La provocadora iniciativa de Ley de
Humanidades, Ciencia y Tecnología
27 de febrero de 2019
La
iniciativa de Ley de Humanidades, Ciencia y Tecnología, presentada el 8 de
febrero de 2019 por la senadora Ana Lilia Rivera de Morena, ha desatado el
enojo del sector científico y empresarial que se ha visto beneficiado por el
CONACYT y las políticas neoliberales de los últimos 30 años; ahora hace un gran
escándalo en los medios ( Foro Consultivo Científico y Tecnológico, en el cual
está representada la COPARMEX, la CONCAMIN, la CANACINTRA y ha tenido como
voceros a José Franco y Julia Tagueña) En efecto, esta iniciativa merece ser
discutida ampliamente, no sólo por este poderoso sector científico y
empresarial, sino por los científicos que están en contra de las legislaciones
y las políticas de ciencia y tecnología que han permitido la expansión en
México de tecnologías de muy alto riesgo para la ecología, las culturas y la
sociedad, como lo son los Organismos Genéticamente Modificados, OGM
(transgénicos) y las organizaciones ecologistas que han denunciado estas y otras tecnologías
similares, como la energía nuclear, la
geoingeniería, el fracking, la nanotecnología, la biología sintética, la
robótica, la 5G, los biocombustibles, las grandes solares y eólicas, los trenes
de alta velocidad, la minería a tajo abierto, las grandes presas, los
megaproyectos, entre otras tecnologías de punta.
Esta
iniciativa de Ley tiene relación con el enorme conflicto suscitado a principios
de este siglo por la introducción en México de los OGM, promovidos
principalmente por científicos ligados a las transnacionales Monsanto, Dow
Chemicals, DuPont, Syngenta, agrupados en la asociación AgroBio. La transnacional
Bayer-Monsanto, una de las poderosas del mundo, controla la mayor parte del
mercado de OGM y es la principal promotora de estos productos rechazados por la
mayoría de los países europeos. Los cientos de organizaciones sociales y
civiles del mundo presentes en la cumbre de los pueblos, el Klimaforum09,
paralela a la cumbre del clima de Copenhague de 2009, la COP-16, votaron por
darle el premio La Sirenita enojada a
la empresa Monsanto, por considerarla la más siniestra transnacional del mundo.
La película La Vida según Monsanto (2008) de la francesa Marie Monique Robin
explica el negro historial socio ambiental de esta empresa que ahora trata de
lavar su imagen fusionándose con Bayer. Desde principios de este siglo, una
gran cantidad de organizaciones sociales y civiles mexicanas rechazan estos
productos de la biotecnología y combatieron entre 2001 y 2005 las diversas
iniciativas de Ley de Bioseguridad de OGM que falsamente pretendían cumplir con
el Protocolo de Cartagena, para prevenir efectos negativos a la diversidad
biológica, la salud humana, la sanidad animal, vegetal y acuícola, por la
liberación al ambiente de los OGM.
En 2005, con
el apoyo principal de PAN y el PRI se aprueba finalmente la Ley de Bioseguridad
para OGM, la llamada la Ley Monsanto, una ley a modo de lo que querían en ese
momento las transnacionales de la biotecnología, en la que se crean las
entidades e intervenciones que la
iniciativa de Ana Lilia Rivera quiere eliminar, como la CIBIOGEM ( Comisión
Intersecretarial de Bioseguridad de los OGM, controlada por científicos y empresarios promotores de
los OGM) y su Consejo Consultivo, la intervención en este Consejo del Foro
Científico y Tecnológico (por medio de la Ley de Ciencia y Tecnología) y del
Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República que han estado
controlados también por científicos defensores de los OGM o de la energía
nuclear, como es el caso del mayor defensor de los OGM, el Químico Francisco Bolívar
Zapata, asesor científico de la presidencia de la República, con Peña Nieto.
Intereses
económicos internacionales ligados a tecnologías de muy alto riesgo o excesivo impacto
socio ambiental han conseguido en México la creación de legislaciones de
ciencia y tecnología, comisiones intergubernamentales y consejos científicos
favorables a sus negocios y colocar a los científicos que las promueven en los
consejos gubernamentales e instituciones públicas y privadas estratégicos. Los
OGM han logrado crear en México un poderoso entramado científico que protege la
promoción de esta y otras tecnologías de punta que representan un riesgo
excesivo para la ecología, las culturas y la sociedad. Mientras más dañina o
riesgosa es una tecnología más grande son las utilidades que genera y mayor es
su poder de cooptación sobre los científicos y tecnólogos involucrados. Concurren
en este entramado tecnocientífico mexicano los intereses de los países y las
corporaciones que hacen las nuevas guerras multidimensionales. Dos terceras
partes de los científicos de Estados Unidos se dedican a desarrollos
tecnológicos militares.
Los
científicos poderosos de México responden frecuentemente a los intereses tecnocientíficos
de los gobiernos y las transnacionales más poderosas del mundo que poco tienen
que ver con el bienestar de los mexicanos. Propagan, difunden el mito de que la
ciencia y la tecnología pueden resolver el hambre, las muertes, las
enfermedades, las contaminaciones y todos los problemas del mundo (creados por
la misma ciencia y tecnología) Actúan como sumos sacerdotes de una ciencia
arcana, por lo que no reconocen que minimizan los riesgos y maximizan los beneficios
de las tecnologías que promueven. Defienden la “libertad de investigación”, para
proteger la conquista y la colonización de las entidades de investigación
científica de países “emergentes” (subordinados), como México, impulsadas por
sus poderosos patrocinadores internacionales, con el fin de imponer el uso
intensivo, monopólico, de las tecnologías internacionales que promueven; de
esta manera se benefician del enorme poder y el gran dinero que ellas les
proporcionan. Conforman redes, logias, sectas, asociaciones de fanáticos de
tecnologías que pueden darles mucho poder y celebridad. Pretenden involucrar al
país en desarrollos tecnológicos y modernizaciones que profundizan su
devastación climática, ambiental, cultural, social, económica, política y
simbólica; que matan la vitalidad de la Naturaleza y de las personas.
Ciertamente,
es indispensable introducir otras certidumbres, otras premisas, otra filosofía
en la muy colonizada y subordinada ciencia y tecnología mexicana: las fallas de
ética se multiplican. Es muy loable que en la Ley que trate de ciencia y
tecnología se pongan las humanidades por encima de la tecnociencia. La tecnociencia- fusión de la producción de
ciencia y tecnología realizada en el último medio siglo en los países
poderosos-, está al servicio de las guerras multidimensionales e invariablemente
produce mucho más daño que beneficios: pone a la humanidad en peligro de
extinción; es un peligro para el mundo. Se requiere un fuerte control social
sobre la tecnociencia mexicana y las tecnologías de punta que se introducen en México.
Se necesita una ciencia alejada de la
religión de la economía, los dogmas de la productividad, la competitividad y el
crecimiento económico y del culto a la ciencia y la tecnología.
Deben
desaparecer, la Ley de Bioseguridad para OGM que protege los intereses de las
transnacionales de la biotecnología y las entidades científicas como la
CIBIOGEM que están al servicio de las tecnologías de excesivo riesgo o impacto socioambiental.
Desde luego, el CONACYT defensor de estas calamitosas tecnologías de punta debe
desaparecer. La Dra. Elena Álvarez-Buylla,
directora del CONACYT, merece nuestro apoyo.
Miguel
Valencia Mulkay
No hay comentarios:
Publicar un comentario