El transporte, la urbanización y la
pandemia SARScoV2
Presentación en la reunión del 19 de septiembre de 2020 del
ciclo de reuniones COVID-19: demandas y propuestas para la nueva normalidad de
Cambiemos el Sistema No el Clima
Por Miguel Valencia Mulkay
Por enésima vez, la pandemia ha confirmado los enormes riesgos
y los pésimos modos de vida que se dan en las megalópolis y las gigantescas urbanizaciones
modernas, como lo es la ciudad de México que, en general, son lo opuesto de las
ciudades históricas, aunque adopten su nombre.
La urbanización en exceso, como lo señalaba Murray Bookchin[i],
destruye la eco-comunidad que es la esencia de las ciudades históricas. La
urbanización sin límites aniquila a las ciudades y, con ello, la salud y la
producción cultural de sus habitantes y, por otra parte, eleva mucho los
riesgos de catástrofe social, humanitaria y ecológica.
Las pandemias nacen ahora en estas gigantescas urbanizaciones
(Wuhan); se propagan muy pronto a todas ellas, por medio de sus enormes
aeropuertos, y luego, se difunden rápidamente entre sus habitantes, por medio
del transporte colectivo y sus diversos e innumerables encierros cotidianos (escuelas,
fábricas, centros comerciales, torres de oficinas, mercados, cárceles, espectáculos,
entre otros) y más tarde, se propagan en las ciudades menores y las zonas
rurales.
Una gran parte de la población de estas ciudades no puede
quedarse en casa durante una epidemia como la covid19- vive en gran pobreza y
carece de ahorros para dejar de trabajar varias semanas-, por lo que se expone
demasiado al contagio de los virus en el transporte colectivo y en las diversas
aglomeraciones que fabrican diariamente las urbanizaciones modernas.
Las cuatro horas y media que una gran parte de los
trabajadores de estas megalópolis de los países del Sur global, se ven
obligados a sacrificar cotidianamente en el transporte urbano- una esclavitud
escandalosa que escapa a las comisiones de derechos humanos-, hace muy
desgraciada la vida en estas urbanizaciones concentracionarias.
El tiempo perdido en el transporte diario es el peor tiempo en
la vida de las personas que trabajan.
La movilidad motorizada y el encierro de muchas horas del día,
en salones, recintos, espacios, cuartos, naves, auditorios, repletos de
personas, constituyen las actividades principales de la jornada diaria de los
habitantes de estas insalubres y deprimentes urbanizaciones modernas.
Transportarse, encerrarse, transportarse, encerrarse,
transportarse, encerrarse es el ciclo diario del modo de vida urbano moderno
que anula los potenciales creativos de la población y construye un futuro
impensable, catastrófico, ante la multiplicación de emergencias globales que se
pronostican para los próximos años a causa del colapso del clima y del
equilibrio ecológico, social, económico y políticos del mundo que producen ahora
cada vez más epidemias, pandemias, sequías prolongadas, olas de calor,
incendios forestales, tormentas, nubes de humo, accidentes industriales o
nucleares, plagas, bandas criminales, protestas sociales, devaluaciones, shocks
petroleros, penurias de agua, entre otras.
La excesiva concentración de habitantes y actividades
económicas que producen estos gigantescos conglomerados urbanos- que por
décadas han sido denunciados por muy diversos investigadores y estudiosos
internacionales-, inducen la multiplicación de los desastres o calamidades climáticas
que los gobiernos insisten en llamar “naturales” debido a que son respuestas de
la Naturaleza ante la inmensa violencia contra la ecología y el clima que
entraña la actividad económica moderna.
Sobre todo, producen un modo de vida atroz que degrada mucho
la vida de sus habitantes y la de los habitantes de los territorios cercanos a
ellos; crean un modo de vida parecido al de un campo de concentración que
fabrica una nueva forma de pobreza caracterizada por el desamparo extremo de
muchas personas (Vida Nuda-Homo Sacer, Agamben).
Quienes pueden hacerlo, buscan todas las formas de abandonar
estas falsas ciudades al menos por unas horas o días en fines de semana y puentes
y algunos pocos las abandonan definitivamente.
Lamentablemente, la vida en el campo se ha convertido también
en una calamidad, por las contaminaciones que produce la industria agropecuaria
y la violencia creada por las organizaciones criminales transnacionales que
trafican todo tipo de productos y servicios ilegales y que aterrorizan a los
habitantes de las ciudades menores y los territorios poco poblados y muchas
costas.
Las infraestructuras que sirven para fomentar el uso excesivo
del auto y del transporte colectivo han dado estructura a estas calamitosas
urbanizaciones que crecen sin cesar debido a la construcción de trenes
suburbanos o de alta velocidad que fabrican “cercanías” entre muy lejanos
lugares.
A lo largo de varias décadas, las torres o rascacielos han
verticalizado la urbanización de las zonas centrales, con el fin de expulsar de
esta manera a la población de los centros históricos y barrios antiguos de las
viejas ciudades, para obligarlos a vivir en lejanos pueblos, ciudades pequeñas que
fueron devoradas por estas megalópolis.
Estos procesos urbanísticos han sido posibles, por la
aplicación de la atroz política gubernamental llamada desarrollo urbano
que ha sido impuesta a los países dependientes como México, por los países
poderosos, a lo largo de las últimas décadas. El desarrollo urbano, una
intolerable colonización moderna, se sostiene básicamente en los dogmas de la productividad,
competitividad y crecimiento económico, doctrinas economistas que desquician al
mundo porque privilegian la conservación de las enormes utilidades de las
empresas transnacionales.
El desarrollo urbano es responsable del enorme
despilfarro de gas, gasolina, electricidad, carbón, agua limpia, metales,
maderas y otras materias primas en las megalópolis y de los gases que dañan la
salud de los habitantes y el clima.
·
Es
responsable de la aniquilación de acuíferos, suelos, bosques, especies
vegetales y animales, ríos, humedales, lagos, lagunas y mares cercanos a las
grandes concentraciones urbanas.
·
Es
responsable de la enorme mortalidad y morbilidad relacionadas con la
contaminación del aire, accidentes, descuido de los niños, los ancianos y los
discapacitados; cambio en el uso del suelo, discriminación, pérdida de tiempo,
riesgos de catástrofe y desplome del
Buen Vivir en las megalópolis.
El desarrollo urbano no fija límite alguno a
las zonas urbanas: hace todo lo posible para hacerlas crecer sin límite alguno:
sigue la lógica del cáncer.
Por otra parte, estas megalópolis tienen también su origen en
las políticas gubernamentales de más de siete décadas en contra de la
producción artesanal local y la vida campesina, y en apoyo a la industria en
general y muy especialmente, a la industria agropecuaria, a lo largo de lo que
se ha dado en llamar “las décadas del desarrollo” impulsadas por Estados Unidos,
sus grandes bancos internacionales para el desarrollo. Han sido auspiciadas por
la ONU después de la segunda guerra mundial.
Las políticas para el desarrollo industrial y
agropecuario que entrañan enormes subsidios a la industria y la
agroindustria se ha conseguido destruir la vida de todas las localidades urbanas
y rurales del país, hacer migrar a los campesinos a las ciudades o a otros
países, expulsar a la periferia urbana a la mayor parte de los antiguos
moradores de los barrios de los centros de las antiguas ciudades y concentrar
la actividad económica en estas monstruosas urbanizaciones.
Detrás de la creación de estas megalópolis, están los
intereses de los países del G-7 que hacen crecer sus economías por medio de la
usura o la finanza, el robo y el despojo de tierras, tesoros arqueológicos y
fondos financieros, la ciencia manipuladora de la materia, la colonización de
territorios que no tienen perfeccionada esta idea de la ciencia, el tráfico de migrantes,
drogas y armas y que, por medio de sus grandes corporativos bancarios e
industriales han impuesto al mundo el desarrollo urbano, industrial y
agropecuario, la urbanización concentracionaria, y la industrialización
desquiciada que fabrica miseria y la desgracia de la vida moderna.
Las megalópolis del Sur global han sido creadas con el fin de
mantener elevada la tasa de ganancia de los financieros del mundo.
Propongo la desconstrucción de los conceptos de desarrollo,
incluyendo el desarrollo sustentable – un engaño que permite seguir
aplicando los conceptos del desarrollo- y sus fundamentos ideológicos
económicos, economicistas, economistas.
La economía debe estar al servicio de la ecología y la
sociedad.
En lo inmediato, propongo concretamente la eliminación de los
enormes subsidios que recibe en la ciudad de México el uso excesivo del auto y el
transporte colectivo y el funcionamiento de las grandes torres y centros
comerciales, por medio de la aplicación de impuestos que ayuden a pagar los inmensos
daños que ocasionan estas muy nocivas infraestructuras y actividades económicas.
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