicos defensores de los OGM o de la energía nuclear, como es el caso del mayor defensor de los OGM, el Químico Francisco Bolívar Zapata, asesor científico de la presidencia de la República, con Peña Nieto.

Intereses económicos internacionales ligados a tecnologías de muy alto riesgo o excesivo impacto socio ambiental han conseguido en México la creación de legislaciones de ciencia y tecnología, comisiones intergubernamentales y consejos científicos favorables a sus negocios y colocar a los científicos que las promueven en los consejos gubernamentales e instituciones públicas y privadas estratégicos. Los OGM han logrado crear en México un poderoso entramado científico que protege la promoción de esta y otras tecnologías de punta que representan un riesgo excesivo para la ecología, las culturas y la sociedad. Mientras más dañina o riesgosa es una tecnología más grande son las utilidades que genera y mayor es su poder de cooptación sobre los científicos y tecnólogos involucrados. Concurren en este entramado tecnocientífico mexicano los intereses de los países y las corporaciones que hacen las nuevas guerras multidimensionales. Dos terceras partes de los científicos de Estados Unidos se dedican a desarrollos tecnológicos militares. 

Los científicos poderosos de México responden frecuentemente a los intereses tecnocientíficos de los gobiernos y las transnacionales más poderosas del mundo que poco tienen que ver con el bienestar de los mexicanos. Propagan, difunden el mito de que la ciencia y la tecnología pueden resolver el hambre, las muertes, las enfermedades, las contaminaciones y todos los problemas del mundo (creados por la misma ciencia y tecnología) Actúan como sumos sacerdotes de una ciencia arcana, por lo que no reconocen que minimizan los riesgos y maximizan los beneficios de las tecnologías que promueven. Defienden la “libertad de investigación”, para proteger la conquista y la colonización de las entidades de investigación científica de países “emergentes” (subordinados), como México, impulsadas por sus poderosos patrocinadores internacionales, con el fin de imponer el uso intensivo, monopólico, de las tecnologías internacionales que promueven; de esta manera se benefician del enorme poder y el gran dinero que ellas les proporcionan. Conforman redes, logias, sectas, asociaciones de fanáticos de tecnologías que pueden darles mucho poder y celebridad. Pretenden involucrar al país en desarrollos tecnológicos y modernizaciones que profundizan su devastación climática, ambiental, cultural, social, económica, política y simbólica; que matan la vitalidad de la Naturaleza y de las personas.  

Ciertamente, es indispensable introducir otras certidumbres, otras premisas, otra filosofía en la muy colonizada y subordinada ciencia y tecnología mexicana: las fallas de ética se multiplican. Es muy loable que en la Ley que trate de ciencia y tecnología se pongan las humanidades por encima de la tecnociencia.  La tecnociencia- fusión de la producción de ciencia y tecnología realizada en el último medio siglo en los países poderosos-, está al servicio de las guerras multidimensionales e invariablemente produce mucho más daño que beneficios: pone a la humanidad en peligro de extinción; es un peligro para el mundo. Se requiere un fuerte control social sobre la tecnociencia mexicana y las tecnologías de punta que se introducen en México.  Se necesita una ciencia alejada de la religión de la economía, los dogmas de la productividad, la competitividad y el crecimiento económico y del culto a la ciencia y la tecnología.

Deben desaparecer, la Ley de Bioseguridad para OGM que protege los intereses de las transnacionales de la biotecnología y las entidades científicas como la CIBIOGEM que están al servicio de las tecnologías de excesivo riesgo o impacto socioambiental. Desde luego, el CONACYT defensor de estas calamitosas tecnologías de punta debe desaparecer.   La Dra. Elena Álvarez-Buylla, directora del CONACYT, merece nuestro apoyo.

Miguel Valencia Mulkay   

  

 

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